El cuerpo, antídoto de la locura

La autora critica la separación artifical entre cuerpo y mente y hace una apuesta por las posibilidades que tiene el cuerpo de actuar como el antipsicótico más potente y el ansiolítico más eficaz.

27/04/14 · 8:00

La locura es una desconexión del sistema mente-cuerpo. Sin llegar a tal situación, hay grados en los que la desconexión produce ansiedad, fobias u otras situaciones de lo más cotidianas. Es la colonización de la mente por ideas, lógica o sociedades ajenas que somete al sistema mente-cuerpo al miedo, a la renuncia permanente, al desequilibrio.

Cuando el cuerpo no puede ser ordenado por la mente confundida, intenta mantener la alostasis a toda costa, es decir, preservar la vida. El cuerpo tiene sistemas nerviosos autónomos y un sistema intestinal, a base de serotonina, que funcionan aislados de las órdenes mentales. Como es una situación de peligro, la mente ordena al cuerpo defenderse; el cuerpo activa la respuesta y deja de respirar profundamente, contrae tanto la musculatura estriada como la visceral. A su vez, esta situación alerta más a la mente que mantiene la situación de miedo y así hasta el infinito.

La respiración profunda, lenta y amplia permite salir de esa alerta y volver a recuperar un ritmo equilibrado entre ambos sistemas reguladores, el simpático y el parasimpático, lo que la mente interpreta como bienestar y serenidad. El bienestar lo da la relajación muscular: el cuerpo se relaja y la mente deja de detectar peligro.

El cuerpo es un ansiolítico y antipsicótico muy eficaz que la medicina no conoce a pesar de basar sus conocimientos e investigaciones en él. Los medicamentos abundan más en ese divorcio, alejando a las personas de la solución holística y sana que es la recuperación del equilibrio mente-cuerpo.

El equilibrio es la relación entre sistemas que funcionan como un todo, es la conciencia de ser un cuerpo con una mente, es la identidad total y sentir los sistemas corporales funcionando; tocar y ser tocada por las sensaciones. ¡Estamos tan acostumbradas a bloquear las sensaciones que ni siquiera sabemos cómo lo hacemos ni cómo deshacerlo! Pero son las sensaciones las que nos dan corporeidad, lo que miras o lo que tocas es real, te das el tiempo de sentirlo, de asimilarlo.

En vacaciones anhelamos recuperar un sueño reparador, unas actividades lúdicas y físicas que paren la mente, comer sin horarios ni protocolos, recuperar nuestro intestino para que funcione sin someterlo a las torturas de las normas sociales, recuperar todas las relaciones sexuales que el cansancio y el tiempo te han impedido y que tu fantasía convierte en grandiosas o gloriosas. Todo esto nos demuestra lo desconectadas que estamos once meses del año. ¿Cómo no estar locas?

Respirar profundo como hábito (no como último recurso para sobrevivir); sentir cómo encojes el estómago para no tener ciertas emociones o sentir las que debes; pisar sintiendo los apoyos de los pies y del cuerpo; ser consciente de qué músculos utilizas en tus acciones cotidianas; saber cómo encojes y aprietas las mandíbulas para no decir lo que te parece; conocer esos dolores crónicos que no desaparecen hasta que entras en ellos y desvelas las historias que te han querido contar a pesar de tu sordera crónica; no necesitar seguir una dieta sana porque tu cuerpo te indica, sutilmente, aquello que le va a ser imposible digerir..., eso es tener conciencia corporal, eso es vivir un poco más armónica que lo que te enseñaron.

No tener curiosidad por saber qué funciones realiza mi hígado o dónde se sitúa, no tener ni idea de lo que pasa en el intestino cuando como o bebo algo o cómo funcionan mis articulaciones y sólo me acuerdo que las tengo cuando me duelen; todos estos datos indican lo alejadas y enajenadas que estamos de nuestro cuerpo del que sí sabemos los pelos que depilar, cómo perfilar las cejas, la línea del labio que corrijo con el lápiz o el tipo de vestido o pantalón que disimula o ensalza la forma corporal que más aprecio y luzco más gustosa. Esto es esquizofrenia o psicosis o fobia o locura; en todo caso, armonía o felicidad, no es. Tener que acudir a metodologías, terapias, medicamentos para recuperar lo que es nuestro, con lo que nacemos, indica lo lejos que estamos de vivir saludablemente, que nuestra civilización privilegia la mente, reservando el cuerpo para someterlo, no para disfrutarlo.

Si aceptamos que la educación y socialización son para sentir y pensar lo que debemos como mujeres y abandonamos lo que deseamos o anhelamos, entonces debemos escoger continuamente entre una situación y otra: no se pueden dar las dos a la vez. Es un trabajo personal costoso, dificultoso, que pone en entredicho muchas de las cosas aprendidas, de las decisiones tomadas en cuanto a trabajo, pareja, familia, profesión, amistades, es tomar un camino que aleja del orden social y político correcto. Es un sistema de soledad, para vivirlo intensa y personalmente; significa recuperar ese espacio personal íntimo, no compartido, que es tu cuerpo y tu mente funcionando en armonía.

