"ANÁLISIS // EL ÚLTIMO NÚMERO DE LA REVISTA ""ESPAI EN BLANC"" ESTÁ DEDICADO A LA ""SOCIEDAD TERAPÉUTICA"", LA
¿Se puede hacer de la enfermedad un arma?

¿Cómo politizar el
malestar que provoca
que el capitalismo haya
secuestrado no sólo
nuestra fuerza de trabajo,
sino hasta el último
rincón de nuestra
realidad? Una cuestión
para la reflexión colectiva.

11/06/08 · 23:50
Edición impresa
JPG - 48.4 KB
BUSCANDO UNA SALIDA. Según el autor, el malestar nace de la imposibilidad de ser dueños de nuestra propia vida / graham

Imaginemos que más de un centenar
de personas se reúnen en
la sala que les ofrece un bar.
Que entre esta gente se encuentran
estudiantes, profesores,
pero sobre todo gente corriente que
no se define precisamente por su
trabajo, sino por su malestar. Malestar
quiere decir aquí sencillamente
estar mal con uno mismo. Y
uno está mal consigo mismo cuando
no se resigna a tener la vida que
tiene. Tenemos, pues, un centenar
de personas que no se resignan, que
quieren vivir más. Y hablan. Pero lo
interesante es que no se trata de una
tertulia ni de una conferencia. Es
una convocatoria abierta de Espai
en Blanc (www.espaienblanc.net)
dirigida a todo el que quiera asistir.
Y el pequeño milagro se produce
cada último jueves de mes: por
momentos surge un nosotros que
intenta pensar. En el centro de la
ciudad de Barcelona, en medio del
espectáculo permanente, se produce
un agujero negro. Un agujero
dentro de la realidad. Un agujero
negro para el poder y que, en
cambio, nos permite respirar.
El jueves 29 de mayo tuvo lugar
el último encuentro organizado por
Espai en Blanc en el bar Horiginal
de Barcelona. La pregunta que organizaba
el debate era muy simple:
“¿Se puede hacer de la enfermedad
un arma?”. Fue la cuarta y última
de las sesiones celebradas este año.
El título general de los encuentros
era La sociedad terapéutica, el mismo
que el de la revista publicada
por Espai en Blanc, y presentada
en Madrid a principios de junio en
el Patio Maravillas, espacio que
ahora se ve amenazado por el desalojo.
¿Qué significa el término
‘sociedad terapéutica’?
En una primera aproximación, sociedad
terapéutica significa sociedad
de la ‘medicamentalización’ generalizada.
Los niños que antes eran
revoltosos hoy son llamados hiperactivos,
y se tratan farmacológicamente.
La tristeza que la vida a veces
comporta se encara como antesala
de la depresión, o se califica directamente
de depresión, y como tal
es tratada. Son sólo algunos ejemplos.
Podríamos seguir mostrando
cómo la industria farmacéutica está
‘inventando’ enfermedades cuyo tratamiento
ya tiene a punto y nos ofrece
en bandeja. Todo esto es verdad,
pero aún insuficiente. En la sociedad
terapéutica es el mismo poder el que
se hace poder terapéutico, y por ello
es la propia vida la que cambia de estatuto.
En la actualidad, la política
consiste en gestionar la vida, y lo que
alimenta el capital no es ya el fruto
de mi trabajo, sino mi propia vida. Y
es esta misma vida gestionada, puesta
a trabajar, la que se convierte en
invivible.

Poder terapéutico

Nuestro malestar, el que nos une y
del que hablábamos al comienzo, nace
de la imposibilidad de ser dueños
de nuestra propia vida, de la imposibilidad
de expresar una resistencia
común y liberadora contra esta permanente
movilización. Por eso el poder
tiene que convertirse en poder
terapéutico, y la política en gestión
(productiva) de ese malestar. La política,
en definitiva, se aproxima a la
terapia ya que su función consiste en
mantenernos con el mínimo de vida,
en capitalizar nuestra vulnerabilidad.
En esta sociedad estamos condenados
a ser tan sólo una vida sostenible
al borde de la crisis. Es decir, el poder
terapéutico tiene como objetivo
principal imponer la persistencia del
ser precario que es el único ser que
podemos ser. El ser precario tiene
que persistir porque comporta un tipo
de vulnerabilidad que produce el
máximo de beneficios para el capital.
La precariedad no es por tanto
meramente laboral. La precariedad
configura nuestro ser y transforma
el hecho mismo de vivir.

Vivir, entonces, ya no será simplemente
vivir. Vivir será tener una
vida. Y el que tiene una vida debe
cargar con ella, cuidarla, mejorarla,
hacerla productiva. En definitiva,
vivir es trabajar la propia vida
como el que intenta optimizar su
currículo para no caer fuera de la
movilización, para no ser excluido.
El poder terapéutico, en conclusión,
nos concede (tener) una vida.
De esta manera, no es en absoluto
exagerado afirmar que la vida se
convierte en nuestra cárcel. Efectivamente,
si antes el poder dominaba
en la medida que nos imponía
la obligación del trabajo, hoy el
poder terapéutico domina en la
medida que nos impone la obligación
de tener una vida. La vida ciertamente
constituye nuestra cárcel.

Pero la vida es, asimismo, el campo
de batalla. Nosotros podemos
negarnos a tener una vida. Podemos
hacer estallar nuestra vida,
podemos convertir nuestra vida en
un acto de sabotaje. Podemos intentar
hacer de nuestro querer vivir
un desafío. Los encuentros de
Espai en Blanc con los que empezábamos
son la prueba de que, por
unos momentos, es posible avanzar
hacia un nosotros que se autoconvoca.
En este nosotros ya no tenemos
una vida: somos una vida.
Entonces mi malestar deja de ser
algo privado y empieza a politizarse.
Porque éste es el objetivo: ¿cómo
darle una salida creativa, crítica,
subversiva… (cada uno debe
poner aquí el adjetivo que quiera)
a nuestro malestar?

+A Agrandar texto
+A Disminuir texto
Licencia

comentarios

0

separador

Tienda El Salto