Cuando el conocimientomédico esmonopolizado por grupos financieros como las farmacéuticas, son
posibles casos como el ‘chantaje’ sanitario realizado por Roche a Grecia. Reflexionamos sobre la propiedad
intelectual en la salud y sobre el elevado gasto farmacéutico español en tiempos de graves recortes y la necesidad de alternativas libres.
El 18 de septiembre, como
ha venido sucediendo todas
las semanas desde entonces,
miles de personas
en todo el Estado salieron en defensa
de los servicios públicos y, sobre todo,
en contra de los recortes en educación
y sanidad. El mismo día, la
farmacéutica Roche anunciaba al
Gobierno griego que dejaba de servirle
citostáticos (componentes de
los tratamientos de quimioterapia)
debido a la deuda contraída. Al tiempo,
alertaban al Gobierno español de
realizar la misma acción si aumentaba
su deuda con la compañía. Este
comunicado evidencia una cuestión
imprescindible, e invisibilizada, para
poder hablar de salud pública o del
derecho a la sanidad universal: las
leyes de propiedad intelectual mantienen
un oligopolio del conocimiento
médico por parte de los grandes
grupos farmacéuticos.
La medicina científica ha demostrado
su capacidad para aumentar la
esperanza y la calidad de vida y, por
esa razón, no podemos dejarla en
manos de grupos financieros que
puedan especular con ella. Por este
motivo es necesaria una alternativa
socializadora y antimonopolista, como
lo ha sido el software libre en el
campo de la informática. Aunque esta
alternativa aún no existe, ni existe
tampoco unmovimiento organizado
que alce la voz contra estas injusticias,
sí que nos encontramos en un
momento en el que poco a poco vemos
campo de experimentación y las
primeras voces críticas.
GENÉRICOS
Prima el derecho a la salud
La mayoría de los países han impulsado
medicamentos genéricos sobre
patentes que han caducado.
Teniendo en cuenta que el principio
activo del medicamento apenas representa
el 5% de su coste, que el
margen para la farmacéutica es alrededor
de un 20% y otro 20% el
coste de marketing, un genérico
puede reducir considerablemente
el coste de un fármaco. El momento
más impactante en la lucha de los
genéricos fue, sin duda, el protagonizado
por el Gobierno brasileño en
2007, cuando suspendió unilateralmente
la patente sobre el efavirenz,
uno de los antirretrovirales más
usados en el tratamiento del VIH.
Lula declaró que el derecho a la propiedad
intelectual estaba por debajo
del derecho a la salud, y por tanto,
al tratarse el sida en Brasil de un
caso de emergencia sanitaria, ese
tratamiento era de interés público.
De esta manera, podían importar
Efavir, un genérico indio que costaba
una tercera parte de la solución
patentada por Merck con el nombre
de Stocrin.
COOPERACIÓN
A hombros de gigantes
Como es normal, las farmacéuticas
critican el uso de genéricos
porque consideran que se están
aprovechando de sus costes de investigación.
En su defensa alegan
que sólo uno de cada 10.000 compuestos
investigados se aprueba para
su uso con pacientes. Por esa razón
son tan importantes iniciativas
como la que está desarrollando
Giants’ Shoulders, una plataforma
de crowdfunding [financiación colectiva]
para investigación. Imaginad
la posibilidad de que las micro donaciones
y la cooperación entre pequeños
laboratorios fueran capaces de
hacer frente a las grandes empresas.
No es la primera vez que la unión
de pacientes puede lograr cambios
significativos contra el monopolio en
los sistemas médicos. Cuando se
desarrollaron sistemas de imagen
médica digital, cada fabricante utilizaba
su propio sistema de almacenamiento
y visualización (una resonancia magnética
es una imagen 3D, por
lo que es necesario verla desde un
ordenador). Así, una vez vendido el
primer equipo, por cuestiones de
compatibilidad, el hospital necesitaba
comprar todo de la misma marca.
Sin embargo, las agrupaciones de
pacientes se plantearon una cuestión
básica: las imágenes médicas
eran suyas y tenían que poder llevarlas
a otro médico, algo que no era posible en aquel momento. Aunque
existía un estándar libre para el intercambio
de imágenes médicas llamado
Digital Imaging and Communication
in Medicine (DICOM) desde
1988, los fabricantes se negaban
a implantarlo. Fue en 1993, cuando
estas agrupaciones, unidas a los colegios
profesionales, comenzaron a
organizarse y a demandarlo. A día
de hoy es imposible encontrar un
equipo que no lo cumpla y goza de
tan buena salud que cada año más
tipos de pruebasmédicas se almacenan
siguiendo este estándar.
¿‘COPYMED’?
Ciencia ciudadana
Aunque aún es pronto para hablar
de un movimiento copymed (llevando
los principios copyleft a la
medicina), estamos ante el principio
de algo que sólo puede ir en aumento.
Por un lado, las presiones
de las farmacéuticas a los países en
crisis, donde esperamos que los políticos
sepan reaccionar como lo hizo
el presidente Lula, y por otro, e
incluso más importante, el nuevo
movimiento DIYbio. Al igual que
los medialabs y hacklabs en los
años ‘80 y ‘90 impulsaron el movimiento
hacker, han comenzado a
aparecer espacios de investigación
biológica bajo la premisa del ‘hazlo
tú mismo’.
Son espacios como
GenSpace en Nueva York y el
BOSSlab en Boston, donde la gente
aprende, investiga y promueve
otras formas de investigación biológica
y biotecnológica. El mes pasado
abrió sus puertas el TmpLab
en París y no debería sorprendernos
si en poco tiempo muchos centros
sociales cuentan con un Biolab.
Si comprendemos que no es posible
el derecho a la salud si lo supeditamos
a las injustas leyes de propiedad
intelectual, Merck y Roche
comenzarán a publicar con licencia
libre, como ya hace hoy Microsoft
como mayor contribuidor de líneas
de código al kernel 3.0 de Linux.
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