El pasado 8 de febrero murieron más de 300 personas en las aguas del Mediterráneo, entre Libia y la isla de Lampedusa.
Después del celebrado (hipócritamente) 3 de octubre de 2013 –día en que murieron 386 personas en las mismas aguas (a las que fue concedida, una vez confirmada su muerte, la nacionalidad italiana)– y la muerte de numerosas personas en otros sucesos que son el producto del cinismo cotidiano, la tragedia se ha repetido.
Como en un cínico experimento tecno-científico en que se han excedido los límites –perdiendo la necesaria conexión con nuestra humanidad, nuestro ser en el mundo– el cuerpo yace inerte e inerme, indefenso hacia el cálculo de una mentes que han perdido conexión con el cuerpo mismo, de la misma manera Barcelona, un tiempo ciudad libertaria, está bajo asedio: por un lado los funcionarios –herederos del peor racionalismo y autores de una violencia nunca tan claramente planeada como en los últimos años–, por el otro los turistas, cuya inconsciente participación en el teatro del scientific management es cada día menos naïve.
El Cap de Creus en estos últimos meses ha llegado a ser un lugar representativo para entender relaciones complejas entre naturaleza y espacio construido, usos y abusos del espacio, interés público y vanidad privada, aceptación y oposición ante los abusos.
El tema en cuestión es el proyecto impulsado por un ciudadano para la ampliación de un restaurante en el parque Natural del Cap de Creus -- zona protegida por la Ley 4/1998-- para convertirlo en una estructura destinada a museo-escuela gastronómica.
La palabra rechazar, re+captare, tratar de adueñarse, tiene su origen en la palabra cazar. Resistir al enemigo, obligándolo a retroceder. Mostrar oposición o desprecio a una persona, grupo, comunidad.
Hay islas que han perdido su carácter protector para volverse frontera
La destrucción de un edificio histórico, de un lugar en que se ha transmitido el saber de un ars, de una τέχνη, en que un artesano ha vivido y operado ignaro de la existencia de la historia, la industria, el scientific management, alejado de una leyes económicas que la prostitución del lenguaje insiste en llamar democráticas, un lugar en que el tiempo se ha depositado oscureciendo los días, es comparable a la destrucción de un libro.
Un puente es una construcción que lleva a las personas de un sitio a otro pasando encima de un obstáculo, una barrera. Un puente puede, además, proporcionar cobijo, protección.
El María Moliner dice: Construcción de cualquier clase, fija, provisional, desmontable, etc., hecha sobre un río o un corte del terreno para pasar de una orilla o de un lado a otro. Más adelante el diccionario dice: Lo que sirve para acercar a personas o cosas; particularmente a personas, si existe entre ellas tirantez o enemistad. De allí la expresión Tender un puente: Hacer una persona por su parte una tentativa de aproximación para que cese la tirantez de relaciones o la enemistad entre ella y otra. Reconciliarse.
El 25 de mayo de 2014 el antiguo aeropuerto berlinés de Tempelhof, construido en 1923 y reconstruido por el régimen nazi entre 1936 y 1941, ha vuelto a ser un elemento clave para la vida de la ciudad, siendo objeto de un referéndum sobre su uso.
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Viaje en el espacio físico de la ciudad, las ideas que lo crean, la materialidad que lo compone, las excepciones y desviaciones que proponen posibilidades nuevas.
Wayward Wandering es teórico de la arquitectura. Colabora con varios medios en el ámbito del pensamiento crítico y es consultor de la Universidad de Edimburgo en el área de las artes y la arquitectura.
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