Maternidades
¿Qué hacer con la gestación subrogada?

Notas para un debate necesario en torno a la externalización del embarazo y el parto.

, socióloga y activista feminista.
07/05/16 · 8:00
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El pasado mes de marzo, Ciudadanos, con el apoyo de la mayoría del PP de Cristina Cifuentes, reclamaba en la cámara autonómica de Madrid la regulación estatal de la gestación subrogada (práctica también conocida como ‘vientres de alquiler’). Cifuentes se sumaba a esta iniciativa insistiendo en la necesidad de que dicha práctica se diese en términos de altruismo y sin que medie contraprestación económica. Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de gestación subrogada? ¿Por qué de pronto C’s y el PP madrileño muestran interés en esta cuestión?

La gestación subrogada se presenta en el documento de C’s, así como por las asociaciones de familias por esta práctica, como una técnica de reproducción asistida, y buscan regularla para facilitar que se pueda acceder a la paternidad o maternidad por esta vía. Sus detractoras, entre las que se encuentra la plataforma internacional Stop Surrogacy Now y la campaña estatal ‘No somos vasijas’, lo consideran una compra o alquiler de los cuerpos de las mujeres que implica control sexual y violencia obstétrica extrema. La gestación subrogada es, además, un negocio en alza en muchos lugares del mundo, parte de unas bioeconomías de la reproducción en expansión que generan muy altos beneficios al sector privado de la medicina especializado en las llamadas ‘técnicas de reproducción asistida’.

Estalla el debate sobre gestación subrogada y nos alcanza algo desubicadas, sin saber bien por dónde agarrarlo, dónde y cómo discutirlo. Sobre la mesa hay propuestas para frenar la práctica, para su regulación en términos altruistas, y las que buscan, de forma más o menos velada, que lo sea en términos comerciales. En paralelo, la práctica surge, crece y mengua en unos y otros lugares del planeta. Entre estas propuestas existen muchos grises, una diversidad que toca desgranar y crear desde un necesario debate amplio, serio y cuidadoso.

La gestación subrogada es un negocio en alza en muchos lugares del mundo

Tal y como hoy la conocemos, esta práctica se hace posible con el surgimiento de las técnicas de reproducción asistida y, en concreto, con el desarrollo de la fecundación in vitro a finales de los setenta. Así, desde que biomédicamente es posible extraer óvulos y esperma para realizar la fecundación en un laboratorio e implantar posteriormente el embrión, las combinaciones de maternidades genéticas, gestantes y sociales cobran un nuevo sentido y multiplicidad. Mujeres que no pueden gestar pueden así implantar embriones con su carga genética en otras mujeres que gesten y den a la luz a los que serían sus hijos genéticos.

Éste sería también el caso de hombres que busquen tener hijos genéticos (solos o en pareja) añadiendo a la ecuación una donante de óvulos (la ‘gestación tradicional’ implicaría que donante y gestante fueran la misma persona, ‘gestacional’ implicara dos mujeres distintas).

Práctica regulada

Esta práctica está regulada de forma favorable en algunos Estados de EE UU, India, Rusia, Ucrania, recientemente Grecia. En Reino Unido y Australia se acepta la gestación altruista, pero se penaliza la comercial, siendo además perseguida la búsqueda de contratos comerciales en el exterior por parte de algunos Estados, como es el caso de Nueva Gales del Sur. En la mayoría de países, incluido el Estado español, esta práctica no está reconocida y la maternidad es determinada por el parto.

La expansión de la gestación subrogada no puede separarse de su contexto, uno de mercados y economías emergentes en torno a la vida y lo vivo que se está desarrollando en un mundo globalizado y marcado por la expansión del neoliberalismo que separa cada vez de forma más flagrante las vidas que valen de las que no, aplicando criterios diferenciales en función de clase, del lugar del mundo en que estés y del estatus migratorio, funcional y de género que te sea asignado. Así, el debate sobre esta práctica debe articularse con otros debates que tendremos, antes y después, sobre regulación de ensayos clínicos, comercialización de partes del cuerpo, patentes sobre la vida, etc. A todos ellos nos enfrentamos al agarrar esta parte, pequeña pero fundamental, del desarrollo de las que tentativamente llamamos bioeconomías.

En torno a la reproducción asistida se ha construido una narrativa, y una economía, en la que la reproducción puede asistirse y la infertilidad curarse, pero las tasas de éxito continúan siendo muy bajas y los procesos muy arduos. Si bien la ley actual entiende como ‘técnicas de reproducción asistida’ una variedad amplia de prácticas socio-técnicas, quizás sea importante distinguir entre lo que serían técnicas (inseminación artificial, fecundación in vitro, etc.), y las transferencias o sustituciones de la capacidad reproductiva que éstas hacen posibles (donación de gametos o gestación subrogada).

Aunque las primeras cuentan con tasas de éxito relativamente bajas, la introducción de la capacidad reproductiva de terceras partes hace que éstas suban considerablemente. Pero el éxito de la donación de óvulos y la gestación subrogada reside en la capacidad reproductiva de las mujeres que contribuyen, con sus óvulos o su capacidad de gestar y dar a luz, a la formación de una nueva persona. No serían, por tanto, técnicas de reproducción asistida, sino de transferencia o sustitución de la capacidad reproductiva, y su regulación y la forma de pensarlas debería ser diferente, centrándose en esa ‘tercera persona’.

