Esta crónica relata las dificultades para obtener la conocida como ‘píldora del
día después’ durante un fin de semana en Madrid.
Todo sucedió un viernes por
la noche, recuerdo que no
era muy tarde. Una noche
como cualquier otra, descansábamos
mi pareja y yo en la cama
que tocaba aquel día, la mía.
Al cabo de un rato sucedió lo que
a ninguno de los dos se nos había
ocurrido ni siquiera fantasear, debido
a lo ridículo que resultaría estar
pensando en eso sin motivo alguno:
tuvimos un problema con el
preservativo que utilizaba mi compañero,
se me quedó dentro.
No era la primera vez que me
sucedía, más bien la tercera, si mal
no recuerdo, así que mi cabeza comenzó
a elaborar un plan de ejecución
inmediatamente. Pensé en
palabras: ‘píldora’, ‘planificación
familiar’, ‘farmacia de guardia’…
‘ayuda’. Así que llamé a las amigas
más cercanas para que me
echasen una mano y sobre todo
para sentir su apoyo.
Curiosamente, dos semanas antes
acompañamos a otra amiga que
se encontraba en la misma situación
que yo en este momento y nos
sucedió lo siguiente. Acudimos a la
farmacia de guardia pidiendo la píldora
del día después, allí nos dijeron
que no nos la podía dar sin receta
y que en cualquier hospital, sin
embargo, podrían dárnosla sin problemas,
ya que se trataba de una urgencia.
De los tres empleados que
hacían guardia esa noche en la farmacia,
ninguno supo decirnos si a
esas horas de la noche (debían ser
las 23 h) encontraríamos un centro
de planificación familiar abierto ni
dónde. Fuimos a un hospital público,
a urgencias, pedimos la píldora,
recibimos un ‘no’ por respuesta y
después de una mirada de desconcierto
nos dijeron que en ese hospital
no daban ese tipo de píldoras
con o sin receta. “¿Y sabe usted si
hay algún centro de planificación
familiar abierto?”. “No”. ¿Qué hizo
mi amiga? Algo parecido a lo que
casi acabé haciendo yo el sábado
por la mañana, automedicarse.
Me contaron, como ya medio sabía,
que las píldoras que se usan habitualmente
como método anticonceptivo
podían hacer el mismo efecto
que la píldora poscoital si se tomaban
durante tres días multiplicando
la dosis normal. Eso fue lo
que otras veces había hecho, pero
esta vez alguien me dijo que no
siempre surtía efecto y que además
era muy perjudicial para mi salud,
cosa que ya había tenido la ocasión de comprobar las veces anteriores.
Finalmente una amiga me dijo que
su madre, que es ginecóloga, me podría
recetar la píldora del día después.
Así de manera legal, sin miedos,
inseguridades ni situaciones
embarazosas pude entrar en la farmacia
de mi barrio, entregar el papelito
a la farmacéutica y salir por la
puerta sabiendo que muy probablemente
no sería la única que había sobrevivido
a un viernes semejante.
comentarios
0