Desde el presente es difícil pensar que la coca
y la cocaína se consumían a finales del siglo XIX en
vinos y refrescos que vendían hasta en las farmacias.
- Ilustración: Luis de Mano.
Las sustancias activas –o fármacos,
en sentido amplio– forman parte de
la historia del ser humano, aunque
desde comienzos del siglo XX determinados
sectores las hayan dividido
en ‘buenas’ (rebautizadas como ‘medicamentos’)
y ‘malas’ (calificadas
peyorativamente como ‘drogas’). Es
difícil eliminar un prejuicio tan firmemente
asentado cuando en el lenguaje
coloquial y en los medios de
comunicación políticamente correctos
‘la droga’ se toma como sinónimo
de ente diabólico.
Acaba de cumplirse un siglo del
primer pacto internacional en materia
de drogas, el que inauguró la era
de la prohibición que aún vivimos.
El 23 de enero de 1912, doce países
firmaron en La Haya un tratado para
controlar el comercio de sustancias
psicoactivas. El objetivo principal
era regular el opio y sus derivados,
pero también afectó a la cocaína, un
fármaco que en aquella época los
sectores norteamericanos más conservadores
asociaban a la delincuencia
y a la comunidad negra. El de La
Haya es el primero de una serie de
acuerdos que –actuando contra natura–
han servido para poner fuera
de la ley positiva (las leyes naturales
no dependen de los caprichos de los
gobernantes, afortunadamente) una
lista creciente de productos que son
patrimonio de la humanidad y que
ya sólo podemos conseguir acudiendo
a la distribución ilícita, con lo que
ello supone de adulteración, riesgos
para la salud y posibles problemas
legales. Hasta comienzos del siglo
XX las drogas eran un artículo de
consumo más, y su buen o mal uso
dependía del criterio de cada persona.
En cambio, a partir de este momento
fue aumentando la injerencia
estatal en un sector que antes se consideraba
exclusivamente individual,
con lo que se creó un problema que
antes no existía.
Una de esas sustancias es la coca,
un arbusto originario de las regiones
andinas que desde tiempos inmemoriales
se ha utilizado en Sudamérica
para diversas aplicaciones. Después
de la conquista española se siguió
consumiendo sólo en esa zona, y hubo
que esperar a mediados del siglo
XIX para que despertara el interés
de los investigadores europeos.
Pronto salieron al mercado productos
que contenían coca, entre ellos el
Vino de Coca Mariani, que consumieron
escritores, actores, reyes, e
incluso los papas Pío X y León XIII.
Este vino fue tan popular que, en un
intento de imitarlo, nació la bebida
más conocida de nuestra era, la
Coca-Cola (marca registrada).
Eritroxilina o cocaína
Los científicos emprendieron la tarea
de aislar el principio activo de las
hojas de coca. Lo consiguió por primera
vez en 1855 el químico alemán
Friedrich Gaedcke (1828-1890),
quien lo llamó ‘eritroxilina’. En 1860
Albert Niemann encontró un mejor
procedimiento de síntesis y dio al alcaloide
su nombre actual. La cocaína
se usó muy poco hasta que en
1883 un médico militar, Theodor
Aschenbrandt, compró un suministro
para utilizarlo con los soldados
de su compañía y describió posteriormente
sus efectos beneficiosos
para soportar la fatiga. El joven doctor
Sigmund Freud leyó su artículo,
se decidió a probarla y se maravilló
de sus propiedades. Gracias a la difusión
que hizo el padre del psicoanálisis,
las aparentemente infinitas
aplicaciones terapéuticas de este fármaco
causaron una gran euforia en
el ámbito de la medicina. El optimismo
reinaba por doquier, pero surgieron
casos de abuso que sirvieron a
los sectores más conservadores para
proclamar que la cocaína es una
droga perjudicial que causa una
adicción fatal e irreversible, razón
por la que debía estar sujeta a control.
En realidad es el exceso, y no
la sustancia en sí, lo que causa los
inconvenientes, pero a los prohibicionistas
nunca les han interesado
estos pequeños –aunque importantes–
detalles.De todas formas, la cocaína
aún se siguió vendiendo libremente
en las farmacias, y el buen
uso o abuso se dejó al libre arbitrio
de cada uno. El mismo Freud, después
de haberla utilizado durante
varios años, abandonó su consumo
sin ninguna molestia.
Y llegó la prohibición
Los prohibicionistas fueron sumando
fuerzas, y liderados por los
sectores más conservadores de
Estados Unidos lograron que en
1912 se celebrara la Convención
de La Haya, que no obstante no dejó
nada decidido porque fue respaldada
por pocos gobiernos. Sin
embargo, los acuerdos se incorporaron
al Tratado de Versalles –el
que puso fin a la Primera Guerra
Mundial en 1919–, con lo que prácticamente
todos los países los
aceptaron al firmar la paz. Los
subsiguientes tratados internacionales
sobre drogas han ido incrementando
el control, hasta el extremo
de que la Convención Única
sobre Estupefacientes de 1961 decretó
también la prohibición del
uso de la hoja de coca –excepto para
fines médicos y científicos– y
recomendó la destrucción de este
cultivo milenario.
Para saber más:
- HISTORIA
La Historia de la coca en el siglo XIX: En 1884 el farmacéutico John
Pemberton comercializó en Atlanta
(USA) una imitación del Vino de
Coca Mariani, un gran éxito comercial
de la época. Dos años después
se prohibió el alcohol y debió
eliminar el vino de la fórmula, aunque
conservó las hojas de coca y
nuez de cola originales. Tras la
muerte de Pemberton, Asa
Candler, un ambicioso empresario,
se hizo con el control de la compañía.
En 1903 decidió que las hojas
se 'descocainizaran' previamente.
Desde entonces hizo todo lo que
pudo para borrar los testimonios
que recordaran que la Coca-Cola
había contenido cocaína.
- LIBROS
Pioneros de la coca: La obra Pioneros de la coca y la
cocaína, editado por Biblioteca
Letras Psicoactivas, trata sobre dos
sustancias que forman parte de un
fenómeno en apariencia maldito e
impronunciable, pero que en realidad
es parte inseparable de la vida,
la sociedad y la cultura del ser
humano: las drogas. Arranca con
una breve historia de la coca y la
cocaína que sirve de introducción a
los escritos más representativos de
los grandes pioneros farmacófilos:
von Bibra, Cooke, Johnston,
Aschenbrandt, Merck, Koller,
Mariani y Freud. Completan la obra
«Cocaína», de Aleister Crowley, y «La
coca: una tradición andina», una
encendida defensa de esta planta,
junto con dos artículos de actualidad:
«Observaciones sobre la neurobiología
de la cocaína y la adicción
a esta sustancia», de los investigadores
José Carlos Bouso y Jordi
Riba, y «Efectos y riesgos de la
cocaína», del doctor Fernando
Caudevilla, colaborador habitual de
este periódico.
- CIENTÍFICOS Y COCA
Investigación:
Ernst von Bibra, Theodor
Aschenbrandt, Karl Koller y
Sigmund Freud son algunos de los
científicos relacionados con la
coca o la cocaína. Paolo
Mantegazza (1831-1910) fue el
más entusiasta de todos ellos.
Neurólogo y fisiólogo italiano,
quedó tan encantado con las cualidades
de la coca que en sus
escritos habló sobre sus beneficios
sobre el rendimiento físico y
mental y se mostró convencido de
que un hombre adulto puede utilizarla
en abundancia sin ningún
inconveniente.
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