EDUCACIÓN: EXPERIENCIA EDUCATIVA EN SANTIBAÑEZ
Una escuela abierta a su entorno

Orlando Jorrín es maestro en Santibañez, un proyecto
pedagógico novedoso en Cantabria basado en la
participación del alumnado y el respeto a su ritmo de
estudio. Asistimos a un día de su trabajo.

10/04/08 · 0:00
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LA ASAMBLEA DE CLASE. Comienzan el día decidiendo las actividades a realizar. / Orlando Jorrín

La escuela de Santibañez pertenece
al Centro Rural Agrupado de
Villacarriedo. Es una única aula en
la que 15 niñas y niños de edades
comprendidas entre los tres y los
diez años resuelven conflictos, organizan
tareas y reparten responsabilidades
en asamblea. Así gestionan
su formación en función de
sus propios intereses, con lo que su
motivación es máxima. En la asamblea
aprenden a expresarse libremente,
a respetar la opinión de
otras personas, a participar e implicarse
en la consecución de objetivos
comunes.
Orlando Jorrín, su maestro y tutor,
es uno más en la asamblea, pero
es para su alumnado un referente
fundamental de respeto, afectividad
y comportamiento democrático.

Un día cualquiera

Dos aspectos llaman la atención al
entrar en el aula: los colores (paredes,
trabajos expuestos y hasta las
mismas sillas que están decoradas
de mil colores por niños y niñas) y
la sensación de armonía y de actividad
que se respira en el grupo.
Comienzan el día con una asamblea.
En círculo, cantan una canción
que previamente han elaborado
o seleccionado, acompañados
por Orlando a la guitarra. Quien lo
desea expresa o muestra al grupo
algo de su interés y, seguidamente,
leen algún cuento o texto que han
escrito comentando colectivamente
sus ilustraciones.

Niñas y niños planifican en la
asamblea también todas las actividades
que desean desarrollar durante
el día en función de sus intereses.
El aula cuenta para ello con
diferentes espacios y ambientes. En
el rincón de lectura, tres niñas de
diferentes edades miran o leen un
mismo cuento tumbadas cómodamente
sobre un gran colchón.

Otros niños juegan con bolas en el
taller de matemáticas. En las mesas
de trabajo, Ainhoa, una madre que
colabora todos los días en la escuela,
ayuda a dos niñas a hacer unas
hadas con telas, mientras Luna prefiere
intentar construir en solitario
un tren con material de reciclaje.
Otro niño, que al caerse se hizo una
pequeña herida en el dedo, reaccionó
acudiendo al rincón de investigaciones
para observar su propia
sangre al microscopio.
Alternan estas actividades con
clases y talleres de música, inglés y
educación física que imparte profesorado
itinerante; sesiones de pintura
y expresión; sesiones de patinaje
por el patio; excursiones… y
todo lo que propongan.

Según Orlando: “Cada niña y
cada niño tiene sus inquietudes y
su proceso de investigación, por
lo que deben tener libertad para
escoger su trabajo y el ritmo del
mismo”. Cooperar es algo más
que sumar individualidades, por
eso trabajan desde la complementariedad
de las diferencias favoreciendo
el apoyo mutuo. Al finalizar
la mañana, se reúnen nuevamente
en asamblea y escriben en
la pizarra la crónica del día: trabajos
realizados, acontecimientos
especiales, posibles conflictos y
propuestas de investigación. Todo
ello quedará plasmado en el periódico
que van realizando día a
día y en el que el trabajo de redactor
es rotativo. Las más ‘peques’
colaboran con ilustraciones.
Por la tarde, tienen salida y, al
día siguiente, irá a comer toda la
clase a La Canal.

Una ventana abierta

“La educación debe ser una responsabilidad
compartida entre la
escuela y la familia, por eso hay
que facilitar un conocimiento y
confianza mutua. Mi aula tiene las
puertas abiertas a cualquier padre
o madre que desee colaborar”. Orlando
organiza sesiones de trabajo
conjunto (tutor, familias, niños y
niñas) para acordar y desarrollar
las actividades de cada proyecto.
Igualmente abre la escuela a toda
persona que tenga algo que aportar:
antiguo alumnado, otros educadores,
representantes de instituciones,
vecinas…

También intercambian correspondencia,
investigaciones y trabajos
con grupos de otros lugares. Así
amplían horizontes, comparten inquietudes
y maneras de trabajar
con otras personas.

“Si niñas y niños sienten gusto y
necesidad de trabajar, siempre darán
el máximo de sí mismos. Puesto
que el fracaso inhibe y destruye el
entusiasmo, todos los alumnos y
alumnas tendrán la misma calificación
en su expediente, la evaluación
se hará en positivo”. Al final
de cada trimestre, Orlando realiza
un informe escrito, sin calificaciones,
en el que comenta el trabajo
realizado y analiza sus procesos de
maduración y aprendizaje.


Aprender investigando

Desde que nacemos
aprendemos mediante la
investigación y la experimentación.
Se trata de
aprovechar esta curiosidad
para desarrollar una
estructura de pensamiento
y unas pautas de
investigación aplicables a
toda la actividad diaria.
Orlando se limita a dinamizar,
motivar, sugerir y
facilitar los recursos a su
alcance.
Partiendo de la pregunta
de un niño (“¿Por qué
había lombrices hoy en
mitad de la carretera?”)
apuntan la duda en un
panel grande. En otro
panel formulan las posibles
hipótesis que se les
van ocurriendo (“Estaban
perdidas”, “Alguien las
llevó ahí”…) y así
comienzan a organizar su
propio plan de búsqueda
de información (en libros,
internet, entrevistas…)
hasta dar con la solución
a la duda planteada. De
este modo aprenden el
método científico, vivenciándolo.

Cuanto más
investigan, más aprenden
del proceso.
La duración de las
investigaciones depende
del grupo y de las
características de lo
investigado, por ejemplo:
“La metamorfosis
de la rana o la germinación
de una semilla
inevitablemente duran lo
que tardan en realizarse
esos procesos naturales”,
afirma Orlando.

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