ANÁLISIS // SISTEMA PRODUCTIVO Y SALUD MENTAL
Salud mental y capitalismo

Este autor va más allá de los argumentos que explican cómo la crisis perjudica la salud mental para plasmar que son las dinámicas del sistema capitalista y el trabajo las que generan el malestar social y mental.

22/01/09 · 0:00
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Texto de Alejandro Bello Gómez

La crisis de sobreacumulación
de capital en la que estamos
inmersos tiene hondas
repercusiones sobre la
salud. Para entender esto hace falta
entender la salud asociada al sistema
productivo en que los trabajadores
venden su fuerza de trabajo.
Hay que apostar a la grande. No es
cuestión de que el estrés, cual infección
vírica, se convierta en una
plaga por culpa de la incertidumbre.
Las cosas no funcionan así o,
al menos, no sólo así.

Sin determinismo biológico

Los problemas de salud mental no
se pueden considerar enfermedades.
No tienen una causa biológica
que las ‘determine’. Ni siquiera la
herencia, por mucho que los suplementos
de salud de los periódicos
informen del descubrimiento del
gen asociado a tal o cual comportamiento
o enfermedad. Incluso en el
caso de la esquizofrenia, sabemos
que lo que mejor puede predecir
una buena evolución son los logros
formativos y laborales, las habilidades
sociales, las condiciones económicas,
la tolerancia familiar y la poca
implicación de la familia en las
decisiones sobre el tratamiento. Lo
mismo que sabemos que la pobreza,
la etnia de pertenencia y el género
son buenos predictores de la
probabilidad de padecer un trastorno
mental grave. Y también sabemos
que las tasas de recuperación
de personas diagnosticadas de esquizofrenia
varió en el siglo XX dependiendo
de la fase de ciclo en que
estuviera el capitalismo. En época
de crisis la recuperación clínica y
social disminuye notablemente.

Más débiles, menor atención

En este momento la privatización
conllevará que los más susceptibles
de sufrir los efectos de la crisis
recibirán menor atención. Para hacernos
conscientes de las influencias
socioeconómicas en la salud
mental no hay como buscar en los
papeles de instituciones no sospechosas
de bolchevismo: en su informe
titulado Los determinantes
sociales de la salud. Los hechos
probados, la OMS deja bien clara
la relación entre actividad productiva,
privación y salud.

La atención sanitaria en los sistemas
occidentales de seguridad social
nace como estrategia de la clase
dominante para garantizar que la
fuerza de trabajo no escaseara. Son
sistemas de seguridad social paliativos,
que no hacen de la prevención
socioeconómica (la seña de identidad
de los modelos de salud revolucionarios)
uno de sus pilares.

Pero ya en 1987 y en 1993 el Banco
Mundial advertía de la “necesidad”
de acometer reformas, como
las actuales, en pos de la parasitación
de lo público por parte de un capital
sin ámbitos donde seguir generando
plusvalor. Desde entonces, todos
los gobiernos del Estado español
(la democracia parlamentaria
burguesa no entiende de siglas) han
ido profundizando en las vías para
la privatización: desde el Informe
Abril, hasta la Ley 15/97, con argumentos
de ‘manual de privatización’,
a excepción de la ‘financiación directa’
por parte del paciente, la más
impopulosa medida. Por lo demás
(autonomía competitiva hospitalaria,
‘libre elección de médico’, acuerdos
cooperativos hoy plasmados en
las Entidades de Base Asociativa,
contención y primas ante la reducción
del gasto farmacéutico y de
pruebas...) está todo inventado.
Y, como no puede ser de otra manera,
existe un correlato ideológico
que ayuda a sostener la situación.

Ese correlato se sustenta en la negación
de las causas sociales de la
pérdida de salud, así como en la
culpabilización de la víctima. Serán
los comportamientos individuales,
dicen, los que nos salven de caer
en las enfermedades. Que cada uno
de nosotros se preocupe por una
buena prevención conductista, que
si falla ya paliarán el síntoma. Pero
en salud mental la contradicción es
aún más clara. La culpabilización
de la víctima se hace al mismo
tiempo que la construcción social
de mentes donde la tolerancia a la
demora temporal, al refuerzo inmediato,
al hedonismo y a la conquista
compulsiva y veloz de objetivos
de consumo. Como solución,
te ponen en bandeja el consumo de
psicofármacos.

Malestar en la vida cotidiana

Por otro lado, la asfixia presupuestaria
de los últimos años en
los recursos de salud mental y la
privatización están empezando a
conseguir que los mismos profesionales
opten por reducir el tiempo
de atención a las personas que
acuden por problemas emocionales
a los centros de salud mental,
casi acusándoles de robar el tiempo
a los pacientes que están “realmente
graves”. Y puede que tengan
algo de razón, pero la persona
que acude a consulta de salud
mental necesita entender qué le
ocurre, no que le digan que es un
egoísta. Es una estrategia muy parecida
a la de las urgencias hospitalarias
cuando protestan de que
acuden a ellas usuarios con “simples
gripes”. Esto no hace más que
esconder lo evidente de los recortes
presupuestarios y sus consecuencias.
Al final, nosotros mismos
culpabilizaremos a las víctimas
y ellos cuadrarán su círculo.

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