DIAGONAL ha tenido la oportunidad de hablar con
Casilda Rodrigáñez, la autora de La represión del
deseo materno y la génesis del estado de sumisión
inconsciente (con Ana Cachafeiro) y Asalto al
Hades. Casilda ha investigado sobre cómo la naturaleza
de la relación madre-criatura y de la primera
fase de la vida se nos oculta. El deseo que traemos
al nacer como motor de la vida cuando no encuentra
respuesta se convierte en carencia: a partir de
ella es fácil moldearnos prometiendo una satisfacción
que no llega. En la esperanza de conseguirla,
somos dóciles y obedientes.
- ¿MEDIA NARANJA? Para la autora, la verdadera ‘media naranja’ es la del principio, con
la hija o el hijo, no la que luego pretende colmar un anhelo insatisfecho.
DIAGONAL: Al hablar del vínculo
entre las madres y sus hijos, te refieres
al concepto de imprinting. ¿Puedes
introducirlo brevemente?
CASILDA RODRIGÁÑEZ: El imprinting
es el período de transición
entre la gestación intrauterina y la
gestación extrauterina; es un momento
muy delicado de la vida humana.
Inmediatamente después del
parto la madre tiene las descargas de
oxitocina (la hormona del amor) más
altas de toda su vida sexual, correlativas,
según el psicoanálisis, a la condensación
libidinal también más
fuerte de su vida. En condiciones
normales, sin las prácticas obstructivas
hospitalarias, se vive como un
deseo y una pasión indescriptibles.
Biológicamente este fenómeno pertenece
a la filogénesis mamífera -aunque está acentuado en nuestra
especie humana- y tiene como objeto
formar la díada, la unión simbiótica
madre-criatura.
Por su parte, la criatura, entre
media y una hora más o menos después
de nacer, si está sobre el torso
de la madre, reptará sobre él guiada
por el olfato hasta alcanzar el
pezón; la criatura no nace inútil, sino
que es capaz de hacer lo necesario
para sobrevivir, con el único requisito
de no quitarle su hábitat.
Este fenómeno ha sido descrito en
términos fisiológicos y clínicos por
el pediatra sudafricano Nils Bergman.
Las constantes vitales como
el ritmo cardíaco, la temperatura
corporal o la respiración se regulan
mediante hormonas que dependen
de la unión piel con piel con la madre.
Hay una sincronización fisiológica
(nutrición, sueño, temperatura)
que acompaña a la sincronización
libidinal. La producción y
composición, siempre variable, de
la leche materna se regula por el
contacto piel con piel, por la interacción
libidinal a través del sistema
neuroendocrino.
Cuando a la criatura se la separa
de la madre, entra en una situación
de estrés, con descargas de glucocorticoides
(hormonas del estrés)
que ponen el metabolismo basal en
un modo de funcionamiento previsto
para la supervivencia en situaciones
límite. Esto altera la regulación
fisiológica de forma más o
menos grave según lo que se mantenga
la situación. Además, las descargas
de glucocorticoides en el cerebro
de la criatura en gestación
impactan negativamente en la formación
de su sistema neurológico.
Se está comprobando que éste es el
origen de muchos trastornos autistas,
bipolares, etc., así como de la
capacidad para la crueldad. La neurología
ha empezado a explicar cómo
se somatiza la represión.
D.: ¿Estamos entonces hablando de
los efectos de la represión en el cuerpo
humano?
C.R.: Claro, porque la libido y la fisiología
son dos dimensiones de la
vida orgánica. El psicoanálisis, con
autores como Mahler, ya había dicho
que la libido que une a madre y
criatura hacía el papel de una ‘matriz
extrauterina’. Ahora, desde la
práctica clínica y la medicina no secuestrada
por el Poder, se comprueba
en términos fisiológicos esta
unidad. Durante siglos se ha reprimido
el imprinting, porque es el
momento clave de la formación de
la unión con la madre; ha sido una
estrategia para bloquear el desarrollo
de la sexualidad humana básica.
Así se cortan las raíces de la vida
humana para poderla domesticar.
D.: ¿ Puedes poner algún ejemplo del
tipo de situaciones que llevan de la
posición de deseo a la de carencia?
C.R.: El deseo es una pulsión corporal
que tiene una función de regulación
orgánica. Kropotkin decía
que buscar el placer y evitar el dolor
es la vía general de acción del
mundo orgánico; y Maturana, que
biológicamente somos seres adictos
al amor. La castración del ser
humano (nos castran igual que al
toro para hacer un buey) se realiza
impidiendo la socialización en tanto
que criaturas productoras de deseos,
según explicaran Deleuze y
Guattari: es decir, cuando nos socializan
prohibiendo el cuerpo materno,
la sexualidad primaria.
