ENTREVISTA A MARI LUZ ESTEBAN GALARZA, ANTROPÓLOGA Y PROFESORA EN LA UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO/EUSKAL HERRIKO
“El amor sustenta desigualdades sociales”

La salud, el cuerpo o el amor son temas que ha investigado esta feminista en los últimos años. Le preguntamos sobre todos ellos y el resultado del interrogatorio tiene miga. Aquí, un costoso resumen.

16/12/10 · 10:00

DIAGONAL: En este momento estás
trabajando en un libro sobre el
amor. ¿Crees que el amor es clave
en la dominación de las mujeres?

MARI LUZ ESTEBAN: El amor, el
amor en general y el de pareja en
particular, tal y como se construye y
se vive en nuestra sociedad, es un
pilar central de la subordinación social
de las mujeres. El amor nos convierte
en eso que llamamos mujeres
y hombres, hace que tengamos estatus
diferentes
. Resulta determinante
en un sistema de género en el que se
diferencian espacios para unas y
otros, donde se nos asignan posiciones
desiguales de poder, donde a las
mujeres se nos construye específicamente
como seres emocionales.

D.: ¿Hay que dejar de identificar a
la mujer con el ‘sujeto amoroso’:
la amante, la cuidadora, la madre...?

M.L.E.: Ése es uno de los retos que
tenemos por delante. El feminismo
ha avanzado mucho en el cuestionamiento
de la identificación entre ser
mujer y ser madre. Pero sigue habiendo
una identificación entre ser
mujer y ser un sujeto específicamente
amoroso, que yo no comparto. Es
una identificación que se está aplicando
en el tema de los cuidados, como
si nosotras tuviéramos una aportación
específica al mundo desde
ahí, y creo que la hemos tenido obligadas
y con muchos peajes. Eso no
quiere decir que dejemos de reivindicar
un mundo más humano y más
justo, donde las relaciones de poder
y los trabajos se distribuyan de otra
manera, que sean relaciones donde
pueda haber afectos. No sería cargarnos
eso, sino romper la centralidad
del amor, la ‘obligación’ de
amar. Además, cuando hablamos de
amor, ¿de qué estamos hablando?
Muchas veces de injusticia/justicia,
poder/no poder o de la vulnerabilidad
y la interdependencia como algo
básico en los humanos.

Vivimos en una sociedad de ‘pensamiento
amoroso’, donde parece
que el amor es lo más genuino del
ser humano, la principal tabla de
salvación, y parte del feminismo está
también ahí. No estoy para nada
de acuerdo. No sé si en una situación
ideal el amor podría ser lo más
genuino, pero, desde luego, en esta
cultura en la que vivimos, no.
Porque el amor está tapando desigualdades
sociales, no sólo entre
hombres y mujeres, también de clase,
de etnia. No hay más que fijarse
en los relatos de ficción del cine, la
literatura... El amor nos construye
como desiguales, sustenta desigualdades.

D.: ¿Que la sexualidad siga siendo el
principal instrumento de subversión
desde el cuerpo para las mujeres no
es una trampa?

M.L.E: La subversión a través de la
sexualidad ha sido y seguirá siendo
un campo muy fértil, y ahí están todas
las propuestas de las últimas décadas,
desde el porno feminista hasta
lo queer, con la transexualidad y
el transgenerismo... La duda que me
surge es si no estamos hipertrofiando
en exceso la sexualidad y si no
hay otras dimensiones de la corporalidad
que no estamos trabajando
tanto, como la edad o la clase social.
¿Por qué nos parece que la sexualidad
es más subversiva que la vejez o
que las desigualdades económicas?
Muchas de las propuestas queer en
nuestro contexto, no todo, igual estoy
generalizando demasiado, tienen
que ver con cuerpos jóvenes,
delgados... cuerpos que se mantienen
en unos márgenes concretos.
Sin embargo, si pensamos en otras
áreas, como el trabajo doméstico,
los cuerpos que están en esa pelea
podrían ser o están siendo subversivos,
sin cumplir esas condiciones. A
mí me parecen fundamentales, pero
creo que nosotras mismas los tenemos
bastante invisibilizados.

D.: Frente a todos los dispositivos
que nos instan a controlar y exponer
el cuerpo, ¿la reivindicación de lo feo
puede ser una forma de resistencia?

M.L.E: Ahí la aportación del feminismo
ha sido muy significativa y lo
seguirá siendo. Lo que nos puede pasar
es que también nos veamos afectadas
por esos ideales de belleza.
Que, por muy feministas que seamos,
la fuerza de esa ideología hegemónica
sobre la imagen es brutal.
Otro problema es que a veces vemos
a las mujeres como víctimas del sistema,
pero la regulación, el control y
la posibilidad de resistencia van de la
mano. Si nos vemos sólo como víctimas,
nos negamos la posibilidad de
agencia, de acción social e individual.

D.: Y en el otro extremo, ¿cómo darle
la vuelta a lo que se malentiende
como ‘armas de mujer’?

M.L.E:Tenemos una visión muy
estrecha de la seducción
, con esa
separación que hay en nuestra sociedad
de la belleza y la inteligencia,
parece que quien seduce con el
cuerpo o con la imagen no puede
hacer otras cosas. Es una idea que
por una parte hemos criticado y,
por otra, interiorizado. Además, la
aplicamos de una manera muy ‘generizada’
a las mujeres y no a los
hombres. Si viéramos la seducción
y el erotismo de una forma mucho
más amplia, y miráramos más allá
de la heterosexualidad, podríamos
darnos cuenta de que eso que hemos
llamado “armas de mujer” es
mucho más complejo y tiene que
ver con una manera de presentarse,
de seducir al otro, pero en un
sentido muy amplio; y que también
los hombres lo utilizan, aunque en
su caso no es visto como seducción
sino como inteligencia.


