UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
Carlos Berzosa, del antifranquismo a la hipocresía social-liberal

El actual Rector de la UCM lleva 7 años al frente de nuestra universidad, un dilatado período en el que su gestión sólo puede ser calificada de nefasta para el conjunto de la comunidad educativa. Ha vencido en dos ocasiones en elecciones con voto ponderado (que compensa la abstención masiva), presentándose al frente de una candidatura que él mismo insistió en catalogar de izquierdas y progresista.

06/04/10 · 16:18
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El actual Rector de la UCM lleva 7 años al frente de nuestra universidad, un dilatado período en el que su gestión sólo puede ser calificada de nefasta para el conjunto de la comunidad educativa. Ha vencido en dos ocasiones en elecciones con voto ponderado (que compensa la abstención masiva), presentándose al frente de una candidatura que él mismo insistió en catalogar de izquierdas y progresista. Sin embargo, lo que ocurre con estos personajes políticos es que una vez alcanzado el cargo por el que suspiran, y tras un breve periodo de “talante”, dejan la careta de progre en una estantería hasta la siguiente ocasión y hacen exactamente lo mismo que hacen todos, ya sean concejales, alcaldes, diputados, ministros, decanos o rectores, es decir, plegarse a los intereses de los grupos de poder, que para algo son los que mandan. Y es que si algo caracteriza a todos los autoproclamados representantes de la sociedad, sobre todo los conocidos como socialdemócratas, es la falsedad y cinismo con la que actúan a la hora de la verdad, es decir, lejos de las cámaras y tribunas desde las cuales no dudan en defender bellas palabras como Justicia, Igualdad o Derechos Humanos. De esta manera, logran embaucar a muchos trabajadores y trabajadoras que pronto somos el blanco de sus medidas ultraprogresistas, tales como el alargamiento de la edad de jubilación, abaratamiento de los despidos, congelación de salarios... Y, desde luego, en esto el Rector, un ferviente defensor de José Luis Rodríguez Zapatero, para el cual no dudó en figurar en la plataforma de apoyo a su candidatura en las últimas elecciones generales, no iba a ser una excepción.

Largo y tendido hemos hablado ya (y seguiremos hablando, por supuesto) del incumplimiento sistemático que ha realizado este señor de sus vehementes promesas de la no mercantilización de la enseñanza con la implantación del Plan Bolonia y de la no privatización de servicios básicos universitarios. Desde luego, los hechos le desmienten por sí solos: subida de tasas, recorte de gastos, poder de decisión de las empresas sobre contenidos educativos en el Consejo Social y en el flamante Campus de Excelencia, privatización y subcontratación completa de servicios ya existentes y nuevos, agente inmobiliario del banco de Santander, EREs encubiertos de trabajadores/as, pérdida de derechos laborales adquiridos... Sin embargo, en esta ocasión nos ocuparemos de otro aspecto inquietante en el que se refleja la hipócrita política de quienes no dudan en vanagloriarse de su pasado antifranquista, así como de su supuesto laicismo y republicanismo. Nos estamos refiriendo a la presencia destacada en nuestra Universidad, una universidad pública y que por tanto pagamos todos, de símbolos, elementos y grupos marcadamente reaccionarios cuando no abiertamente fascistas, ante los cuales nuestro aclamado Rector no ha hecho absolutamente nada, incumpliendo incluso en algunos casos las leyes que ha emitido el gobierno que tanto le place.