El tabú del incesto del que habla la
antropología es la eliminación de la
madre, de la sexualidad básica para
formar seres humanos lo suficientemente
desvitalizados para aceptar la
esclavitud, y acorazados para aguantar
las relaciones fratricidas de dominación;
y para crear la aptitud
para la crueldad y la impasibilidad
ante el sufrimiento del herman@.
Los ‘egos’ como mecanismos de supervivencia
se forman en la sustracción
de la pulsión deseante.
D.: ¿El ego es el objetivo a transformar?
C.R.: Sí, en el sentido de separarlo
de la criatura deseante e inocente
que somos, y modelarlo de forma
operativa para funcionar en este
mundo, como un disfraz. Porque en
este mundo hay que tener una cuenta
corriente, trabajo asalariado, cerrar
la puerta de casa con llave...
Estás en contra de eso, pero estás
abocad@ a ello porque son las condiciones
de supervivencia en este
mundo. Para proteger la criatura deseante,
es importante saber lo que
haces según las reglas del mundo,
porque no te queda más remedio,
pero también relacionarte en tanto
que criatura y tener toda la otra vida
que puedas. Creo que es mejor funcionar
así que intentar mezclar las
cosas del mundo con las cosas de la
vida. El verdadero objetivo, como decía
Laing, es la disolución del ego, el
‘sistema de identidad grupal’ que se
ha conocido en ciertos pueblos. Pero
eso es de otro mundo.
D.: ¿Podemos decir que éste es el modelo
capitalista de crianza o es el modelo
patriarcal, y lo encontramos en
toda sociedad patriarcal?
C.R.: El modelo de socialización capitalista
en lo esencial (tabú del incesto,
matricidio, mecanismos de
sometimiento, de servidumbre voluntaria
e inconsciente, etc.) es común
en todo el patriarcado desde
hace más o menos 4.000 años, según
los sitios. Por ejemplo, en la
Biblia está ya descrito. En cambio, a
las islas del Caribe no llegó hasta el
siglo XV, con Colón. Según el tipo
de resistencia, ha ido adquiriendo
diferentes particularidades. Con el
capitalismo y su modelo de revolución
industrial, especialmente con
las tres últimas generaciones de
parto en hospitales, se han reprimido
los resquicios que quedaban de
deseo materno.
D.: ¿Hay algo que desees resaltar como
final de la entrevista?
C.R.: Que la maternidad es algo muy
importante. Freud dijo que había sexualidad
infantil: ¿dónde está esta
sexualidad? Jean Liedloff en El concepto
de continuum hablaba de su
experiencia en las selvas amazónicas
donde todas las criaturas van pegadas,
a un@ o a otr@. No lloran y
nunca dan la lata a nadie. Las mujeres
hacen lo que sea con la criatura
encima, o si no la suben a otra chepa.
Cuando la criatura empieza a andar,
el proceso de hacerse autónoma
es mucho más rápido y seguro que
en la sociedad occidental, porque el
desarrollo psicomotor se produce
con la experiencia repetida; y si el
ambiente es de seguridad, no tienes
miedo de experimentar; por eso en
una situación de estrés y de miedo,
el aprendizaje psicomotriz es mucho
más lento. Aquí nos venden la seguridad
física para tapar la inseguridad
afectiva originada por la separación
prematura de la madre, y por no haber
tenido lo que te corresponde en
la primera etapa.
«El 'maternaje' no es sólo cuestión de mujeres»
D.: En tus libros cobran
especial relevancia las
madres. ¿En qué medida
los conceptos que explicas
son también aplicables a
otras personas que tienen
relaciones de cuidado o
crianza, aunque sean
mujeres que no desean ser
madres, o sean hombres?
C.R.: Victoria Sau dice que
«todos somos huérfanos
de madre». La falta de
madre hace que sea
importante que todo el
mundo haga todo el
'maternaje' que pueda:
practicar el colecho, dar
contacto físico, calor, piel
con piel. El amor corporal
no es exclusivo del amor
coital; el amor primario es
entrega, confianza y complicidad
corporal. Hasta
tiempos recientes no había
habitaciones individuales,
la gente dormía junta. Hay
que recuperar la noción del
amor primario y del 'maternaje'.
En japonés hay una
palabra para designar el
amor primario como un
tipo de amor específico.
Recuperar el amor primario
es como recuperar la
madre, tod@s lo llevamos
dentro y por eso nos enternecemos
cuando vemos
un cachorro de cualquier
especie, y tod@s podemos
aportar un buen entorno
afectivo, y es una tontería
decir, por ejemplo, que es
cosa de mujeres. La madre
biológica sincronizada es
insustituible, desde luego,
pero en la situación actual
el 'maternaje' de un hombre,
de otra persona,
puede ser mejor que el de
una madre biológica robotizada
o desconectada de
sus pulsiones.
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