¿ACASO ELLAS NACEN SABIENDO CÓMO CUIDAR?

D.: ¿Hay que revisar el discurso
feminista de los cuidados?

M.L.E.: Sí, y en ello estamos. En
el tema de los cuidados las teorías
feministas están en un continuum.
En un extremo estarían las
que han defendido el ideal del
pensamiento maternal, del cuidado
como una ética, como una
aportación específica de las
mujeres. En el otro, posturas
mucho más materialistas que
defienden que es mejor entrar en
este tema desde la división
sexual del trabajo y las diferencias
de poder según las tareas
que hacen mujeres y hombres. Y
en medio puede haber posiciones
mixtas. En el Estado español,
hay sobre todo posiciones mixtas,
como las de las economistas
que han aportado mucho en este
ámbito. Pero, en general, hay un
tinte esencialista en muchos de
los discursos sobre los cuidados,
incluso en las posturas materialistas;
una idea de que las mujeres
tenemos algo especial que
ofrecer, en vez de partir de que
‘tener que cuidar’, tal y como se
plantea aquí y ahora, es una alienación
para las mujeres.

Si no se
puede elegir, no podemos hablar
de ‘ética de los cuidados’
.
Muchas mujeres no pueden elegir,
lo que tiene que ver con la
clase social; hay que tener cuidado
con hacer planteamientos clasistas,
que sirven sobre todo para
las ricas, en éste y otros temas.
Hay grupos de mujeres, por ejemplo
en Euskadi, que hemos trabajado
mucho en esta dirección y
hemos sido muy rotundas sobre
el derecho a decir “no” frente a
los cuidados, junto con el derecho
a decir “sí”, pero sobre todo
para hombres.

ENVEJECER EN EL SIGLO XXI

¿Es más difícil envejecer ahora que nunca?, nos preguntamos, en una sociedad que idolatra de forma creciente el cuerpo y la juventud. «No. Mi sensación no es que sea más difícil, es que estamos elaborando la vejez a
nivel individual
, cada una como puede, o con la gente cercana. Aunque hay algunas excepciones, hay muy poquita elaboración teórica y colectiva sobre estos temas, al menos en el Estado español», responde Esteban.

Finalmente, es la medicina la que se encarga de explicarte cómo envejeces, lo que, según esta antropóloga, «no siempre es positivo, dado que esta disciplina tiene una forma de mirar la realidad y lo 'femenino' muy concreta,
por lo que sería muy interesante que hubiera discursos distintos, alternativos», señala.

Tags relacionados: Cuidados LGTBIQ Libros Sexualidad Queer
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comentarios

4

  • |
    xuri
    |
    09/02/2013 - 9:36am
    Yo creo que lo que Mari Luz expresa no es que el amor sea malo y que haya que ser egoista. Lo que dice es que en la manera en la que se construye el amor en nuestra sociedad, sobre todo el amor romantico, como si fuera el objetivo primordial en la vida de una mujer (el logro mas importante de todos, porque si), nos pone en una situación de desigualdad. Si esa necesidad de amar, de ser emocionales y conciliadores/a se construye sobre todo en lo femenino, las mujeres estamos en situación de dependencia, necesitamos algo que no podemos conseguir por nosotras mismas, y eso nos hace desiguales. Los afectos y el amor no son malos en si, el problema es como los ideamos hoy por hoy.
  • |
    anónima
    |
    09/11/2011 - 2:47pm
    Creo que Mari Luz se ha explicado mal, porque yo también entiendo lo contrario Ese tipo de feminismo revanchista que confunde egoísmo con libertad, eso sí, sin renunciar a sacar provecho de forma sexista a la menor oportunidad de sus cartas. No creo que eso nos lleve a un mundo mejor, al contrario, es justo lo que buscan los machistas de élite para los que está "liberación" sabe a gloria. Es enfermizo pensar en genérico que el amor es un pilar de subordinación, lo serán las representaciones que alientan un sufrimiento excesivo o un uso interesado para conseguir fines personales, algo que no es exclusividad del hombre. Lo será la superficialidad (Sex and the City) que tanto les gusta a ellas. "...romper la centralidad del amor, la ‘obligación’ de amar". Si es obligación, no es amar.
  • |
    anónima
    |
    22/12/2010 - 11:51am
    Creo que a lo que se refiere Mari Luz Esteban no es al amor como concepto abstracto sino al amor ’socialmente construido’; a que en nombre del amor se aguantan muchas situaciones de desigualdad, de injusticia o hasta de violencia. Su crítica va dirigida, creo, hacia determinadas concepciones del amor romántico muy extendidas en la sociedad, que justifican los celos, el control, el chantaje o el tratarse mal porque se supone que son propios de un amor apasionado y tormentoso.
  • |
    anónima
    |
    21/12/2010 - 11:21am
    O sea que el amor es malo. Es falso. Debemos dedicarnos a ser egoistas. Mientras los hombres huyen de un machismo que les ha mantenido lejos de sus sentimientos, las mujeres se van al lado contrario. (?!) Esto se llama darle la vuelta a la tortilla, pasar de dominadas a dominantes. Eso no va a funcionar.
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