En primer lugar, nos gustaría destacar que en una institución pública como es la Universidad y que aspira en teoría al desarrollo científico y académico de toda la sociedad no es admisible que tengamos numerosos espacios ocupados en todas las facultades por capillas católicas. Para empezar por que se está vulnerando la aconfesionalidad que proclama la Constitución que tanto gusta alabar a estos próceres y altos estadistas, otorgando un claro trato de favor a la iglesia católica. Evidentemente, no se trata de que estemos defendiendo ahora la construcción de sinagogas, mezquitas o cualquier otro templo religioso en nuestra Universidad, sino que sostenemos que aquel que quiera practicar sus ritos que lo haga en su casa o en espacios privados, no en instalaciones públicas, de todos y todas, tanto creyentes como no creyentes. A esto hay que añadir la incompatibilidad que representa que en el seno de un centro educativo que pretende fomentar el pensamiento racional y analítico se propicie el desarrollo de cultos a creencias vinculadas al ámbito de la fantasía y la superstición, sobre las que se basa una moral ultramontana que se obstina en su intolerancia hacia todo lo que representa la libertad de los seres humanos.

En cambio, mientras que la UCM cede numerosos locales a la iglesia para que unos pocos recen el rosario y avemarías por la salvación de sus almas, se ha negado sistemáticamente a otorgar ni tan siquiera un mínimo espacio a organizaciones sindicales de clase como la nuestra que luchamos por los intereses reales de nuestros afiliados en la Complutense y por los de toda la comunidad educativa en su conjunto, es decir, tanto el personal docente, PAS y estudiantes de la Universidad. Bastante curiosas las preferencias de este equipo rectoral tan moderno y de izquierdas.

Por otra parte, creemos que la Universidad y en general todo organismo pedagógico público debería servir para impulsar una mentalidad crítica, reflexiva, abierta. En definitiva, que cree seres humanos libres y responsables con el mundo que nos ha tocado vivir potenciando el respeto a los derechos de todas las personas. Para ello se requiere que al menos la oferta de asignaturas que presentan no se limite a la reproducción de un mensaje autocomplaciente con el sistema que nos han impuesto y que tantos estragos ocasiona a la clase trabajadora del mundo entero. Como personas dotadas de inteligencia reclamamos la oportunidad de recibir visiones alternativas a las imperantes tanto económicas, sociales, políticas, etc. que nos sirvan para la controversia de ideas, único método posible para el desarrollo de la razón y verdadero motor del progreso. Si echamos un vistazo a las materias que se imparten en la UCM, así como de los profesores que las enseñan, enseguida nos percatamos de la escasez (por no decir de práctica inexistencia) de discursos diferentes al pensamiento único hegemónico, de tal suerte que un licenciado de Historia, por ejemplo, acaba la carrera conociendo la vida y milagros de todos los monarcas de nuestro país y celebrando los grandes éxitos del capitalismo, pero sin apenas haber oído nada sobre planteamientos tan trascendentales para el devenir de nuestra trayectoria histórica como el anarquismo o el marxismo, sin ir más lejos. Es más, las pocas menciones que se hacen a estos movimientos son meramente para despacharlos mediante descalificaciones desprovistas de la menor base documental necesaria, y la caricaturización de sus integrantes que prácticamente aparecen como psicópatas en potencia.

Pero lo peor no es sólo eso. Lo que es más sangrante si cabe es que amparándose en la libertad de cátedra, la UCM sufraga a profesores que sistemáticamente desprecian todo rigor científico que se podría presuponer en una enseñanza pública y de calidad y se dedican a transmitir una realidad plenamente manipulada, plagada de mensajes racistas, xenófobos y claramente fascistas. Por poner un ejemplo, en la Facultad de Geografía e Historia todos conocemos a ciertos sujetos que emplean sus clases para, entre otras cosas, negar el Holocausto a manos de los nazis (algo que en gran parte de Europa está considerado como delito) y mofarse de los represaliados por el franquismo, algo que no sólo refleja la escasa sensibilidad humana que tienen estas personas, sino que, ante todo, muestran su falta de profesionalidad como investigadores y docentes. Nos parece inadmisible que personas que se ríen de su propio oficio estén ocupando una plaza de tanta responsabilidad como la que ostentan, mientras que haya numerosos becarios y gente en prácticas de enorme talento que acaban desalentados por la falta de oportunidades.

