Aún en cartelera, ‘The East’ cuadra el círculo al presentar a un grupo de ‘antisistemas’ sin ideología ni reivindicaciones políticas.
Si la industria del cine estadounidense produce una película en la que los movimientos antisistema son reflejados con cierta simpatía, la reacción más precavida por parte del espectador debería ser la sospecha. En The East, thriller presente en la cartelera dirigido por Zal Batmanglij, Sarah, el personaje principal se infiltra en un grupo de izquierdas difícil de definir debido a su inexistente agenda política. Empleada de una empresa privada de espionaje dedicada a proteger a las grandes corporaciones, el objetivo de Sarah será el de impedir que la organización The East atente contra determinadas empresas. Sin embargo, a lo largo de la complicada misión, la protagonista entablará una estrecha relación con el grupo que le provocará un conflicto de lealtades.
Se produce una trivialización e infantilización de la disidencia que alcanza cotas ridículas en la representación Una crisis de identidad que no proviene tanto de la concienciación social de Sarah como de razones sentimentales. Y es que el grupo supuestamente anarquista con inclinaciones “eco-terroristas” no transciende en sus motivaciones la esfera de lo privado. De forma increíble, Hollywood logra despojar de contenido político a los movimientos sociales de izquierdas. La palabra capitalismo, con todas sus implicaciones devastadoras, ni se contempla ni se menciona, y las acciones de la organización quedan confinadas al ámbito de la venganza personal. Han sufrido en sus carnes los estragos provocados por determinadas empresas,
y persiguen un castigo igualmente personal que desemboque en la enfermedad y muerte de los implicados. En ningún momento se plantean alternativas como el sabotaje o el ataque a los medios de producción, ni se menciona que estas prácticas empresariales están amparadas por el sistema.
Se produce, de esta manera, una trivialización e infantilización de la disidencia que alcanza cotas ridículas en la representación del día a día de la organización. The East es el retrato de una secta hippie de postadolescentes heridos y vengativos. Así, además de sugerir la inexistencia de reivindicaciones políticas, y de confinar las acciones del grupo a meras rabietas, el comportamiento de sus miembros oscila entre lo enloquecido-siniestro y lo adolescente.
No se trata de seres racionales y políticamente concienciados, sino de sujetos heridos en busca de una reparación simbólica con tintes de venganza bíblica. Para que la empatía se produzca, se renuncia a los argumentos en favor de las emociones y se introduce una muy poco creíble historia de amor. Es evidente que, si el tema se tratara con un mínimo de rigor y de seriedad, la película no llegaría a estrenarse o el grupo anarquista encarnaría el nuevo terrorismo a derrotar.
En lugar de una salida tan evidente y tan controvertida, The East opta por un mensaje más tibio y mucho más manipulador: distorsionar y descafeinar la realidad y las reivindicaciones de los movimientos políticos de izquierdas. Como sugerencia final ante esta sangrienta venganza, la película ofrece una defensa del diálogo y la persuasión como arma para terminar con la barbarie ecológica y humana causada por las multinacionales. Unas malas prácticas empresariales que se pueden atajar conversando y convenciendo, en una de las conclusiones más extremadamente ingenuas, por no decir cínicas, del reciente cine norteamericano.
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