SALUD
Medicinas alternativas, una visión crítica (II)

Las medicinas alternativas
triunfaron a finales del siglo
pasado al socaire del ecologismo.
Pero después de este
primer boom, los movimientos de
consumidores y el de defensa de una
salud pública han reaccionado y las
están poniendo en su sitio. Muchos
naturópatas y curanderos no son licenciados
en medicina, ni en enfermería,
ni en dietética, ni en otras
ciencias de la salud. Y lo malo no es
que estén ejerciendo el honorable
arte de curar -nadie debería tener el

, Médico y miembro del colectivo Sumendi
07/12/06 · 13:26
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Las medicinas alternativas
triunfaron a finales del siglo
pasado al socaire del ecologismo.
Pero después de este
primer boom, los movimientos de
consumidores y el de defensa de una
salud pública han reaccionado y las
están poniendo en su sitio. Muchos
naturópatas y curanderos no son licenciados
en medicina, ni en enfermería,
ni en dietética, ni en otras
ciencias de la salud. Y lo malo no es
que estén ejerciendo el honorable
arte de curar -nadie debería tener el
monopolio-, lo peor de todo es que
pasan consulta cargados de prejuicios.

Se da por sentado que siempre
será mejor lo natural, lo integral y lo
vegetariano; nos seduce más lo desconocido,
lo exótico, lo milenario y
las culturas lejanas. Muchos terapeutas
y adeptos suelen partir de discursos
simplistas y presupuestos falsos:
casi todas las enfermedades son
curables y la gente enferma por no
seguir las Leyes de la Naturaleza
(con mayúsculas), igual que uno peca
y va al infierno por desobedecer
la Ley de Dios. Tampoco es cierto
que la mayoría tenga una visión holística
o compleja de la salud (predominan
los modelos individuales,
pseudobiológicos, esotéricos y espirituales,
en detrimento del modelo
ecosocial). Sin embargo, la epidemiología
ha demostrado que los hábitos
(dieta, ejercicio, tóxicos...) aun
siendo muy importantes, no lo son
todo. Hay factores genéticos no modificables,
y factores sociales que
tampoco se modifican a corto plazo.

“Pues a mí me ha funcionado”,
argumentan muchos. La cosa no es
tan simple: numerosas patologías
crónicas se caracterizan por tener
altibajos naturales. Una mejoría
puede deberse a una casualidad
(coincide con algún otro cambio
imperceptible) o a una peculiaridad
genética personal. Muchas mejorías
suelen deberse al efecto placebo,
que es pasajero y no cura las enfermedades
degenerativas.

Existen, en fin, dos peligros frecuentes.
Uno es ‘patologizar’, diagnosticar
algo que no existe o que no
es una enfermedad. Y otro es el perder
un tiempo precioso en tratamientos
inútiles, retrasando así el diagnóstico
y tratamiento de enfermedades
graves. Pero no todo son malas noticias:
desde hace unas dos décadas
han empezado a crearse centros de
investigación de medicinas complementarias,
financiados por algunos
gobiernos que están evaluando su
posible eficacia. Dichos centros están
separando el grano de la paja.
Aun así, el número de terapias alternativas
aumenta más rápidamente
que la capacidad de la sociedad para
investigarlas con rigor.

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