PSICOLOGÍA // CONSUMO NAVIDEÑO
Tanto compras, tanto vales

Baja el telón de las fiestas navideñas, unas fechas en las que parece inevitable no seguir la corriente
que marca el ritmo social.

, de AMABE psicólogos
05/01/10 · 18:49
Edición impresa

Acaban las fiestas y comienzan
las rebajas. Adquirir
posesiones, no vamos
a detenernos en la
cuestión de si es un regalo o es para
nosotros, resulta en muchas
ocasiones un esfuerzo vano dirigido
a tapar carencias, defectos, lo
que no queremos ver en nuestras
vidas. Como si comprando fuéramos
a estar completos y ser felices
por fin, con ese ideal de felicidad
edulcorada que se presenta
en los cuentos de hadas y los
anuncios. Con el acto de comprar
y consumir se pretende llenar un
vacío inherente al ser humano que
ha existido siempre. La diferencia,
en gran medida, radica en la
forma de enfrentar ese vacío que
han mostrado las diferentes culturas.

Mientras en otras épocas se
intentaba paliar el dolor psíquico
mediante la reflexión y el pensamiento,
hoy muchos se conforman
con la ilusión de llenar sus vidas
de objetos externos. Ahora el consuelo
ya no viene de dentro, viene
de fuera. Ésa es la diferencia entre
pensar y cumplir órdenes. En
la Edad Media se cumplían las órdenes
divinas, siguiendo la senda
de una serie de mandatos supremos,
vigilados en su cumplimiento
por hombres a los que se consideraba
más elevados en espíritu
que el resto de los mortales. Ahora
se ha encontrado otra forma de
evitar que las personas se adentren
en sí mismas, y es haciéndoles
creer que necesitan muchas
cosas; hasta lo más básico ha de
ser comprado con gran esfuerzo.
Hacen que creamos necesitar objetos
fervientemente, así, lo que
deseamos viene generado por
otros: ni siquiera somos dueños
de nuestro propio deseo.

Sin restricciones

La navidad devuelve a las personas,
de modo inconsciente, a etapas
tempranas del desarrollo, etapas en
las que todos nuestros deseos habían
de ser satisfechos de manera inmediata
y con creces. Por eso nos
permitimos todo tipo de excesos
por navidad, todos nuestros anhelos
y los de nuestros allegados han
de ser satisfechos. De ahí las fastuosas
cenas sin control, en la comida
y la bebida, y los caros regalos.

En esta época nos damos permiso
o ‘nos dan permiso’ para saltarnos
nuestras propias restricciones
en el comer, en el beber, en el
comprar, porque…, “vamos hombre,
¡que es navidad!”.
Ya acabó la navidad brillante,
colorida, centelleante… Se apagaron
las luces… ¡ah las luces!, ¡qué
bonitas son! Estas luces hermosas
cumplen una función muy definida,
hacen que se activen los disparadores
neuronales que rigen las
áreas más primitivas del cerebro,
las zonas encargadas de los impulsos.

Estas preciosas luces incitan,
entre otras cosas, a la compra,
y nosotros ‘salivamos’ cual
perro de Pávlov. No somos perros,
pero el mecanismo es el mismo.
La idea de ‘estar completo’ pulula
en el mundo desde tiempos
inmemoriales, nos sirven de ejemplo
ideas recurrentes como la ‘media
naranja’, los éxtasis de Santa
Teresa… El sistema capitalista
vuelve a aprovechar estos deseos
inconscientes para hacerse cada
vez más fuerte y a cada uno de
nosotros más débiles. Ya que las
únicas salidas que nos muestra este
orden que ahora prima en el
mundo es el adquirir (ya sean cosas,
viajes…) o el consumir sustancias
estupefacientes, sean legales
o no. El resto de las posibilidades
quedan sólo para unos pocos
que se aventuran en su mundo
interno o intentan alternativas
en el externo.

Antes de la llegada del cristianismo,
en estas fechas se celebraba la
llegada del solsticio de invierno,
sustituido inteligentemente por el
culto a la llegada de un dios. Este
dios llega en el seno de una familia
maravillosa, con una madre y un
padre igualmente virtuosos, lo cual
nos remite inconscientemente a la
familia, al padre y a la madre arquetípicos,
de los que nos habla
Carl Gustav Jung. Esta idealización
se traduce en estas fechas en la manera
siguiente: en estas fechas todo
debe resultar ideal, nosotros mismos,
los amigos, la familia... y, por
supuesto, la cena de navidad ha de
ser perfecta y llena de amor. Se va
en busca de ese ideal arquetípico.

Parece que gran parte de la ilusión
radica en negar lo que no encaja, lo
que nos es molesto, y transformarlo
en una quimera imposible. Esto
también se traduce en hacer regalos
a los seres queridos, presentes
que han de tener un valor material
equiparable al amor que profesamos
por esos parientes. Con la resaca
de las fiestas y las luces apagadas,
si no hay estabilidad interior,
se puede sentir de nuevo ese
vacío sordo. ¡Pero comienzan las
rebajas de enero! Sólo habrán escapado
al embrujo de estos días los
que hayan seguido la consigna que
ya sugiriera tiempo atrás el oráculo
de Delfos : “Conócete a ti mismo”.

Tags relacionados: Número 116
+A Agrandar texto
+A Disminuir texto
Licencia

comentarios

0

separador

Tienda El Salto