En esta línea también queremos denunciar que en vez del fomento de un espíritu crítico y autónomo, así como de solidaridad entre los seres humanos, la UCM prefiere suscribir convenios con un organismo tan opuesto a estas aspiraciones como es el ejército. Hablamos de la Cátedra Juan de Borbón, resultante del acuerdo suscrito por la universidad y el CESEDEN (Centro de Estudios de Seguridad y Defensa Nacional) dependiente del ejército español, que consiste en el ofrecimiento de créditos de libre configuración mediante una serie de asignaturas diseminadas por las diferentes facultades, que únicamente responden a un claro objetivo: hacer una burda propaganda de una institución tan perjudicial para hombres y mujeres como es el cuerpo militar, basado en los valores castrenses de la obediencia ciega y respeto a las jerarquías, y que siempre ha sido, es y será un instrumento de las clases dominantes para el sojuzgamiento de las personas y de los pueblos. Muchas de sus clases son meras conferencias de militares sin ningún mérito pedagógico más allá de haber sido buenos soldados al servicio del imperialismo, que se afanan en presentar la política exterior del Estado español y las operaciones de la OTAN como si de sociedades filantrópicas se tratara, falseando por completo la evidencia de los crímenes contra la humanidad que siguen perpetrando a lo largo y ancho del planeta, justificando la Guerra contra el terror y otras ficciones por el estilo que encubren la masacre y el despojo total de los países a los que llevan sus misiones tan humanitarias. Todo ello se completa con visitas a bases que posee la OTAN en la Comunidad de Madrid en la que unos amables militares nos muestran las últimas adquisiciones que han hecho en armamento y aviones con los que expanden por el mundo su mensaje de paz y de alianza de civilizaciones. En fin, todo un despropósito. Desde luego que queremos conocer los pormenores de la actual política exterior del Estado y los entresijos del ejército, pero desde una óptica crítica y confrontada con los hechos que sólo nos la pueden brindar expertos independientes que no se limiten a acatar las órdenes de sus superiores. ¡Basta ya de cuentos al estilo de Alicia en el país de las maravillas y sobre todo, fuera el ejército de la enseñanza pública!

Por último, y no por ello menos importante, desde la CNT queremos denunciar públicamente que la UCM está incumpliendo deliberadamente la conocida como Ley de la Memoria Histórica que establece de forma clara que los escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación personal o colectiva del levantamiento militar, de la Guerra Civil y de la represión de la dictadura deberán ser retiradas de los edificios y espacios públicos. Nuestra universidad, a pesar de ser (al menos todavía) un espacio público, contiene aún numerosa simbología franquista entre las cuales descuella por su gran tamaño el denominado Arco de la Victoria. Este enorme monumento, que desde luego no destaca por su discreción con sus casi 40 metros de altura, situado en la Moncloa, fue construido por la Dictadura en los años 50 para conmemorar la victoria del Generalísimo monórquido de los ejércitos en la Guerra Civil, lo cual queda patente en las frases que aparecen esculpidas en sus frontispicios. La sorpresa ha sido mayúscula cuando hemos conocido que la titularidad de este homenaje a la ignominia pertenece a la UCM y que de ésta depende en última instancia la eliminación, al menos, de las inscripciones que hacen mención a los golpistas y por supuesto la modificación de su nombre. Lo que no nos ha sorprendido nada dada su trayectoria ha sido la actitud del Rectorado, es decir, no hacer nada en absoluto y desoír las quejas que ha recibido por este motivo. Lo triste es que a pesar de todo, Carlos Berzosa no pierde la ocasión para jactarse en cualquier entrevista de su lucha antifascista pasada y que además apoye públicamente al Gobierno que ha impulsado la ley que ahora está infringiendo. Por ello le pedimos que por una vez sea mínimamente coherente con las ideas que dice profesar o, si ya no le queda nada de conciencia como nos tememos, que por lo menos cumpla las leyes de su gobierno y liquide de una vez para siempre los múltiples restos de la dictadura que todavía podemos hallar en la Universidad.

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