SALUD SOCIAL : LOS TRASTORNOS DEL COMPORTAMIENTO ALIMENTARIO COMO ENFERMEDADES SOCIOCULTURALES
Carreras de kilos y ’operación bikini’

Más allá de historias clínicas individuales, la
anorexia y la bulimia son el extremo de la obsesión
generalizada por el cuerpo delgado y joven, la
evidencia encarnada de un trastorno social.

21/06/07 · 0:00
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Miguel Brieva.

“¡Venga chicas! El lunes empieza la
carrera, ya falta poko! ¡Suerte a todas!
¡Lo lograremos!”. Estos son los
ánimos entusiastas de una cibernauta
para comenzar una gymkana
de torturas autoimpuestas, que suele
durar una semana, más común
en la red de lo que cualquiera pueda
pensar: las carreras de kilos. Apuntan
su peso y altura al empezar, y el
peso ‘meta’ con el que quieren acabar
la carrera. Un ejemplo: “edad:
15. Peso inicial: 51. Altura: 1,54.
Meta para esta carrera: 49. Meta final:
47”. Por el camino se cuentan lo
que comen, aunque la mayoría intenta
no comer nada: “desayuno:
nada; comida: un chicle y un zumo:
agua de piña sin calorías”. Cuando
les puede el hambre desfallecen, se
pegan ‘atracones’ o simplemente
comen algo más y vomitan (“comí
pollo con arroz, pero lo saqué para
no sentirme mal todo el día”). Estas
mariposas y princesas, como se llaman
entre ellas, buscan ayuda en la
comunidad ‘ana’ (así se identifican
las anoréxicas) y ‘mía’ (sobrenombre
por el que se identifican las bulímicas),
apoyo, comprensión, información
y trucos de todo tipo:
“No te arropes, pasar frío quema
calorías”, “no te laves los dientes
después de vomitar, extenderás el
jugo gástrico”, “sed discretas o se
darán cuenta de que queréis ser
anas...”. Estas páginas no son nuevas.
Las autoridades, escandalizadas,
cierran muchas por atentar
contra la salud pública. Al tiempo,
proliferan otros muchos foros donde
vuelven a encontrarse las ‘pobres
niñas trastornadas’.

Ahora bien, si una de las ‘anas’ o
‘mías’ en cuestión apagara el ordenador
y saliera a la calle, encontraría
una media de dos carteles publicitarios
de delgadísimas mujeres en bikini
por manzana, imágenes que
ocupan las calles cual plaga veraniega.
Si encendiera la tele, sólo una
tanda publicitaria reforzaría todas
sus aprehensiones, miedos y vergüenzas.
Otros programas que podría
alcanzar a ver son Cambio
Radical (Antena 3) o Desnudas
(Cuatro), versión macarra una y naif
otra de cómo ponerte ‘guapa’ a golpe
de bisturí o peluquero. Si aún
conservara algo de juicio y fuera a
merendar, se encontraría con que
los productos que lleva consumiendo
todo el año (cereales, pan de molde,
yogures) vienen ahora tatuados
con “planes 15 días” u “operaciones
bikini” para “ponerse a punto para
el verano”, versiones adultas y suavizadas
de sus carreras de kilos, legítimas,
normalizadas y publicitadas
por la gigantesca industria que vive
de la obsesión generalizada por el
cuerpo delgado, joven, sin arrugas,
pelos o protuberancias. ¿Quién está
más trastornado en esta historia?

Los trastornos del comportamiento
alimentario suelen ser tratados de
forma banal, ajena al estilo de vida
consumista que los provoca: el tema
perfecto para rellenar con un punto
de morbo algunas páginas de un suplemento
dominical. La anorexia y
la bulimia no son sólo casos clínicos
individuales. Se trata de trastornos
socioculturales, el extremo de un
proceso que viven muchas mujeres,
y cada vez más hombres, que evidencia
un profundo malestar social
(como lo hace la violencia contra las
mujeres o la infantil). Numerosos estudios
sobre estos trastornos coinciden
en que cerca de un 75% de las
mujeres hacen o han hecho dieta para
controlar su peso. Es más normal
haber estado a régimen que no haberlo
hecho nunca.
Paradójico. En la sociedad del consumo,
la opulencia y la sobrealimentación,
muchos intentan ingerir cada
vez menos. Y lógico, las mujeres en
esta esquizofrenia colectiva se enfrentan
al ideal de ocupar cada vez
menos espacio físico, destinadas de
nuevo a desaparecer. El discurso
único de la feminidad, la belleza y la
felicidad exportado por los países ricos,
propaganda política y económica
necesaria para mantener la máquina
en marcha, ha creado un panóptico
perfecto. Gracias a dicha violencia
simbólica, son las propias mujeres
las más estrictas guardianas de
este control social: ellas las que se inflingen
castigos como el hambre, el
ejercicio desmedido, las dietas relámpago
o las diversas mutilaciones
en las clínicas de cirugía.

El cuerpo, territorio en conflicto

Mi cuerpo es un campo de batalla
es un título que da cuenta de la relación
conflictiva e incluso punitiva que
mantienen muchas mujeres, cada
vez más jóvenes, con sus cuerpos.
«A muchos les parecerá alarmista»,
dicen las autoras de esta obra colectiva,
del grupo de mujeres Ma Colère
de Lyon (Francia), pero, añaden, «se
trata de desbanalizar y hacer visible
la violencia simbólica que se ejerce
contra las mujeres». El libro, presentado
el pasado 8 de junio en la
Librería asociativa Traficantes de
Sueños (Madrid), hilvana testimonios
personales, análisis, pintura, dibujo y
fotografía para expresar de forma
contundente, con pelos y señales,
michelines y granos, cómo el discurso
único sobre lo que debe ser la
belleza y la feminidad ocupa los
cuerpos de mujeres que llegan a
sentir vergüenza y menosprecio hacia
sí mismas; y cómo esas mujeres
también se rebelan ante la ocupación,
y finalmente restituyen una imagen
positiva del cuerpo, trabajando
con otras mujeres de forma solidaria,
inspiradora. En la actualidad preparan [un segundo libro->http://ma.colere.free.fr/] sobre el tema
para el que piden contribuciones,
que sean otras las que ahora se
expresen.

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