EL BIKE PORN FESTIVAL LLEGA A MADRID
Pornobici, toma el control en la cama y en la calle

Una propuesta por la libre sexualidad y el transporte. Si
nunca se te había ocurrido relacionarlos, sigue leyendo
que nos lo explican desde el colectivo Bike Smut.

04/10/11 · 4:00
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Foto: OjosdepezKO.

Tú, una cámara doméstica y la bici
como eje vertebrador de una
historia porno que luego se proyecta
en un espacio público. Es la
propuesta impúdica de Bike Smut,
un festival de cine porno que desde
2007 gira por centros sociales,
tiendas de bici y teatros promoviendo
la autonomía en el sexo y
en el transporte con bicicleta y
que ahora se encuentra de gira
por Europa. Las paredes de dos
centros sociales madrileños,
Casablanca y el Patio Maravillas,
fueron escenario del delito los días
17 y 18 de septiembre. Diversos
colectivos y personas que usan la
bici a diario y están interesadas en
cuestiones de género y sexualidad
organizaron el primer Bike Porn
Festival de Madrid, donde invitaron
a Bike Smut. Además de cine,
hubo un taller de juguetes sexuales
con ruedas y otros materiales
reciclados y una gymkana rodada
para llegar armada y sudada a las
proyecciones.

Alrededor de una mesa coja,
charlamos con tres “bikesexual”;
así se autodefinen estos personajes
del colectivo Bike Smut. Ella, estupenda,
responde al pseudónimo de
Poppy Cox. Le acompañan Reve -
rend Phil, con aires de amo, y
Liberty Sprocket, que juega el papel
del joven anarcopunk andrógino.

‘DO IT YOURSELF’

Detrás del Bike Porn hay una filosofía
de vida radical: hazlo tú misma.
Defienden la autogestión en la movilidad
y en un terreno más virgen dentro
de la política: la representación
de la sexualidad. Se podría resumir,
dice R. Phil, en “tener el control de tu
vida en la cama y las calles
”.

“La pornografía es una forma de
representar la sexualidad y si queremos
cambiar las representaciones
sociales de nuestra sexualidad tenemos
que empezar a controlarlas, lo
que implica explorar qué es tu propia
sexualidad. Mostrar esto, ponerlo
ante una mirada pública, hablar
de ello con tu comunidad, más que
guardarlo para ti y esconderlo, constituye
un desafío frente a las
representaciones y el porno mainstream”,
explica L. Sprocket.

R. Phil toma la palabra: “La mayor
parte del porno apesta. No es inspirador,
no te provoca alegría. Es una
solución a corto plazo para algunas
personas. Lo que defendemos es que
la gente haga una pornografía propia
que le haga sentir alegría, placer,
sobre la sexualidad. Si haces tu propio
porno y te sientes bien haciéndolo,
va a estar muy bien y seguro que
otra gente puede disfrutarlo”.

La bicicleta, por su parte, es una
propuesta radical de movilidad: “Con
la bici no necesitas que nadie te lleve
a ningún sitio, llegas por ti misma,
puedes arreglarla por ti misma”, nos
cuenta Poppy Cox. Cuando comenzó
a moverse en bici en Londres se le
abrió un mundo lleno de posibilidades:
“Poder elegir desplazarte en bici
es muy potente, sobre todo viniendo
de Norteamérica, donde el coche es
el símbolo por excelencia y sólo
montas en bici si no te puedes permitir
conducir un coche. Además, honestamente,
la bici me hace sentir
genial. Te pone duro el culo”.

NUEVAS NARRATIVAS

Una aventura de lego, muñecos en
bici con grandes órganos sexuales
que emanan de su rigidez de plástico
salvan al mundo del vertido de
una toalla gris; una bici estática hecha
a la medida de tus agujeros y
tus fantasías para mantenerte en
forma; el striptease que te montas
para seducir al que tienes en frente
en una fiesta (llueve, has llegado pedaleando
y llevas varias capas de
plástico, hasta una bolsa en cada pie
que se ha calado). Historias cortas,
divertidas, sugerentes, amateur, algunas
realmente bonitas, alguna
otra más burda. Historias gays, lésbicas,
queer, o más heterodoxas.
Sexo de dos, o de multitudes, también
monólogos sexuales, y diálogos
entre tú y la rueda, el sillín o la
barra de tu bici.

