EDUCACIÓN // DOCENTES, FAMILIAS Y POLÍTICOS DEBEN PREGUNTARSE POR LAS CAUSAS Y CONSECUENCIAS DE LAS CLASES EXT
Clases particulares: la escuela sumergida

La asistencia a clases particulares es un requisito básico para el éxito escolar. Una de esas certezas no nombradas que, por alguna razón, se
guardan en la trastienda.

22/06/11 · 5:00
Edición impresa
Texto de Aída Terrón y J.L. San Fabián, miembros de Fundación de Investigaciones Educativas y Sindicales
 
Foto: Olmo Calvo.

La contundencia de los (escasos)
datos sobre asistencia
a clases particulares
contrasta con la opacidad
social que pesa sobre el asunto. El
conjunto de noticias, debates e informes
que afloran sobre educación
simplemente lo ignoran. Incluso si
buscamos “clases particulares” en el
macroobservatorio Google, sólo encontraremos
las ofertas que hacen
las academias y los colegios particulares.
Y, sin embargo, éste es un
asunto a la vista de todos
. Nadie
desconoce que, en su inmediato entorno,
los estudiantes “van”. Lo sabemos
los padres, los profesores, la
administración, los sindicatos y los
tertulianos. Lo saben, desde luego,
los alumnos, que, incluso antes de
matricularse en el curso oficial, lo
hacen en unas academias tan demandadas
y saturadas que pueden
colgar el cartel de “no hay plazas”.

Las razones de esta opacidad son
diversas. Como su mismo nombre
indica, esto es una cuestión particular:
la educación será una cuestión
social, cuyo interés público requiere
de una regulación institucional y
administrativa, pero un respetuoso
margen para la libertad individual y
la necesaria “lucha por la vida” justifican
su reclusión en el ámbito de
la trastienda. Al profesorado probablemente
no nos guste conocer el
dato. Que la mitad de mis alumnos
necesiten reforzar “mis enseñanzas”
para conseguir “sus aprendizajes”

me incomoda, pero, sobre todo,
me desborda: con los recursos que
me da la administración y con el
material que tengo, hago lo que
puedo. A las familias nos puede
preocupar su coste y utilidad, pero,
naturalmente, hacemos lo que podemos
por nuestros hijos. Finalmente,
la Administración no deja de
verlo como una opción privada entre
padres y empresarios (aunque a veces
éstos sean alumnos de estudios
superiores que sobreviven con ello).

¿Igualdad de oportunidades?

Pero ocurre que entre estos tres planos
–la libertad individual de las familias,
la responsabilidad de la Administración
como gestora de este
servicio público y el papel del centro/
profesor– existen necesariamente
mediaciones y complicidades. Sin
entrar en matices y sólo por precisar
lo fundamental: una enseñanza gratuita
y obligatoria no puede, por definición,
requerir de clases particulares
pagadas para poder superarse
con éxito. Si éstas fuesen necesarias,
habría que proponer (aunque
ello suene, y de hecho sea, una boutade)
la concertación de las academias
y del profesorado particular
dentro del sistema educativo público.
De no saber o no poder resolverlo
de otro modo, ésta sería la obligación
de una Administración que afirma
el principio de la igualdad de
oportunidades, a fin de evitar una
mayor asimetría entre el alumnado.
Porque es claro que una familia,
cuando decide recurrir a clases particulares,
opera en el marco de la libertad
individual y en el de la lucha
por la vida, pero el hecho es que en
la encuesta mencionada los estudiantes
afirman (en un 50% de los
casos) que asisten a clases para
aprobar. Y, por tanto, más allá de un
afán de distinción y de una extensión
de los mecanismos consumistas
e hiperprotectores también a este
ámbito, lo cierto es que existe un
problema interno, una incapacidad
del sistema educativo para lograr el
equilibrio entre sus exigencias de
aprendizaje y los propios medios para
satisfacerlas
.

La alta frecuencia de clases particulares
en un sistema educativo sugiere
que las instituciones escolares
no ejercen satisfactoriamente su
función formativa, aunque sigan detentando
la evaluadora y crediticia.
Docentes, familias y políticos deben
preguntarse por las causas y consecuencias
de las clases particulares
en términos de calidad y equidad.
¿En qué medida estas clases refuerzan
una concepción mecanicista del
aprendizaje
, contribuyendo a la
inercia reproductiva del sistema?
¿Su éxito se debe a que quizá incorporen
mejor esa dimensión, poco satisfecha
en la enseñanza formal, que
consiste en la adaptación al ritmo
del estudiante y la atención individualizada?
Desde el punto de vista
de las familias, su contribución es al
fin y al cabo una inversión. Pero desde
el punto de vista global del sistema,
una mayor financiación familiar
de la educación implica una reducción
de la gratuidad y, sobre todo,
de la igualdad.

UNAS CLASES OPTATIVAS DEMASIADO NECESARIAS

Un estudio realizado en 2008 por la Fundación de Investigaciones Educativas y Sindicales de Asturias (FIES), y que se ha hecho público recientemente, constató que más de la mitad del alumnado asturiano de educación secundaria (un 59%) asiste a clases particulares, que consideran «necesarias para aprobar», siendo el «mejorar expediente» o «perfeccionar idioma» razones complementarias para hacerlo. Una segunda constatación abunda en este abrumador dato: sólo la carencia de oferta en determinadas zonas y, sobre todo, la escasez de recursos económicos impide asistir a clases
particulares a buena parte del resto del alumnado. En efecto, en los centros escolares con una composición sociológica de sectores favorecidos socioculturalmente el porcentaje de asistencia llega al 71,84%, descendiendo sensiblemente en los centros con alumnado más desfavorecido (los rurales y los urbanos de barrio).

El citado estudio muestra que: 1) hay una presión curricular excesiva que obliga a acudir a apoyos pagados; 2) afecta más a los sectores peor situados cultural y económicamente; y 3) la asistencia a las mismas incrementa una jornada escolar que no se agota con las clases particulares.
Porque, aun siendo menos frecuentes en la enseñanza primaria, también en esa etapa las llamadas actividades extraescolares ocupan las tardes de la vida infantil.
En relación a estas últimas, otros estudios realizados revelan que, en Asturias, sólo el 9,9% de los niños y el 17,7%
de las niñas reconocen no realizar ninguna actividad reglada fuera del horario escolar. Lo cual sanciona definitivamente
el tiempo de la infancia y la adolescencia como un tiempo escolarizado.

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comentarios

1

  • |
    anónima
    |
    23/06/2011 - 1:12pm
    <p class="spip">Entre los aspectos que la ciudadanía a día de hoy debería exigir a sus gobernantes son las mejoras "reales" de la educación pública. No por medio de cambios legislativos que para nada valen, pues al final un profesorado insatisfecho termina trabajando igual, con la misma dinámica pero con otro collar por ley orgánica. Faltan mejoras a nivel económico, que disminuyan la ratio docente/discente a un máximo de 1:15. Esto es muy caro, eso esta claro, pero es necesario. Es la única manera de poder ofrecer una educación de calidad en un aula. Porque más importante que los medios, las leyes, las pizarras digitales y los libros de texto, la educación es y será siempre una relación entre educadores y personas que quieren aprender.</p> <p class="spip">Por una EDUCACIÓN REAL YA! que eduque a las infancia y la juventud con el objetivo de formar personas con valores fuertes para poder regenerar la democracia perdida y no como un nuevo método de aumentar las riquezas del país por medio de reforzar y reproducir un sistema capitalista.</p>
  • Foto: Olmo Calvo.
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