ANÁLISIS: LA EXPERIENCIA DE LA ASAMBLEA POPULAR DE LOS PUEBLOS DE OAXACA (APPO)
A cuatro años de la rebelión popular

El autor, columnista del
diario mexicano La
Jornada y residente en
Oaxaca analiza el papel
de la APPO en la actual
situación de Oaxaca.

30/12/10 · 8:41
Edición impresa



A cuatro años del nacimiento
de la Asamblea Popular
de los Pueblos de Oaxaca
(APPO)
se discute aún su
sentido y hasta su propia existencia.
Algunos le siguen atribuyendo
una función política fundamental,
pero muchos piensan que se desvaneció
junto con la revuelta popular
a la que habría dado un nombre.
Sólo quedaría un membrete que
utilizan arbitrariamente grupos
muy diversos para proyectos políticos
sin mayor eco en la población.

La APPO nunca fue organización
política ni movimiento de
movimientos. Fracasaron los intentos
de darle estructura centralizada,
dirección única y sesgo
partidario
. Los movimientos que
convergían en la APPO sólo se articulaban
circunstancialmente.
Esa situación persiste. La APPO
ha sido sólo una posibilidad, un
intento que no cristaliza. No tiene
existencia ni realidad. Pero no es
un fantasma. A su manera atropellada
y dispersa, lo que puede todavía
llamarse APPO expresa el
vigor y vitalidad de una tendencia
profundamente enraizada en los
pueblos de Oaxaca que aún intenta
crear su oportunidad de existir.

La APPO habría sido una rebelión,
más que una revuelta, que
buscó extender a todo el Estado
la experiencia de gobierno autónomo
de las comunidades de
Oaxaca por medio de una asamblea
de asambleas. Si aceptamos
esta hipótesis, la APPO no ha logrado
existir. Innumerables iniciativas
han nutrido el experimento,
pero factores internos y externos
le han impedido cristalizar: lo
han debilitado quienes desde su
interior han querido emplearlo
para sus propios fines personales
y de grupo y ha sido brutalmente
reprimido
y desarticulado por la
estrategia ilegal de intimidación y
control que empezó con la represión
de 2006 y aún persiste.

A pesar de su condición embrionaria,
la APPO ha sido capaz de modificar
sustancialmente la realidad
social y política de Oaxaca. Puede
apreciarse su impacto en toda suerte
de iniciativas que se siguen multiplicando
y muestran creciente vigor,
como las cada vez más amplias
coaliciones urbanas y rurales de defensa
territorial o las iniciativas que
intentan ampliar el control autónomo
de la vida cotidiana mediante la
agricultura urbana, el trueque, etc.
La frustración y el desencanto, lo
mismo que el temor y la rabia, hicieron
presa en diversas capas. Pero
se mantienen vivos el fermento organizativo
y la iniciativa de 2006.

La APPO fue un factor decisivo
para desplazar del poder formal y
real al partido que gobernó por
ocho décadas en el Estado y a la mafia
política que lo encabezó en los
últimos años. Cerrar ese ciclo desató
un ambiente de fiesta y celebración
en Oaxaca, que parece cuajado
de esperanza. Algunos sectores
confían en las reformas que ha prometido
el nuevo equipo, en el que
aparecen protagonistas destacados
de la APPO que no la representan.
Muchas personas mantienen la desconfianza
hacia el nuevo Gobierno,
que no sería sino el mismo sistema
con otra piel. La esperanza mayoritaria
no estaría colgada de los nuevos
funcionarios sino de la capacidad,
organización y vitalidad de los
pueblos de Oaxaca, que se manifestaron
espectacularmente en 2006
y
se muestran cotidianamente en las
más diversas formas. La mayoría
de los oaxaqueños estaría pensando
que los nuevos funcionarios tendrán
que darse pronto cuenta de
que su única opción de gobernar es
aprender a obedecer a los pueblos
de Oaxaca... y se dedican con imaginación
a enseñárselo.

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