Más de cincuenta años después, el mismo modelo con menos ropa

El ser humano asocia belleza a
bondad y no se puede pedir a
Disney que sea la excepción a la
regla. Pero la belleza no deja de
ser una construcción cultural y,
por tanto, la definición de lo
bello cambia y depende en parte
de los cánones aceptados y
transmitidos por los agentes
socializadores, entre ellos los
medios de comunicación. En
lugar de aprovechar su influencia
para proponer otros modelos,
Disney tampoco ha escapado de
las modas: según un estudio de

, Madrid
23/12/11 · 8:03
Edición impresa

El ser humano asocia belleza a
bondad y no se puede pedir a
Disney que sea la excepción a la
regla. Pero la belleza no deja de
ser una construcción cultural y,
por tanto, la definición de lo
bello cambia y depende en parte
de los cánones aceptados y
transmitidos por los agentes
socializadores, entre ellos los
medios de comunicación. En
lugar de aprovechar su influencia
para proponer otros modelos,
Disney tampoco ha escapado de
las modas: según un estudio de
2004 de la investigadora Celeste
Lacroix, del College of Charleston,
las últimas heroínas de la
Disney tienen más escote,
menos ropa y son más sensuales
que sus predecesoras.

Es decir,
que entre Blancanieves y Pocahontas
hay un abismo, y varias
capas de ropa se despeñaron
por él: pensemos en los hombros
y el ombligo al aire de Jasmine
(Aladin), la minifalda de Pocahontas
o la camisa caída de
Esmeralda (El jorobado de Notre
Dame).

El modelo también es racista,
porque son los personajes de
apariencia no caucásica (Jasmine,
Pocahontas, Esmeralda) los
que presentan atributos más
sexualizados, identificando lo
sensual con lo exótico y lo prohibido.
La tendencia se suavizó
tras El jorobado de Notre Dame,
tras la desatada explotación
sexual de la mujer en la cultura
audiovisual de los años ‘90. De
hecho, en Tiana y el sapo no hay
diferencias de características físicas
entre la protagonista de raza
negra y su amiga de raza blanca,
dado que se asume que ambas
son de edades similares. En esta
película –un esfuerzo por acercarse
a realidades más actuales:
mujeres trabajadoras– los personajes
de raza blanca son de
clase alta y los de raza negra,
baja, en algo que podríamos
considerar como una representación
realista de la época (los
años ‘20)... Hasta que llegamos
al príncipe, único personaje
negro de buena posición económica.

Si resulta chocante porque
no estamos acostumbrados a ver
a príncipes negros o porque
asoma la sospecha de que los
matrimonios interraciales sigan
siendo un tabú es algo que no
podemos precisar. Por supuesto,
tampoco aparecen en Disney
familias monoparentales (salvo
que uno de los miembros del
matrimonio haya muerto) ni
homosexuales.

“El problema con el modelo cultural
imperante es que hay
mucha gente que se encuentra
bien en él, pero no se da cuenta
de que otra mucha gente no lo
hace, porque no encaja en el
estereotipo. La igualdad no es
ser iguales: igualdad es el derecho
a poder ser diferente sin sentirse
–ni ser– desplazado”, concluye
la agente de igualdad Eva
Velasco.

Más en este número:

- [De Blancanieves a Rapunzel, el cuento oculto de las princesas->17071]

Tags relacionados: Número 164
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comentarios

1

  • |
    anónima
    |
    30/12/2011 - 12:39pm
    Ciertamente, es monstruoso ver cómo nos venden la moto con las princesas Disney...: ¿quién no ha visto todo los productos que se venden en torno a las Princesas? Y la cosa va in crescendo. Pensamos que vamos hacia adelante pero, en cuestiones de género, vamos hacia atrás. Estos estereotipos, a parte de hacer mujeres pasivas, crean mentes altamente manipulables. Por no hablar de la cursilería generalizada que crean: estas princesas padecen unos comportamientos impostados de excesiva afectación e infantilismo; eso, luego viene reproducido. En vez de conductas resolutivas y maduras, se convierten en estereotipos ajenos a ellas. Depender de esos estereotipos nunca permitirán a una persona ser independiente y madura. Está claro.
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