Psicoactivos
Sexo y drogas

Las actitudes sociales hacia
el sexo y las drogas tienen
algunos puntos en común
sobre los que merece la
pena reflexionar...

29/07/09 · 0:37
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De forma progresiva
el sexo ha dejado de ser percibido
como una cuestión de moral
pública en las últimas décadas y, en
general, se admite que las personas
puedan hacer lo que deseen con sus
cuerpos mientras lo hagan de forma
consentida y sin perjudicar a terceros.

La posibilidad de acceder a
información objetiva y sin contenidos
moralizantes en relación con el sexo
es una realidad, pese a la persistencia
de algunas actitudes retrógradas.

La percepción social en relación con
las drogas en nuestra sociedad es
equiparable a la relativa al sexo…
con 50 años de retraso. En el siglo
XXI se admite que un político, un
médico o un juez pueda estar divorciado,
ser homosexual o tener relaciones
extramatrimoniales. Pero
cualquier contacto con las drogas
ilegales supone el descrédito y la
inhabilitación social absoluta. Por
ejemplo, algunos deportistas de élite
han sido amonestados o desposeídos
de medallas por fumar cannabis
en su entorno privado. También es
famosa la anécdota del ex presidente
norteamericano Bill Clinton, quien
se defendió de las acusaciones de
haber consumido marihuana en su
juventud argumentando que nunca
se había tragado el humo.

La combinación de ambos factores
(sexo y drogas) hace que los discursos
se decanten hacia el lado más
oscurantista y alarmista. Resulta
curioso cómo algunas expertas en
asuntos sexuales de periódicos o
programas de TV, como Lorena Berdún
o Vampirella, pueden explicar
con toda naturalidad las prácticas
sexuales más exóticas pero únicamente
hablan de riesgos o problemas
(esterilidad, impotencia, trastornos
mentales, toxicidad física…) al
hablar de drogas. Sin embargo,
muchas personas tienen interés en
explorar o experimentar el uso de
psicoactivos en el contexto de sus
relaciones sexuales. El tema daría
para un buen libro.

Las drogas, como el sexo, no son
únicamente ‘placer’ ni ‘riesgo’ y el
resultado final depende en muchas
ocasiones de la actitud del usuario.
En cuestiones de tipo sexual lo fundamental
es el contexto: si el estímulo
o la compañía no es el adecuado,
no existe psicoactivo que
haga aparecer el deseo de la nada.

Hay que tener en cuenta el tipo de
sustancia, las características de la
persona, su experiencia previa con
drogas… Algunas sustancias como el
popper o el GHB son apreciadas en
contextos de actividad sexual, aunque
es necesario conocer bien las
sustancias (dosificación, efectos
adversos, contraindicaciones…) para
evitar sustos y problemas. Los alucinógenos
(LSD, hongos, mescalina…)
suelen considerarse sustancias
demasiado perturbadoras para ser
utilizadas durante las relaciones
sexuales, aunque en dosis bajas y
usuarios experimentados pueden
aportar experiencias sexodélicas
muy gratificantes. La dosis es un factor
fundamental. Pequeñas cantidades
de estimulantes (cocaína, anfetaminas)
o depresores (alcohol)
pueden incrementar la euforia, desinhibición
o rendimiento sexual, pero
a dosis más elevadas imposibilitan
la erección en los varones, además
de predisponer a efectos adversos o
conductas de riesgo, como olvidar el
preservativo.

En definitiva, consulte con su médico
o sexólogo de cabecera o busque
información, objetiva y fiable, por su
cuenta, en el caso de que su profesional
de referencia sólo pueda ofrecerle
la moralina de costumbre.

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