El cuerpo como medio ambiente de la mente

Teniendo en cuenta la tendencia a considerar que el medio ambiente es un factor esencial en el desarrollo y manifestación de la carga genética, veamos al cuerpo como el medio ambiente o el microclima que sostiene y mantiene al cerebro y permite su desarrollo. Separarlo es seguir anteponiendo la funcionalidad y el materialismo a la concepción integral. La experiencia, es decir, lo que le sucede al individuo, influye en la expresión génica a través de múltiples vías de orden bioquímico (las hormonas y neurotransmisores juegan un papel primordial) y es un camino de ida y vuelta. Por tanto, es cerrazón seguir pensando que la mente funciona aislada del cuerpo y que éste mantiene todas sus funciones (dentro de unos límites sostenibles para la vida) sin ser influido por los pensamientos o sentimientos ni por las múltiples órdenes mentales elaboradas para adaptarse a los cambios físicos del medio.

La capacidad intelectual y el carácter son mediados por la sociedad, el medio ambiente, la alimentación, la educación... El ambiente físico que permite al cerebro materializar lo que piensa y ejecutarlo es el cuerpo. Si esto es así, tenemos que dar paso a otra concepción del cuerpo, la de compañero inseparable de la mente, la de equipo que funciona sincronizadamente y lo que le pasa a uno le pasa al otro. Las manifestaciones de ese equipo son las que difieren; cada cual tiene una manera de expresar su funcionamiento, su necesidad y su respuesta a lo que nos pasa cada instante, continuamente, nunca dejan de funcionar así, incluso mueren juntos.

Ahora bien, si el cuerpo detecta una situación de peligro y necesita las órdenes cerebrales destinadas a resolver esa situación pero esas órdenes contradicen la educación o la moral o la conveniencia, la mente entra en caos: si prioriza la necesidad corporal contradice el orden social, y si prioriza el orden social, sacrifica la supervivencia para someterse, de nuevo. Esta “esquizofrenia” la resuelve como siempre haya resuelto los conflictos desde el útero materno, es decir activando el funcionamiento de defensa aprendido: si es con estrés, lo hará activando toda la respuesta con la consiguiente superactivación de la amígdala y la respuesta será de ansiedad o de fobia. Ésta es una respuesta de escape, que no resuelve la situación, sino caotiza más, tanto a la mente como al cuerpo y ambos tienen un funcionamiento de exigencia, de gasto y de rendimiento cero.

Éstos son ejemplos extremos. Entre una respuesta caótica y la respuesta sana o adecuada hay niveles, pero todo se explica por este mecanismo de relación armónica y de equipo. Suprimir o someter la respuesta corporal a la conveniencia es como vivir sin el medio ambiente y todas sabemos lo que ello conlleva. ¿Basta con saberlo para corregirlo? Pues no, necesitamos recuperar, repensar, entrenar tanto la mente y el cuerpo en otro funcionamiento, en otra relación, porque es tan fuerte la imposición socializante que no se cambia sólo con la voluntad o con el pensamiento. De nuevo es el concepto de equipo indivisible e inseparable el que permite empezar a funcionar en armonía, recuperando ese cuerpo de mujer en una mente de mujer.

Se entrena el cuerpo recuperando una respiración libre, armónica, amplia y profunda, que permitirá el funcionamiento correcto y elástico de las articulaciones y cadenas musculares, tanto somáticas como viscerales, lo que da lugar a percepciones sólidas y fuertes que activan una respuesta coherente que la mente coordina:  una acción corporal que resuelve el conflicto o la situación planteada, sin cadenas sociales o ataduras. ¿No es coherente? ¿No suena estupendo?

Si el cuerpo de las mujeres se percibiera como tal en esta sociedad, detectaríamos más los peligros, no nos engañarían las apariencias, seríamos lo que queremos ser y no lo que debemos, pero entonces muchas cuestiones sociales se vendrían abajo. ¡Qué revolución!

El artículo completo ha sido publicado dentro de la revista Mujeres y Salud MyS, editada por la Red de Mujeres Profesionales de la Salud CAPS (Centro de Análisis y Programas Sanitarios).

Tags relacionados: ansiolíticos Salud mental
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comentarios

2

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    Carlos
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    28/04/2014 - 1:57pm
    Gracias por el artículo. Sin embargo tengo un pero y es la distinción de género. ¿Acaso no tenemos cuerpo mujeres y hombres por igual? Me sentía incluido cuando hablabas de todas nosotras, las personas, hasta que vi la palabra mujeres y entendí que no era un artículo plural. Un saludo.
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    Gloria
    |
    27/04/2014 - 11:16pm
    Gracias por escribir este artículo y compartirlo, espero poder aprender más sobre las relaciones tan conflictivas entre cuerpo y mente, más difíciles para las mujeres, desde luego. Totalmente de acuerdo que sería una revolución de las de verdad, con consecuencias a corto, a medio y a largo plazo cambiar esa relación que nos esclaviza profundamente. Gracias de nuevo, y, ¡SEGUIMOS!
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