¿Cuáles son las causas y los posibles remedios del
malestar psicológico del ser humano? La psicología
crítica denuncia y muestra cómo las teorías y prácticas
psicológicas se encuentran atravesadas de
manera ineludible por el plano político y social.
Dos libros presentados en Madrid a finales de noviembre
se han encargado de desgranar algunos de
los temas que aborda la psicología crítica, como la
elaboración de instrumentos de control ideológico
y social, las cuestiones de sexo y género o la educación
de los menores, así como de los diferentes
enfoques de psicología alternativos.
- SUPUESTOS ERRÓNEOS. En las sociedades actuales, en lugar de cambiar las condiciones
económicas y sociales, se adapta al individuo a las mismas mediante terapia./Irene Cuesta
El psiquiatra Guillermo Rendueles,
que participó en la
presentación de Psicópolis:
paradigmas actuales y
alternativos en la psicología contemporánea
(editorial Kairós) y Antipsychologicum:
el papel de la psicología
académica: de mito científico a
mercenaria del sistema (editorial
Virus), expone cómo para informar
al paciente de la eficacia y efectos
de una psicoterapia habría que impartirle
un curso de epistemología
que le enseñase a discriminar entre
los distintos presupuestos teóricos e
incluso ideológicos de cada escuela
y terapeuta. Sólo de este modo, se
accedería al pertinente consentimiento
informado del paciente.
Bajo el rótulo de ‘psicólogo’ o ‘psicoterapeuta’
se esconde, en efecto,
una pluralidad de escuelas en gran
medida opuestas entre sí, cada una
con su propia teoría sobre la persona,
las causas del malestar psicológico
y las correspondientes terapias
o modos de afrontarlo.
La situación descrita contrasta
con el monopolio académico del enfoque
llamado cognitivo-conductual
en las facultades de psicología,
en convivencia con la perspectiva
biomédica y farmacológica propia
de la psiquiatría. La sorpresa del licenciado
es mayúscula cuando descubre
que, sin embargo, más de la
mitad de los psicólogos y terapeutas
en activo siguen orientaciones
distintas a la única que hasta entonces
le ha sido presentada.
Tiene entonces dos opciones: cerrar
los ojos ante la incómoda pluralidad
terapéutica y dedicarse con
tanto empeño como limitación a lo
ya aprendido, o tratar de orientarse
en el mar de escuelas y orientaciones
de psicoterapia donde, además
de las alternativas clásicas al enfoque
cognitivo-conductual que son
las escuelas de psicoanálisis (Freud,
Jung, Adler...) y de psicología humanista
(Frankl, Rogers, Maslow...),
pululan otras incontables
etiquetas (psicología sistémica, análisis
transaccional, terapia gestalt,
psicología transpersonal, psicología
integral...). Todas ellas conforman
lo que podemos calificar como ‘psicología
alternativa’, en tanto que
constituyen una alternativa a la psicología
oficial o dominante en la
academia. Todas ellas son también
en cierta medida críticas, pues cuestionan
en mayor o menor grado dicha
psicología desde el punto de vista
epistémico, al considerar que la
imagen del ser humano y las
causas y remedios del malestar
que la psicología oficial
postulan son cuando menos
parcialmente erróneas o incompletas.
Pero dentro, o además, de
la psicología alternativa encontramos
aquellas corrientes
y escuelas que podemos
calificar propiamente como
psicología crítica: antipsiquiatría,
contrapsicología,
psiquiatría radical, esquizoanálisis,
psicología social crítica
y comunitaria, etc. La crítica
de esta psicología no se limita
al ámbito epistemológico,
sino que apunta de lleno
al plano social y político, alcanzando
no sólo a la psicología
y psiquiatría dominantes,
sino también a muchos
de los enfoques alternativos.
Desde que se autoproclamó
ciencia a finales del siglo
XIX, la psicología ha pecado
de una visión individualista y
asocial de los problemas humanos,
omitiendo en su discurso
las variables sociopolíticas
que generan buena parte
de los problemas y malestares
que habitualmente son
conceptualizados y reducidos como
‘psicológicos’, produciendo así la
falsa ideología de que estos problemas
obedecen a circunstancias que
no van más allá del sujeto individual,
al cual hay que limitar entonces el
ámbito de actuación. En consecuencia,
no habrá que cambiar las condiciones
laborales, económicas o sociales,
sino adaptar el individuo a las
mismas mediante un repertorio terapéutico
que incluye el suministro
de drogas farmacéuticas o las diversas
técnicas de reprogramación
cognitiva. De esta manera, las condiciones
objetivas siguen siendo
igualmente opresoras, pero el sujeto
en cuestión puede ahora estar incluso
subjetivamente contento. La
psicología crítica denuncia y muestra
cómo las teorías y prácticas psicológicas
se encuentran atravesadas
de manera ineludible por el plano
político y social.
Ejemplo de ello son las indicadas
concepciones dominantes de la psiquiatría
farmacológica y la psicología
cognitiva-conductual, donde el
comportamiento del ser humano se
reduce al determinismo mecanicista
fisiológico o ambiental, pero también
numerosas psicologías alternativas
de corte new age donde, al contrario
que en las anteriores, el sujeto
es concebido con independencia de
cualquier condicionamiento material.
Ya sean ‘enfermedades’, ‘trastornos
desadaptativos’ o ‘crisis de
crecimiento espiritual’, tanto en la
cosificación como en la descontextualización
de la persona topamos
con una imagen asocial y conformista
del entorno ético y político coadyuvante
del malestar patológico.
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