ANÁLISIS // EL REITERADO FRACASO DE LAS POLÍTICAS ANTIDROGA Y LOS NUEVOS PATRONES DE CONSUMO
Agitando el fantasma de la droga

La introducción de 3.000 policías en el entorno de
los centros educativos para evitar el tráfico de drogas
es la última medida oportunista de las políticas
antidroga del Gobierno, uno de los pocos ámbitos
donde la oposición no parece criticar nunca al
Ejecutivo. El fracaso de las iniciativas del Plan
Nacional sobre Drogas en la última década evidencia
la necesidad de abordar el consumo de drogas
desde otra perspectiva: aportar información realista
y objetiva, sin alarmismos, tanto de los efectos
placenteros y deseados, como de los riesgos y peligros
de los diferentes consumos.

07/04/06 · 1:48
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AUMENTO DEL CONSUMO. Las frecuencias de consumo de la mayoría de sustancias ilegales en la última década se han incrementado en todas las franjas de edad.

Aprincipios de enero el Ministerio
del Interior decidía
destinar más de 3.000
policías para impedir el
tráfico de drogas alrededor de los
centros educativos. La medida, ampliamente
difundida a través de todos
los medios de comunicación, se
justificaba por el descenso en la edad
de inicio al consumo: “Nuestros jóvenes
comienzan a tomar drogas a
edades cada vez más tempranas”.
Así, la transformación de colegios e
institutos en supermercados del narcotráfico
donde los chicos y chicas
tienen un fácil acceso a sustancias
tóxicas justificaría la alarma social y
la tan contundente respuesta por
parte de nuestras autoridades.

Pero lo sorprendente de esta historia
es la ausencia de datos objetivos
que la sustenten. El Plan Nacional
sobre Drogas (PND), organismo dependiente
de Interior hasta hace dos
años, publica de forma periódica encuestas
sobre el consumo de drogas
en el ámbito escolar. Entre 1994 y
2004 la edad media de inicio al consumo
de todas las drogas (legales e
ilegales) se ha mantenido estable en
la población escolar, mostrando variaciones
de pocas décimas cuya significación
estadística es desconocida
(ver gráfico). Por otra parte, ningún
estudio o documento publicado por
el PND desde su creación, ni por ningún
organismo nacional o internacional,
ha señalado que los centros
educativos o sus alrededores sean
zonas de riesgo o ‘puntos calientes’
del tráfico de drogas.

Así, la noticia parece un brillante
ejercicio de oportunismo político
más que otra cosa. Cuando el clima
político se torna borrascoso y
la popularidad del Gobierno desciende,
agitar el fantasma de la
droga (más si hay niños de por medio)
es una excelente estrategia: es
éste uno de los pocos asuntos en
los que la oposición no va a criticar
nunca al Ejecutivo. En realidad, las
políticas sobre drogas en casi toda
Europa son iguales con independencia
de quien se encuentre en el
Gobierno: irracionalidad, mitos,
recurso al miedo y moral barata.

¿Qué sucedería si tras aplicar un
plan para reducir el paro se registrara
un aumento importante en la cifra
de desempleados? ¿Y si el resultado
de un programa para reducir la
incidencia de una enfermedad fuera
la multiplicación del número de nuevos
casos? Lo razonable en ambos
casos sería reconocer el fracaso de
las iniciativas y buscar nuevas formas
de abordar el problema. Pero el
sentido común no parece aplicable a
las políticas sobre drogas. Leyendo
la Memoria de 2004 del PND, podemos
evaluar algunos de los principales
‘logros’ de las políticas antidroga
en los últimos años en España: en la
última década las denuncias a ciudadanos
por consumo y tenencia de
drogas se han duplicado alcanzando
más de 120.000 denuncias en 2004;
el número de detenidos por tráfico
de drogas se ha incrementado en un
20% y las cantidades decomisadas
de hachís, cocaína y éxtasis se han
multiplicado por 6, 15 y 17 respectivamente.
Sin embargo, las frecuencias
de consumo de la mayoría de las
sustancias ilegales en ese periodo se
han incrementado en todas las franjas
de edad. Por ejemplo, desde 1993
el número de jóvenes que ha tomado
cocaína o éxtasis en el último año y
el número de fumadores habituales
de cannabis se ha duplicado. También
aumenta el número de personas
(40-50% de los encuestados) que
afirman que conseguir éxtasis, cocaína
o cannabis es fácil o muy fácil.
En resumen, pese al incremento de
la estrategia represiva, los consumidores
son cada vez más numerosos,
los precios de las drogas disminuyen
y su calidad aumenta mientras la
percepción social de las drogas como
problema cae en picado.

