La retirada a Habiba de la tutela de su hija por darle el
pecho en un centro de acogida deja en evidencia a las
instituciones y desvela nuevas formas de hacer política.
- Foto: David Fernández
A Habiba le quitaron a su hija,
Alma, el día 30 de mayo y se la devolvieron
el 22 de junio. El relato
de aquella separación conmocionó
a miles de personas durante esas
tres semanas. La narración triste
habla de funcionarios llenos de poder
y vacíos de formación, de burocracias
lentas y espesas y de viejas
normas agujereadas por la realidad.
El final feliz cuenta la historia
de unas madres que enseñaron
ciencia a un gobierno, la de una tecnología
que ya nadie nunca podría
parar y la de unas tetas que armaron
una pequeña revolución.
Antes de la revuelta, la joven
Habiba vivía al este de Madrid, en
un Centro de Apoyo a la Familia,
como los llama la Comunidad.
Había recalado allí después de que
su ex pareja fuese condenada por
violencia machista y ella se quedase
sin recursos y con un bebé en
brazos. A Habiba no le gustaban los
empleados del centro y a los empleados
no les gustaba Habiba. Ella
era temperamental, respondona y
le daba teta a su hija cada vez que
lo pedía; ellos, simplemente, no sabían
que Habiba tenía razón.
En la mañana del 30 de junio,
mientras Alma estaba en la guardería
del centro, Habiba fue llamada
a un despacho. Le comunicaron
que el Instituto Madrileño del Menor
y la Familia (IMMF) acababa
de quitarle la tutela de su hija y que,
como ya no tenía hija, aquel centro
para madres no era su lugar. A la
calle. Sin despedirse de su bebé.
Más tarde, otras madres del mismo
centro contarían que aquella tortura
psicológica en forma de amenaza
era frecuente: si no haces lo que
decimos, te quitamos a tu bebé.
Los informes que habían servido
al IMMF para deshacerse de Habiba,
sin ningún peritaje ni respaldo
pediátrico o psiquiátrico, son un
cúmulo de anécdotas que parecen
esbozar la caricatura de una madre
pésima que a veces le pone a su hija
calcetines desparejados o una joven
inestable que a veces se ha peleado
con compañeras.
No parece
tan grave como para quitarle la tutela
de un bebé a su madre. Los técnicos
aderezaron el expediente con
un dato que les parecía irritante.
No satisfacía los requisitos del programa
de habilidades y aptitudes
maternales que el centro imponía.
En concreto, seguía dando el pecho
a su hija en lugar de destetarla como
exigían las normas. Habiba le
daba el pecho a Alma cuando ésta
se lo pedía y se negaba a tomar la
medicación que el centro proporcionaba
para cortar la lactancia.
Recomendaciones cumplidas
Acaso sin saberlo, Habiba estaba
cumpliendo las recomendaciones
de la Organización Mundial de la
Salud, la Academia Americana de
Pediatría o la Asociación Española
de Pediatría: lactancia exclusiva como
mínimo hasta los seis meses y
lactancia a demanda hasta los dos
años o más. Pero la imagen de una
mujer dando el pecho a su bebé en
los pasillos del centro “de apoyo a la
familia” escandalizó a sus cuidadores
y Alma ya no pudo mamar más.
La Fundación Raíces acogió a
Habiba y difundió el caso. El IMMF
no sabía a quién se enfrentaba.
Habiba no estaba sola, miles de madres
dan el pecho a sus hijos y muchas
de ellas tienen que librar una
carrera de obstáculos para lograrlo.
Estas madres (y padres) forman
un comando silencioso de ‘lactivistas’
listo para saltar en defensa de
la teta ante cualquier ataque.
En
apenas 48 horas, miles de personas
se organizaban en la red para defender
a Habiba. Y esta vez Facebook
no sirvió sólo para acallar
conciencias haciendo clic en “me
gusta”. Desde ofertas de trabajo y
alojamiento, hasta comunicados de
psiquiatras y pediatras escandalizados,
pasando por llamamientos a
tetadas de protesta en plena Gran
Vía madrileña o avalanchas de cartas
a cualquier institución que pudiese
mediar en favor de Alma y
Habiba.
Aquella reacción de solidaridad
masiva, en medio de una sociedad
que acababa de indignarse,
reveló el poder insospechado y natural
de la empatía. No fue la economía,
estúpidos: algo tan esencial
como la leche materna ha cohesionado
un movimiento social fuerte y
operativo.
Al final, el IMMF reculó. Tras la
intervención de la fiscalía madrileña
y la Defensora del Pueblo, que
pidieron la reunificación inmediata,
la institución dijo haber notado
de sopetón un cambio de actitud en
Habiba: madre e hija se reencontraron.
En aquellas tres semanas,
pudieron verse apenas tres horas
en tres días separados y siempre
bajo la mirada de hasta cinco personas,
guardia de seguridad incluido.
El último día Alma quiso mamar
y, de nuevo, se lo prohibieron:
cuando su olfato infalible la guiaba
hacia el pezón de su madre alguien
rompió el silencio para decir “¡No!”.
Su lactancia se ha resentido, aunque
tratan de recuperarla. Cientos
de personas se unen ahora a una
nueva organización: All Loving
Mothers Association (ALMA). La
Liga de la Leche se ha ofrecido a la
Comunidad de Madrid para impartir
formación sobre lactancia materna
al personal de sus “centros de
apoyo a las familias”.
EL INFORME PEDIÁTRICO QUE DEJÓ EN EVIDENCIA AL INSTITUTO DEL MENOR
Cuando la Defensora del Pueblo
empezó a recibir el aluvión
de cartas sobre el caso de
Habiba, se puso en contacto
con el IMMF, que le ofreció su
versión de los hechos. La
Defensora aceptó aquel retrato
de una Habiba desequilibrada,
pero aun así instó a que madre
e hija pasasen el mayor tiempo
posible juntas y creyó demostrado
que su relación era feliz.
La defensa de Habiba contraatacó
y movilizó a un panel de
expertos de la Asociación Española
de Pediatría que revisaron
el expediente que justificó la
retirada tachando la lactancia
de Alma como «caótica».
El
informe de los pediatras fue
demoledor. Cada argumento
del IMMF contra Habiba resultó
ser un acierto pediátrico:
«Los argumentos esgrimidos en
el informe al que hemos tenido
acceso no sólo no justifican
que la relación maternal de
Habiba con su hija pueda ser
perjudicial para Alma, sino que
demuestran que Alma estaba
perfectamente alimentada, cuidada
y querida. La decisión de
separar a Alma de Habiba es
dañina para ambas. Para Alma,
porque se la somete a un
estrés excesivo, el estrés de la
separación, para la que todavía
no está preparada, y se le priva
del mejor alimento y de los
mejores cuidados que puede
recibir, cortando bruscamente
una relación de apego seguro
con su madre. El estrés tiene
consecuencias físicas (mayor
riesgo de infecciones, pérdida
de peso...) y psicológicas.
Cuanto más dure la separación,
mayor será el daño inflingido a
Alma. Se debería revocar dicha
decisión cuanto antes para
minimizar los daños causados.
Rectificar es de sabios».
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