Legalizar la gestación subrogada por vía altruista sin haber enfrentado cómo está funcionando en la donación de óvulos puede generar nichos laborales precarizados

El modelo de mercado de las clínicas de reproducción en el Estado está ampliamente desarrollado. En él, los óvulos donados tienen un papel central, sobre todo en tanto receptor del denominado turismo reproductivo, que se puede disparar en caso de una regulación favorable a la gestación subrogada. Aunque ésta y la donación de óvulos sean prácticas diferentes, con un nivel de riesgo, implicación corporal, temporal y vital muy disímil, la experiencia acumulada en torno a la donación de óvulos puede dar pistas para pensar qué hacer. Si bien la regulación establece la donación como contrato gratuito, en la práctica se asume que sin compensación económica –de entre 600 y 1.000 euros– no habría prácticamente donaciones y el modelo actual no sería posible. ¿Es éste el modelo de gestación altruista que se propone? ¿Qué implicaciones pueden tener estas compensaciones? ¿Por qué se pone el acento en ellas y no en la posibilidad de generar mercados o lucro a partir de las mismas?

Legalizar la gestación subrogada por vía altruista sin haber enfrentado cómo ésta está funcionando en la donación de óvulos corre el riesgo de generar nichos laborales precarizados y no reconocidos como tales. Éstos tendrían mucho que ver con dinámicas de las que nos alertan desde el eje de precariedad y economía feminista en torno a mandatos de género por los que parece que las mujeres han de hacer ‘todo por amor’ o lo que Dolores Juliano explica como esa relación inversamente proporcional entre ganancia económica y reconocimiento social de muchos trabajos feminizados. ¿Queremos plantear una nueva categoría de trabajo biológico para estos nichos? Si respondemos no, ¿tiene sentido una regulación que permita su ejercicio en otros países para gestar niños y niñas de familias españolas?

Si bien el deseo de ser padre/madre es legítimo, y tanto la medicina como la sociedad en su conjunto han de esmerarse en encontrar formas de facilitar que ese deseo se cumpla, quizás quepa preguntarse de forma pausada si introducir en el mercado los procesos, órganos y células implicados en la reproducción es el mejor mecanismo, así como posibles alternativas y su viabilidad. Poner límites de acceso a formar una familia no es algo cómodo, y es fundamental escuchar lo que quien lleva años en la lucha por ser padre y madre así tiene que contar.

Pero es igualmente necesario evitar entrar en retóricas que plantean que la gestación subrogada es la ‘única alternativa’: no lo es. Puede serlo para formar cierto tipo de familias y tener cierto tipo de bebés. Y puede que ésas sean las que más deseamos y por las que luchemos, pero hemos de pensar colectivamente cómo hacernos cargo de los privilegios que nos llevan a querer convertir deseos –arraigados y legítimos– en derechos, y dónde están los límites de unos y de otros.

Puede que necesitemos, en línea de lo que ya se propone desde el feminismo, la doble noción de universalidad –accesible para todas– y singularidad. Y, desde ahí, pensar qué hacer frente a una práctica que, si bien ya existe, está en constante readaptación y transformación: quizás estamos frente a la urgencia de resignificar la reproducción desde una imaginación, responsabilidad y deseo feminista, anticapitalista y decrecentista.

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comentarios

2

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    Santi
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    08/05/2016 - 8:29am
    Hola, Trabajo en este sector y me ha gustado el reportaje (plantea temas importantes para el debate que no he leído antes por aquí), pero hay algo que me llama muchísimo la atención de todas las aportaciones que se están haciendo desde el feminismo ibérico: Parece que nadie se haya tomado la molestia de escuchar a las mujeres que participan en estos procesos como gestantes. El sector de la gestación subrogada es bastante transparente (no en todas partes, pero sí algunas de las empresas que trabajamos desde España); y de verdad, no es tan difícil localizar y hablar con las mujeres que participan en estos procesos. Si hablamos de Estados Unidos, directamente hay foros abiertos enormes como Surromoms Online donde intervienen cientos de mujeres, así como grupos de Facebook. Si el feminismo no es capaz de acercarse a las protagonistas de la historia antes de hacer propuestas, creo que hay un problema. No digo que estas propuestas tengan que secundar todo lo que pidan o expliquen las gestantes... Pero lo mínimo sería escucharlas por si tienen algo que aportar u opinar. Si os sirve mi experiencia: para muchas es una de las cosas más bonitas e importantes que dicen haber hecho en su vida. Para otras, es una forma de acceder a recursos económicos que prefieren frente a las otras alternativas que su situación personal les ofrece. Y supongo que para otras (de países donde hay poca o mala regulación, sobre todo) una mala experiencia.
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    07/05/2016 - 1:53pm
    Yo creo que deberían intentar poner todo de su parte para regular este proceso en España, siempre y cuando tomando todas las medidas necesarias para proteger al niño y sobre todo que no tengan posibilidad de hacer negocio con esto. De esta manera por lo menos las personas que realmente necesitan este proceso no tendrán que irse a países como Ucrania o Estados Unidos.
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