Saberes
Ciudad, arquitectura, ideas
28
Nov
2014
15:50
Cuando las fronteras se vuelven islas y las islas fronteras
Por Wayward Wandering

La palabra rechazar, re+captare, tratar de adueñarse, tiene su origen en la palabra cazar. Resistir al enemigo, obligándolo a retroceder. Mostrar oposición o desprecio a una persona, grupo, comunidad.

Hay islas que han perdido su carácter protector para volverse frontera

En los aeropuertos internacionales, hay espacios específicamente dedicados a la actividad de rechazar a personas, grupos o comunidades. Estos espacios son las llamadas zonas de tránsito, la cuales se dividen en dos áreas con caracteres distintos que un elemento arquitectónico separa: por un lado la zona de tránsito para los vuelos internacionales, en las que las personas pasan sin querer permanecer en el país en cuestión, por el otro las salas de los rechazados, expulsados o a la espera de asilo. Personas procedentes de orillas opuestas del mar, procedentes de mundos inconciliables, están separadas por una barrera --las paredes de la sala llamada de espera-- que delimita un espacio que es a la vez físico y abstracto, una ficción jurídica --al ser un espacio fuera del derecho-- que determina y define destinos personales. En ese contexto las ideas que un arquitecto materializa en un proyecto --en el caso de la conocida sala de espera de la T4 del Aeropuerto de Madrid Barajas es Richard Rogers-- se difuminan en la abstracción del ordenamiento del Estado, que se proyecta en paredes, pasillos, salas de espera orwellianas. ¿Qué sentido tiene hablar de arquitectura, de espacio, de su alma, de su sentido más denso, de arquitectos de renombre, cuando nos encontramos en un espacio de excepción, en un campo, en que todos los demás elementos han sido borrados, en que lo que queda es la vida desnuda?

¿Qué es un campo, cuál es su estructura jurídico-política, por qué han podido tener lugar semejantes sucesos? Todo esto nos llevará a mirar el campo, no como hecho histórico, ni como una anomalía perteneciente al pasado [...] sino, de alguna manera, a la matriz escondida, al nomos del espacio político en el que vivimos. [Giorgio Agamben, ¿Qué es un campo?, 1994]

Es necesario recuperar independencia y autonomía de pensamiento --a menudo difuminado por los medios de formación-- para individuar con claridad los lugares que son, de facto, zonas fuera del derecho, en que las personas pierden todo tipo de libertad personal y derecho fundamental. Lugares que se multiplican cada día y tienen su fuerza en las ideas que los sostienen. Ideas que se alimentan a través de un uso impropio del lenguaje --un ejemplo entre muchos, el uso de la palabra seguridad-- que representa otro instrumento para falsear los hechos y reducir las libertades hasta llevarlas a límites antes impensables.

Cuando entramos en esta zona gris, en la que el tiempo queda suspendido, en la que los derechos fundamentales se detienen en virtud de un valor superior --la seguridad ciudadana-- una frontera, vidrio tras el cual miramos a los demás, se vuelve isla, espacio físico dentro del territorio pero fuera del derecho, en el que todo puede ocurrir.

Durante este tiempo indefinido --que se dilata y contrae sin seguir fuerzas naturales sino prejuicios humanos-- la libertad queda sujeta a la arbitrariedad de los funcionarios del Estado y los derechos fundamentales quedan suspendidos, creándose un vacuum, un état de non-droit.

Las islas siempre han sido un elemento de seguridad para los náufragos, quienes hallaban en la tierra encontrada la salvación.

En nuestro tiempo hay islas que han perdido su carácter protector para volverse frontera, y en las islas mismas se han creados ficciones jurídicas, islas fueras del derecho, lugares para rechazar, para obligar al enemigo a retroceder.

En Lampedusa, en el mar que separa y une dos continentes, ha muerto nuestra humanidad, ahogada en la abstracción burocrática, en el cálculo cínico que sólo la burocracia consigue alcanzar. Siguiendo con Agamben, el campo es el signo de la imposibilidad del sistema de funcionar sin transformarse en una máquina letal.

Como Erri de Luca escribe en referencia a la tragedia de octubre de 2013 en las aguas de Lampedusa:

Aquí no es profundo el mar. No son necesarios abismos para hundirse. [...] Desde el barco de Simone, quien fue el primero que se sumergió hacia el buque hundido, salen inmersiones, se va al fondo del mar con botellas de oxígeno y trajes de buceo, se mira tras el vidrio de la máscara. Todos nosotros miramos así el mundo de los hundidos, tras un vidrio divisorio.

comentarios

2

  • |
    Wayward Wandering
    |
    Mar, 04/14/2015 - 12:45
    Las heterotopías de Foucault son un concepto mucho más amplio (que va desde las bibliotecas y los museos hasta las ciudades de vacaciones). Agamben, con su teoría alrededor del <em>homo sacer,&nbsp; </em>es fundamental para entender los espacios que son, de facto, lugares fuera del derecho (el campo como paradigma de nuestra época): centros de internamiento de los migrantes, hospitales psiquiátricos (y salas de los aeropuertos internacionales), etc. saludos &nbsp;
  • |
    joseamansilla
    |
    Lun, 04/13/2015 - 17:33
    Yo, mas que mirar esas salas con los ojos de&nbsp;Agamben, y tratándose de espacios, los miraría con los de&nbsp;Ervin&nbsp;Goffman&nbsp;y las &quot;instituciones totales&quot;, o con las &quot;heterotopías&quot; de&nbsp;Foucault, junto con las cárceles, hospitales, barcos, escuelas, etc.Salut
  • Wayward Wandering

    Viaje en el espacio físico de la ciudad, las ideas que lo crean, la materialidad que lo compone, las excepciones y desviaciones que proponen posibilidades nuevas. 
    Wayward Wandering es teórico de la arquitectura. Colabora con varios medios en el ámbito del pensamiento crítico y es consultor de la Universidad de Edimburgo en el área de las artes y la arquitectura.
     


    Web: perspectivasanomalas.org

    Facebook: Perspectivas anómalas

    Twitter: @perspanomalas

    Tienda El Salto