La hija de la periodista
Carlota O’Neill cuenta
cómo su madre fue
encarcelada cinco años
por ser una mujer que
no se sometió a los
dictados del régimen.
De madres, monjas, putas y ‘machorras’
La cruzada nacional sobre el cuerpo de las mujeres
- TRES GENERACIONES. La nieta de O’Neill y Carlota Leret (con el retrato de su madre). // Edu León
Carlota O’Neill fue una mujer comprometida,
una periodista republicana
que concibió su relación de
amor desde el laicismo. Eso la convirtió
en una mujer peligrosa para
el franquismo. Casada con Virgilio
Leret, capitán de Aviación fiel a la
República, fue encarcelada durante
cinco años y apartada de sus dos hijas
tras el fusilamiento de su compañero.
Durante aquellos trágicos
años Carlota retrató el día a día en
la cárcel en su libro Una mujer en la
guerra de España.
Una relación de amor libre
Carlota relata su amor hacia su
compañero en una unión libre, como
ella la define. Nacida en Madrid
en 1905, era hija de un diplomático
y de una pianista anarcosindicalista.
La represión franquista la llevó a
la prisión cuando estaba en Melilla
con sus hijas y su marido, destinado
allí durante el verano del ‘36.
“Virgilio tuvo la feliz ocurrencia de
hombre enamorado. En aquel verano
no estaríamos separados ni un
sólo día...”, recuerda desde la cárcel
Carlota.
El 17 de julio de 1936, se escucharon
disparos y Virgilio se incorporó
al cuartel. Nunca más volvió. La hija
del matrimonio Leret, Carlota
Leret, recuerda aquellos días:
“Tengo recuerdos muy claros.
Aquella mañana del 17 de julio mi
padre nos estaba enseñando a nadar.
Quería que fuéramos como mi
madre, mujeres valientes, independientes,
que perdiéramos el miedo.
Nos ataba una cuerda alrededor del
cuerpo y nos dejaba en el mar para
que perdiéramos el temor. Cuando
mi padre se fue, nosotras nos quedamos
mirando por la escotilla del
barco donde vivíamos.
Estábamos
asustadas. Mi madre, como periodista
que era, se dio cuenta de lo
que estaba pasando y se puso a escribir”,
relata. Días después, un militar
franquista ofreció a Carlota
O’Neill y a sus hijas ir a vivir a una
casa en Melilla. Carlota aceptó. Las
niñas viajaron en un coche y en otro
iba la madre, pero el chófer no la
llevó a esa casa con las niñas. Ella
fue a parar a la cárcel de Melilla.
“Yo me pasé tres días pegada al
cristal de una ventana que daba a la
calle, llorando, esperando a mi madre”,
recuerda Leret.
Pasaron cinco años hasta que
madre e hijas se reencontraron en
libertad vigilada. El tribunal tutelar
de menores quitó la custodia a la
madre por sus antecedentes penales.
En la cárcel, Carlota O’Neill se
enteró de que fusilaron a su marido
el mismo día que fue a defender la
República. Enfermó, quería morirse,
pero la solidaridad de una compañera
presa la devolvió de nuevo a
la vida en la prisión.
Pero la cárcel era un infierno.
La violación fue una constante y
una forma de aniquilar a las presas
políticas. Entre ellas eran recluidas
prostitutas, porque el régimen no
hablaba de mujeres republicanas,
todas eran presas comunes. “Al pasar
los días fue creciendo el terror.
Noche y día llegaban mujeres con
nosotras; unas arrastraban de los
brazos a sus hijos en su resistencia
por meterse en el agujero; otras los
cargaban en el vientre. Llegaban
viejas, jóvenes, muy jóvenes.
Unas lloraban; algunas reían.
Entraban otras con rojeces en el
alma y en la cara, con la palidez
de un cadáver después de ser violadas”,
relata O’Neill. Años después
Carlota y sus hijas consiguieron
huir a Venezuela en un
petrolero.
Mujeres independientes
Carlota Leret O’Neill
asegura que, a pesar
de todo, no ha sufrido
la educación
represiva del franquismo
desde el
punto de vista sexual:
“Yo tuve la suerte de
no sufrir la represión
sexual con la que la
Iglesia adoctrinó. Me
crié entre mujeres.
Eran avanzadas para
su época. Mi abuela,
Regina de Lamo Jiménez,
fue una mujer
adelantadísima. Fundadora
del barrio
obrero de Valencia,
defendía el aborto y
la eutanasia. Estas
cosas que hoy se
califican de horribles,
entonces se hablaban,
se discutían. Yo
fui afortunada, me
crié con mi abuela,
mi madre, mi tía Enriqueta,
madre de Lidia
Falcón... Luchamos
para salir adelante
sin ningún hombre”,
dice Leret. Y, como
mujer republicana,
expresa : “El Estado
español está dando
ahora un ejemplo de
dictadura. Tantos
hombres y mujeres
que sufrieron la represión
aún no tienen
justicia”.
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