Bike Smut no tiene criterios editoriales
y, a pesar de ello, el porno
que atraviesa las películas es otro.
Puedes disfrutar sin indignarte.
“Quizás ofrecer la oportunidad a la
gente que no se siente representada
en el porno comercial de hacer sus
propias cosas sea la razón por la
que nos llegan obras con perspectivas
muy diversas. Encontrar tu propio
discurso es empoderador
”, opina
Sprocken. Pero películas malas
también llegan, nos confiesa Cox:
“Ha sido difícil encontrar películas
hechas por hombres con nuevas narrativas,
sobre todo por hombres
heterosexuales”.

PORNO COLECTIVO

La única forma de ver las películas
de Bike Smut es acudiendo a las proyecciones.
No se distribuye ningún
DVD ni se pueden descargar por la
red. Así garantizan la privacidad de
quienes hacen las películas. Pero, sobre
todo, hay una apuesta política de
sacar el porno del cuarto propio conectado.
Para Sprocken, “en nuestra
sociedad estamos acostumbrados a
consumir imágenes solos, en la red,
sin hablar, y esto es una oportunidad
de ver estas obras en comunidad
y discutir ideas sobre la sexualidad
o la obscenidad”.

“Además es más divertido: vienes,
ves sexo, hablas sobre él y
luego puedes pedalear a algún lugar
y tener algo de sexo”, dice
Cox, no sabemos si rememorando
las dos noches madrileñas.

Crónica de una perra sobre ruedas

Por @SUPONEPÉREZ

Una tórrida tarde de asfalto en
Madrid. Es sábado. Dejo la ropa
mojada en la lavadora y salgo en
bici. Me dirijo a una gymkana sobre
ruedas en el marco del Bike Porn
Fest. Temor y expectación en las
venas. Yo seré perra, pero las que
organizan ni te cuento.

Seis pruebas en seis puntos calientes
de la urbe. «Lo importante en
esta competición erótica festiva no
es la velocidad sino la creatividad y
el guarreo». Perfecto, hoy no me apetecen
polvos rápidos, prefiero remolonear
en mi sillín.

Pistoletazo de salida. Nuestras bicis
cruzadas sobre la calle estrecha y
pelada de aceras cortan el tráfico. Las
montamos y escapamos en parejas a
tomar la ciudad con nuestros cuerpos
y nuestras bicis.

Prueba uno en la Catedral de la Almudena:
foto erótica con tu pareja. Bendita
sea, sólo se me ocurren obscenidades
pensando en bodorrios.

Prueba dos, en una tienda de bicis.
Una de las organizadoras, maquinilla
de afeitar en mano, nos ordena: «Elegid
un lugar de vuestro cuerpo, él ya
lo ha hecho». Él, que trabaja en la
tienda, sólo viste un delantal que le
cubre por delante; se da la vuelta y
decido pelarme como él.

Prueba tres en el Retiro. Me atan a mi
pareja con una cadena de bici grasienta,
bien apretada, y tiran el tronchacadenas
al lado de una colmena de
familias. Me siento como una perra
atada en busca de su hueso mientras
me azotan con un látigo made in el
taller de juguetes eróticos del festival.
Al principio duele, después escuece,
luego me gusta.

Prueba cuatro, en el Corte Inglés. Gasa,
satén, tafetán, el vestuario es una fiesta
de vestidos caros y horteras. Mi proceso
de conversión en perra se agudiza a la
velocidad del flash. El book nos lleva
tanto tiempo que no llegamos a la quinta
prueba, en la sede del PP. Imagínesela.
Tampoco llegamos a la del masaje
en el Templo de Debod; me quedo sin
mi plato de caricias.

Evidentemente, no gano el collar de
perra de la competición, pero me siento
sexy, tengo el culo duro y siento que
la calle y la noche también son mías.

Tags relacionados: LGTBIQ Sexualidad Queer
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Foto: OjosdepezKO.
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