En Argentina y Chile, algunos de los Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio se han remodelado en museos y archivos que denuncian todo el sufrimiento que produjeron.
“La Cuadra [en La Perla] no sólo
fue terrible por la tortura y por la
venda sino porque nos sabíamos
desprotegidos, sabíamos que el
resto del país no sabía de nuestro
sufrimiento, sentirnos ignorados
era lo terrible. Esa era la Cuadra,
otro mundo, otra Argentina, era
la otra cara del Mundial… la otra
cara de la tranquilidad en las calles…
la tranquilidad de los sepulcros”,
afirmaba Graciela
Geuna ante el consulado español
en Ginebra en 1998.
Un ejemplo entre los 3.000
desaparecidos en Chile, los
30.000 en Argentina y los miles
y miles en Uruguay, en Brasil,
en Paraguay… que durante años
pasaron por el ‘infierno’. Hay lugares
donde no es necesario
imaginarse el infierno y los
Centros Clandestinos de Detención,
Tortura y Exterminio
(CCDTyE). Ahora algunos son
museos para fomentar el conocimiento
y la conciencia de
cuanto horror allí se perpetró.
La Ruta de la Memoria o Villa
Grimaldi en Chile, la Escuela de
Mecánica de la Armada (ESMA),
en Buenos Aires, el D2 o
La Perla en Córdoba, Argentina,
y decenas de lugares se pueden
visitar de la mano de quienes sobrevivieron
a aquellas tenebridades,
o de los hijos y nietos de
muchos detenidos y desaparecidos
que por allí pasaron.
Lugares de memoria
Para estos nuevos archivos del
terror, que conservan hoy los
testimonios de cuanto sucedió.
H.I.J.O.S., abuelas, madres, familiares
de las personas desaparecidas,
militantes de Verdad y
Justicia, han trabajado durante
años para rescatar la ignominia
del olvido que el imaginario colectivo
ha asumido como propio
a través del lenguaje oficial y la
propaganda dulce de los medios
masivos. “Algo habrán hecho”,
“no será para tanto”, “todo es
mentira”, “aquí no ha pasado
nada, y si algo ha pasado, ha sido
por nuestra seguridad, por
nuestro bien”... es el discurso
dominante de la complacencia,
del “sentido común” y de la ignorancia
que es complicidad.
“¿Por qué contamos esta vida?
Porque su vida se fue enredando
con nuestras vidas… porque
su vida fue digna y digna de ser
contada”, explica Eli Torres en
un álbum dedicado a su hermana
desaparecida, Graciela.
Jóvenes la mayoría, luchadores,
militantes, revolucionarios,
o no, personas que no estaban
en otro lugar en otro momento
sino allí donde las fauces del terror
estatal succionó sus sueños
y sus anhelos de un mundo más
habitable y más humano. Una,
acaso dos generaciones de gentes
idealistas y luchadoras se
perdieron. ¿ Y qué habría pasado
si todas y todos esos compañeros
estuvieran vivos hoy? Tal
vez, este mundo nuestro sería
distinto, sería algo, o bastante,
mejor. Da para pensar. Incluso
cuando muchos han negado estas
desapariciones, y algunos lo
siguen haciendo.
“Tomar en nuestras manos la
lucha, no sólo la lucha por la
verdad, la justicia; sino la lucha
propiamente que ellos tenían,
que era la lucha por un mundo
más solidario, sin excluidos, sin
oprimidos”, explicaba Clarisa,
en el álbum de su prima desaparecida
Alicia d’Ambra, detenida
en la cárcel argentina Buen
Pastor.
“Santiago d’Ambra”
Las dictaduras militares acompañaron
el secuestro, la tortura
y la desaparición de personas
con la censura, la prohibición y
la destrucción y quema de libros.
La Biblioteca de Libros
Prohibidos “Santiago d’Ambra”
del Archivo Provincial de la
Memoria en Córdoba (Argentina)
ubicada en el mencionado
ex CCDTyE D2 es una sala
de exposición permanente de libros
y revistas censurados durante
la dictadura militar argentina
y otros períodos políticos
anteriores.
La Biblioteca, además de
exponer y sacar a la luz pública
cuanto libro, documento y
testimonio hubiera sido ocultado
por censura y prohibición,
realiza una labor de reconstrucción
de listas de
obras censuradas, de libros
perdidos u ocultos para protegerlos
de su destrucción por
la dictadura; de investigación
de decretos de prohibición; y
de recolección de experiencias
de quienes ocultaron, enterraron,
destruyeron o quemaron
sus bibliotecas para
proteger sus vidas.
La Biblioteca también brinda
información sobre derechos
humanos, sobre la historia
reciente, el terrorismo de
Estado y procesos de memoria
e identidad. Así como temáticas
educativas y literarias
de autores argentinos y latinoamericanos
y un importante
acervo de tesis, investigaciones
y ensayos que estudian,
indagan y reflexionan sobre la
historia reciente y las dictaduras
argentina y latinoamericanas
de los años ‘60, ‘70 y ‘80.
Una biblioteca sin fin que se
encuentra en permanente
construcción con la colaboración
de ciudadanos que tuvieron
la precaución, cuando no
el coraje, de resguardar el material
censurado por el terror
del Estado.
Todo listo para el exterminio
La Perla, a unos 15 kms
de Córdoba (Argentina),
era un cuartel del Ejército
que también en 1976
fuera hecho Centros
Clandestinos de Detención,
Tortura y Exterminio.
De grandes dimensiones,
todo estaba
preparado para el exterminio.
“La Cuadra”,
donde tiraban a los
detenidos atados y
amordazados, o las “Oficinas”,
dependencias
donde los militares
“interrogaban” según su
propio estilo, o el “Galpón
de Automotores”,
donde camuflaban los
vehículos robados para
los secuestros, o la
“Sala de Tortura”, así
llamada en toda su literalidad,
o el “Depósito”,
donde dejaban los
cadáveres para ser llevados
a las fosas comunes
o tirados al lago.
Claudio,
hijo de detenidos
sobrevivientes, miembro
de Hijos e Hijas por la
Identidad y la Justicia
contra el Olvido y el
Silencio, nos explicó
todo esto en el recorrido
escalofriante por los
horrores de La Perla.
RECUERDOS DEL CENTRO D2
Ramón estuvo preso en
el D2, una comisaría
de la policía cordobesa
(Argentina), donde
pasó los peores meses
de su vida. De 1976 a
1979, esa comisaría
fue convertida en
CCDTyE. Pocos días
después del golpe militar
que acabó con el
Gobierno peronista fue
secuestrado a la salida
de una fábrica, de la
empresa española
Pegaso. Tras ser atado
de pies y manos, amordazado
y vendado los
ojos, fue llevado hasta
el D2 en el maletero de
un Dodge camuflado.
Al igual que con otros
miles de detenidos –la
mayoría desaparecidos–
en Argentina, en
Chile, en Uruguay, en
Paraguay… El terrorismo
de Estado funcionaba
miméticamente en
todos y cada uno de
ellos. Ramón y el resto
de desaparecidos estaban
malheridos, vejados,
rotos, golpeados.
Junto a la comisaría
estaba la catedral,
pero el obispo y los
curas nunca hicieron
nada, salvo “perdonar”
los pecados subversivos
cuya penitencia
estaba siendo suministrada
con crueldad y
con vileza a pocos
metros de sus altares.
Ramón fue uno de los
pocos supervivientes
de esa caverna; por
contra unas mil personas
desaparecieron
para siempre.
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