ALUCINÓGENOS // LAS ESTRUCTURAS CEREBRALES Y EL CONSUMO DE SUSTANCIAS
Tal vez soñar

Cuál es la materia que teje la realidad que percibimos
y por qué se nos ofrece un nuevo abanico
de sensaciones y experiencias cuando tomamos
alucinógenos son preguntas que apuntan
sinérgicamente al mismo concepto: la conciencia
y sus diferentes estados. El autor explica
en qué modo la ingesta de alucinógenos actúa
directamente en las estructuras cerebrales.

07/05/06 · 22:41
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CONSTRUCCIÓN DE ‘LO REAL’. Lo percibido no es equivalente al mundo real sino una proyección de nuestra mente hacia un
espacio virtual generado. La percepción se puede dar en presencia (despierto) o ausencia de información sensorial (sueño REM).

El estado de la conciencia
puede verse modificado
por la ingestión de alucinógenos,
ya que estos actúan
de manera directa en estructuras
cerebrales que regulan y dan
soporte físico al proceso de la percepción
y a la conciencia misma.
El mundo perceptual que descubrimos
tras la toma de alucinógenos
no es otro que una construcción
diferente de la realidad que
nuestro cerebro genera a partir de
la interacción sensorial con el entorno
que nos rodea.

De hecho, lo percibido no es equivalente
al mundo real sino una proyección
de nuestra mente hacia un
espacio virtual generado, en parte,
por la información proveniente de
las neuronas sensitivas. La percepción
es, en última instancia, un fenómeno
generado por procesos intrínsecos
que se pueden dar con (estado
despierto) o sin información
sensorial (estado de sueño REM).
Los alucinógenos no crean ningún
nuevo estado de conciencia, sino
que permiten el acceso a él. Esta
propiedad, que las convierte en auténticas
llaves de las puertas de la
percepción, radica en la capacidad
de los alucinógenos de interferir en
la comunicación entre neuronas.

Por ejemplo, las neuronas responsables
de la integración visual son
muy sensibles a los alucinógenos.
Así, las formas y los colores de los
objetos se difuminan y el cerebro ya
no tiene tan claro qué estímulos sensoriales
está recibiendo de cada objeto,
pero aun así, haciendo gala de
una gran tenacidad, es capaz de generar
un tipo de percepción distinta
al que llamamos alucinación.

Este nuevo grado de libertad del
que gozan estos mecanismos internos
va a desencadenar que la percepción
de la realidad esté altamente
influenciada por memorias, emociones,
miedos, anhelos y todo tipo
de factores subjetivos. Así, puede
ocurrir que nos sintamos más emocionalmente
implicados con el mundo
percibido y lo redescubramos con
ojos de niño. Los alucinógenos también
parecen interferir con uno de
los filtros sensoriales del sistema
nervioso encargado de evitar el exceso
de información del mundo exterior.
Para entender esto, simplemente,
sin moverse, haga un recuento
de las cosas de las que no estaba
siendo consciente mientras leía: su
entorno, el ruido de fondo que estaba
ignorando, el tacto del papel en
sus manos, el recuerdo de lo que estaba
haciendo hace un rato, los planes
que tiene para el futuro, lo que
siente hacia un ser querido o si tiene
miedo a morir. ¿Qué ha ocurrido?
Hemos hecho accesible a nuestra
conciencia información que antes
estaba siendo filtrada u obviando por
considerarla irrelevante respecto a
nuestro estado mental. Algunos autores
apuntan a que las sustancias
alucinógenas alteran este filtrado de
manera que la información que llega
al córtex lo hace sin ningún tipo de
control. Esta alteración de la capacidad
de filtrar información también
podría ser característica de los enfermos
esquizofrénicos, en los que
la inundación de datos que llega a la
corteza cerebral les hace incapaces
de diferenciar el mundo exterior de
los procesos mentales internos.

El ‘gran embudo’ del cerebro

Uno de los grandes problemas que
se plantea en la relación mente-cerebro
es cómo un sistema que cuenta
con 100.000 millones de neuronas,
cada una de las cuales puede tener
miles de interconexiones, puede dar
lugar a la integración y unicidad de
la experiencia consciente. Si imaginamos
el cerebro como un gran embudo
que contiene los procesos mentales,
sólo aquellos que lograran salir
por el orificio serían accesibles a
nuestra conciencia, quedando el resto
fuera del alcance de ésta dado que
han sido filtrados o integrados para
poder generar una experiencia unificada
y en la que los sucesos fluyen
temporalmente; paralelamente, los
procesos inconscientes que coexisten
con los conscientes carecen de
una referencia temporal. No debe resultar
sorprendente que durante estados
alterados de conciencia, la percepción
del tiempo se vea manifiestamente
alterada, es más, se ha llegado
a sugerir que es la alteración
en la percepción del tiempo la que
desencadena modificaciones en la
conciencia. Bajo estados de conciencia
alterados es común la cesación
de la sensación del fluir del
tiempo, pasando a percibir una amplia
gama de sucesos simultáneamente
como si la boca del embudo
de procesos mentales se hubiera
ampliado a costa de la sensación del
fluir de los sucesos. Debemos remarcar
que así como la percepción
del espacio que nos rodea es una
construcción mental, la percepción
del tiempo es también producto de
nuestra mente, y no es independiente
del estado de conciencia.

Ciertamente, la percepción del
mundo fenoménico va a ser tan flexible
como las propias estructuras
cerebrales que le dan forma. Si
bien es verdad que la preponderancia
del estado despierto en la cultura
occidental moderna responde a
una mejor adaptación al medio, este
estado es tan real como el resto
en términos de experiencia consciente,
que es al fin y al cabo la que
determina nuestro mundo interior,
incluyendo experiencias sensitivas,
sentimientos, pensamientos,
comportamientos y, en definitiva,
lo que realmente nos importa como
seres humanos.

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