Protesta entre los afectados por hepatitis c
Pulso de Gilead y Sanidad por la cura de la hepatitis C

El nuevo medicamento podría suponer la erradicación del virus.

, Madrid
01/07/14 · 17:43
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Texto de Betzie Jaramillo.

Hay cura para la hepatitis C. Parece una gran noticia para los cerca de un millón de infectados españoles, según datos de la Asociación Espa­ñola para el Estudio del Hígado, que calcula que entre 7.000 y 10.000 personas mueren cada año a consecuencia de la cirrosis y el cáncer que provoca el virus, y para los miles de enfermos que ahora se someten al durísimo tratamiento de un año como mínimo que no siempre garantiza el éxito. Prácticamente desaparecería la lista de transplantes hepáticos. Sovaldi es el nombre del medicamento, producido y patentado por el laboratorio Gilead. Si se administrara a los 150 a 170 millones de personas que calcula la Organización Mundial de la Salud (OMS) que están infectados en el mundo, el virus podría ser erradicado, como la viruela. Parece un sueño, pero es realidad.

La mala noticia es que el tratamiento, cuyo porcentaje de cura total es del 98%, no se administra a los enfermos en España por razones económicas: cuesta cien mil euros por las doce semanas de tratamiento. Preguntamos en un pasillo de un gran hospital de Madrid a un especialista en hepatitis C cuándo empezarán a administrarlo. “¡Con lo que cuesta! Cien mil, 120.000 euros... Que se mueran los pobres...”, despacha con amargura. A Javier, otro médico infectado en un procedimiento con un bisturí, su colega le ofrece el siguiente tratamiento: interferón, ribavirina y un antiviral durante seis meses o un año. Eficacia del 70%. Eso cuesta unos 20.000 euros. Si fracasa, es de esperar que para esa fecha se le pueda dar el famoso Sovaldi.

Sólo mencionar el tratamiento actual, el de interferón y ribavirina, hace estremecerse a los que lo han probado. Un año como mínimo de unas drogas cuyos efectos secundarios son anemia, problemas en la piel y, sobre todo, profundas depresiones. Tanto es así que, desde el Hospital del Mar, especialistas en esta enfermedad, recomiendan el uso de antidepresivos un mes antes de comenzar el tratamiento, y la atención y ­seguimiento médico incluye un psiquiatra. Carlos, que tuvo que repetir tres veces el tratamiento hasta conseguir el alta, lo recuerda: “Te duele todo, cero energía, vómitos, náuseas, lleno de heridas en la piel y deprimido e irritado. Y claro, lo paga el que te cuida, tu familia, porque este tratamiento no puede abordarse solo. Te conviertes en un pequeño monstruito que despierta cada mañana con ganas de llorar”.

La persona que se somete a este cóctel químico probablemente tendrá que pedir una baja laboral. Javier, el médico al que ya le ha llegado la hora de ponerse en tratamiento porque sus indicadores anuncian males mayores, se revuelve ante la imposibilidad de conseguir el Sovaldi. “¿A cambio deberé pedir una baja? ¿Voy a perder la cabeza? ¿Me echarán del trabajo? ¿Le haré la vida imposible a mi pareja? Y, si es una cuestión de dinero, un transplante de hígado cuesta medio millón”.

El nuevo medicamento

Sovaldi está autorizado en España desde principio de año, pero no se comercializa, como señala la página web de la Agencia Española del Medicamento. Es imposible acceder a él. A pesar de ello, algunas dosis se administran con cuentagotas como “uso compasivo” a enfermos muy graves. La angustia de los miles de enfermos en situación crítica rogando por una de esas dosis parece algo intolerable. Ellos saben que existe la cura, pero la ministra de Sanidad, Ana Mato, no se deja impresionar ante el sufrimiento de los enfermos y las cifras de una enfermedad que afecta al 2,5% de la población en España y que sube al 4,5% en los mayores de 60 años, según datos del Hospital Germans Trias y Pujol. Un precio muy caro en época de recortes. “¿Tiene precio una vida, miles de vidas, con la cura ante sus narices?”, reflexiona el médico infectado, “es inmoral y además ilegal”.

Las salas de espera de los afectados son muy variopintas. La gran parte de los infectados lo fueron debido a transfusiones de sangre hace décadas, cuando se desconocía la existencia del virus que tarda hasta 20 años en manifestarse definitivamente maligno. Otros son los que el siglo pasado tontearon con alguna droga inyectada con jeringuillas compartidas. “Yo nunca fui drogadicto ni tuve transfusiones, así que pienso que pude contagiarme compartiendo maquinillas de afeitar cuando nos íbamos de camping con los amigos en mi juventud, algo normal en esa época. La posibilidad de trasmisión es mucho más elevada en la hepatitis C que en el VIH, por ejemplo. El “bicho” es muy resistente, aguanta cuatro días activo en cualquier superficie que ha tenido contacto con sangre infectada”, explica Carlos.

Mientras los enfermos esperan, el Ministerio de Sanidad da largas al Sovaldi. Sus vidas parecen depender de la lógica del negocio. Un pulso entre el laboratorio que tiene la patente y la producción, Gilead, que se niega a bajar el precio, y el Ministerio, que espera a que salgan al mercado productos parecidos y los precios caigan. Un pulso en el que el único que gana es ese virus, que se ha convertido en una pandemia silenciada que ha contagiado a entre un 2 y un 5% de la población mundial, con entre tres y cuatro millones de nuevos infectados al año, según datos de la OMS. La situación es tan grave que ya se habla de insumisión ante las patentes y de fabricar genéricos en Asia o llegar a acuerdos, como en Egipto, que con 15 millones de infectados ha conseguido que Gilead baje su precio a poco más de 600 euros para un tratamiento de 12 semanas, lo que vale una dosis en España.

El silencio es la otra gran arma de la epidemia. Se supone que el 70% de los portadores ignora que lo tiene. Y la transmisión sigue y alcanza todos los continentes. Sólo las voces cada vez más impacientes de los enfermos, organizados en asociaciones, y la de los médicos implicados intentan romper ese muro de silencio. La cura es posible e incluso la erradicación definitiva. Como recuerda Carlos el día que se curó: “Una mañana despiertas y te alegras de ver la mañana. Y se te olvidan los años de los dientes apretados y no querer abrir los ojos. Es la mañana que te has curado”.

Radiografía del virus de la hepatitis C

El virus de la hepatitis C se transmite fundamentalmente por vía sanguínea. Los factores de riesgo tradicionalmente señalados son las transfusiones de sangre y derivados anteriores a 1990, injertos contaminados, uso compartido de jeringuillas, etc. No se transmite por la leche materna, alimentos o agua, ni por besos, abrazos o por compartir alimentos y bebidas.
 
Alrededor del 30% de los pacientes de hepatitis C no presentan ningún factor de riesgo conocido. Se piensa que la mayoría de éstos adquirieron el virus por uso de material médico reutilizable, práctica frecuente en España hasta hace 25 años.
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