SALUD MENTAL // TRASTORNOS PSICOLÓGICOS DERIVADOS DE LAS DIFICULTADES EN LAS MIGRACIONES
Las huellas del ir y venir

La emigración es una
experiencia traumática
en la que el sentimiento
de pérdida y las reacciones
de negación se ven
extremadas por las
dificultades legales.

16/10/06 · 19:56
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La infinidad de problemas
con los que se encuentran
los inmigrantes en su éxodo,
agravadas por circunstancias
como la falta de papeles,
las políticas de exclusión, la
explotación laboral, las graves carencias
sanitarias, de vivienda,
etc., hacen que esta población sea
más vulnerable ante las enfermedades
mentales. Desde la perspectiva
psicológica, todo aquello
que tiene que ver con las pérdidas
y la manera de afrontarlas se
denomina duelo o estrés migratorio.
Los problemas psicológicos
surgen de las dificultades en la
elaboración de ese duelo.

Es especialmente dura la situación
de las personas indocumentadas,
en muchas ocasiones con
una orden de expulsión bajo el
brazo, que, por otra parte, no puede
ejecutarse por la falta de convenios
de readmisión con sus países
de origen. Con una denegación
de la tarjeta de asilo injustificada,
en espera de cita para solicitar la
residencia por arraigo -que probablemente
será denegada-, con antecedentes
penales que les imposibilitan
del todo regularizarse...

Desde la Administración, cuando
no se puede ni deportar ni regularizar
a las personas, se opta por
invisibilizarlas, dejándolas en un
limbo de espera interminable, en
el que no están, no son, no existen.
Esta cronificación de dificultades
favorece la aparición de
trastornos depresivos: el individuo
se siente agotado en su lucha
por la elaboración del duelo
y se hunde en la desesperanza.
La situación de marginación les
hace imposible gestionar su propia
vida de un modo autónomo
y sólo les queda buscarse la vida
o recurrir a las escasas ayudas que
desde la Administración se proponen.
En muchas ocasiones, esta situación
aboca a muchas personas
al consumo abusivo de alcohol u
otras drogas que complica del todo
el proceso, y que les hace ‘pasar
el rato’ hasta que la situación
mejore. A veces, piensan, todo es
cuestión de tiempo...

El síndrome de Ulises

En el Servicio de Atención Psicopatológica
y Psicosocial a Inmigrantes
y Refugiados, (SAPPIR) ,
del Hospital Sant Pere Claver, en
Barcelona, se ha observado que
más del 50% de los atendidos presentan
una sintomatología similar:
ansiedad, depresión, tristeza, temores,
irritabilidad, trastornos disociativos
(confusión) y psicosomáticos
(cefaleas y dolores abdominales,
fatiga intensa, alteraciones
del sueño...), que se engloba en
lo que han denominado síndrome
del inmigrante con estrés crónico o
síndrome de Ulises. De acuerdo
con el fundador y director de SAPPIR,
el psiquiatra Joseba Atxotegui,
“se trata de una sintomatología depresiva
con características atípicas,
en la que los síntomas de tipo depresivo
se entremezclan con los de
tipo ansioso, somatoformo [con variedad
de formas] y disociativo”.
El equipo del SAPPIR cree que
las circunstancias en las que está
teniendo lugar la migración extracomunitaria
actual explican,
en buena parte, la existencia del
síndrome de Ulises.

“La valoración de los síntomas,
como la confusión, no es fácil. De
este modo, a veces, no es que el paciente
esté confuso... es el profesional
el que está confuso porque paciente
y terapeuta tienen diferentes
ideas del tiempo”, explica Atxotegui.
Para la perspectiva transcultural,
el conjunto de síntomas que
conforman las vivencias depresivas
es mucho más amplio. Posee muchos
aspectos comunes entre todas
las culturas, pero también elementos
particulares, vinculados a las dinámicas
socioculturales específicas.
Por lo tanto, se debe hacer un
planteamiento más amplio, menos
restringido, de la depresión. Según
señala Luis Caballero, de la Unidad
de Psiquiatría del Hospital Puerta
de Hierro de Madrid, “saber interpretar
los síntomas en función de la
cultura del paciente para evitar
errores de diagnóstico es hoy uno
de los retos a los que se enfrentan
los médicos y los psiquiatras”.

El duelo migratorio es un duelo
múltiple, dado que se debe superar
la separación de amigos y familia
así como de la lengua en la
que se han criado, la cultura, la tierra,
el nivel social, el contacto con
el grupo y también la superación
del miedo ligado a los riesgos físicos
asociados a la inmigración.
Este tipo de duelo afecta a la identidad
y comporta, entre otras consecuencias,
una regresión psicológica,
con un aumento de actitudes
más infantiles y menos autónomas.
Esto tiene un efecto de relajación,
ya que la vida comporta un
gran esfuerzo de adaptación. Esta
regresión no se puede confundir
con debilidad o incapacidad, sino
como reacción al fuerte estrés y
tensión al que se hayan sometidos.

El duelo se realiza en una serie
de etapas: negación, resistencia,
aceptación y restitución, en la que
se produce una reconciliación
afectiva entre lo que se ha dejado
atrás y con la nueva situación.
En SAPPIR se ha constatado
que los hombres tienen
una fase de negación inicial
más intensa y duradera.
Asimismo, la expresión del
duelo surge antes en la mujer
que en el hombre.

La ambivalencia hacia el país
de acogida y hacia el país de
origen es otra de las características
del duelo que viven los inmigrantes.
También es transgeneracional:
los hijos de los
inmigrantes viven un duelo migratorio
aún más complejo
que el de sus padres, pues han
nacido en un país, pero han
interiorizado la cultura de sus
padres. De hecho se ha demostrado
que el índice de
trastornos mentales, fundamentalmente
los de origen ansioso-
depresivo, de los hijos de los
inmigrantes es superior que los de
la primera generación.

Dado que existen factores sociales
y culturales asociados, el
trabajo de intervención necesario
habría de hacerse con diferentes
profesionales: psicólogos y psiquiatras,
trabajadores sociales,
educadores, mediadores, intérpretes...
En todo caso, y como señala
Atxotegui, “estos ciudadanos
tienen un derecho que no podemos
negarles: el de poder expresar
sus males psíquicos y que los
profesionales sanitarios sepan interpretarlos
correctamente para
no errar en su diagnóstico”.

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