Por supuesto el consumo de drogas
conlleva sus riesgos. Pero presentarlos
de forma exagerada hace
imposible distinguir los problemas
reales e importantes de los que no lo
son. Así, cada vez con más frecuencia,
los consumidores prefieren buscar
información por su cuenta antes
que confiar en la propaganda antidroga
oficial, centrada de forma exclusiva
en el miedo. Por otro lado,
los riesgos no son una característica
exclusiva del uso de drogas, sino que
están presentes en muchas otras actividades
placenteras de la vida como
manejar un vehículo, hacer deporte,
el sexo o los viajes de aventura.
Socialmente, se asume que éstas
son actividades cuyo disfrute puede
suponer problemas pero en las que
es posible utilizar estrategias para
minimizarlos: utilizar preservativos,
conocer y respetar las normas de circulación,
usar casco, vacunarse...

Un abordaje del consumo de drogas
en estos términos es perfectamente
viable. La información y la
educación deben ser los pilares fundamentales.
Pero hablamos de informar
‘de verdad’: información objetiva
y realista, tanto sobre los efectos
agradables y deseados de las drogas
como sobre sus riesgos y peligros.
Se trata de dotar a las personas de
conocimientos, estrategias y habilidades
que les permitan tomar sus
propias decisiones como adultos responsables.
Consumir drogas o no
hacerlo son opciones igualmente
respetables, pero cualquier postura
debe ser el resultado de la reflexión
y el conocimiento. Demostrado por
la vía práctica el fracaso de la ‘guerra
contra las drogas’, va siendo hora
de introducir políticas que permitan
gestionar la relación entre los individuos
y las sustancias psicoactivas
de una forma más razonable.

Prejuicios del discurso oficial

Nuevos patrones de consumo han
sustituido al moralizante estereotipo
del heroinómano. El uso de drogas
ilegales vinculado al tiempo de
ocio, autoexploración o crecimiento
personal es una realidad cada vez
más evidente. Esto encaja mal con
el dogma que sostiene que la única
relación que es posible establecer
con las drogas es una espiral descendente
de miseria, enfermedad y
depravación. A la progresiva normalización
social del uso de drogas
la única respuesta de las autoridades
consiste en la repetición de la
eterna letanía: «La droga mata»,
«No a la droga, sí a la vida», «Vive
sin drogas»... así como la emisión
de mensajes exagerados y alarmistas
sobre las sustancias que no se
corresponden con la experiencia de
los consumidores.

PLAN NACIONAL SOBRE DROGAS

120.000 denuncias
contra ciudadanos en 2004 por
consumo y tenencia de drogas
(cifra que se ha duplicado en la
última década).

20% ha aumentado el
número de detenidos
por tráfico de drogas.

Desde 1993 el número de jóvenes
que han consumido cocaína
o éxtasis en el último año y que
fuman habitualmente hachís se
ha duplicado.

CONSULTORIO

En el próximo número de aniversario
de DIAGONAL, estrenaremos
un consultorio con información
sobre drogas. Podéis enviar vuestras
dudas y consultas a
cuerpo@diagonalperiodico.net.
Serán contestadas por el autor,
Fernando Caudevilla.

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