En este ahora en el que internet es uno de nuestros espacios cotidianos donde nos encontramos y nos pensamos, nos apetece convivir con esa multiplicidad de plataformas de expresión aportando nuestra parte a la comunidad. Una comunidad esencialmente abierta, en continuo movimiento y cambio. Es cierto que a veces colapsamos con tanta información, pero sabemos que toda esa gente chillando directamente desde sus cuartos conectados también es una de las mayores riquezas de la red. Y, pese a los ritmos vertiginosos que impone la hiperconexión, creemos que una participación con ritmo propio también es posible. Este blog nace con el deseo de generar un espacio pausado en el que pensar juntas sobre lo que (nos) acontece en estos tiempos convulsos.
Vidas Precarias quiere ser un punto de encuentro para interrogar la realidad. Un lugar desde el que construir una mirada que nos ayude a comprender y a afrontar los procesos de precarización, cada vez más extremos y cercanos a los de la exclusión social. Efectivamente, muchas vidas penden de un hilo, situación que conlleva -cuando menos- estados de tristeza, desánimo y resignación. No sabemos qué hacer para cambiar el rumbo de las cosas, aunque, paradójicamente, tengamos la convicción de que algo muy importante debe cambiar. Partimos de la idea de que el capitalismo se está rearticulando ferozmente a través de un ataque masivo a las condiciones de vida. En este sentido, la crisis no es nueva. De hecho, en otras partes del mundo se han vivido procesos muy similares. Pero hablar de crisis en este momento histórico concreto, sin desdeñar otras de magnitudes también importantes en otros lugares del planeta, nos permite nombrar un cambio multifacético global −una crisis económica, una crisis ecológica, una crisis de cuidados y una crisis de salud−; así como señalar que no se trata de un acontecimiento parcial: la crisis es sistémica, estructural.
El ataque a las condiciones de reproducción de la existencia produce exclusiones que borran los rostros de las y los outsider clásicos. Cada vez es más difícil saber el tiempo que se mantiene la cuerda floja sobre la que caminamos. ¿Cuánto tiempo antes de un desahucio o de la próxima redada? ¿Cuánto antes de que se refuerce el ataque contra la disidencia sexual, retrocediendo en los insuficientes derechos adquiridos por lesbianas, trans y otrxs? ¿Cuánto antes de que cuidadoras y diversas funcionales se vean abocadas a una lógica en la que la única salida al cuidado sea la opción privada mercantil y/o familiar? ¿Cuánto antes de la desarticulación de lo público que conformaba nuestro pobre, pero importante estado de bienestar? ¿Y cuánto antes de coger un avión destino a otro país?
Pero también observamos cómo, en medio de la desorientación generalizada, cabe la ilusión ante las nuevas formas de resistencia y lucha cocinadas al calor de la crisis. El espacio de acción se difumina y suceden cosas en el entorno de lo imprevisto; con esa sacudida de cuerpos, saltamos a sitios insospechados, comenzamos a pensar lo (im)posible. Se desarrollan nuevos micromundos, proliferan estrategias de supervivencia al ritmo acelerado de recortes, privatizaciones y desahucios y se abren nuevas preguntas y foros para pensar sobre ellas. Los debates crecen y se expanden de las plazas y las calles a los barrios y las redes (y vuelta a empezar). Pasamos, no sin contradicciones y ambivalencias, del miedo y la tristeza a la valentía y la alegría del estar junto a otras; de las prácticas de pequeños territorios colectivos a las movilizaciones masivas; de las miradas micropolíticas a los debates en torno a la institucionalidad. ¿Qué podemos aportar desde los feminismos en esta coyuntura?
Vidas Precarias parte de que no existe un suelo estable sobre el que pisar. Quizá durante demasiado tiempo se creyó que la vida nos pertenece. Que pertenece a cada cual, de manera individual. Como si la conciencia bastase para ser, aislada del mundo, encerrada en sí misma. Como si los cuerpos no se tocasen desde el principio unos con otros. Como si los pensamientos, los sueños y los deseos no fuesen ya parte de un mundo compartido. El discurso hegemónico del hombre blanco, discurso eficiente a la búsqueda de beneficio capitalista, entiende la vida como autosuficiencia. Entender la vida desde su precariedad nos permite ver la contradicción entre esa comprensión de la vida y la realidad encarnada de vidas que se necesitan mutuamente. En la tensión producida en ese choque, se agitan algunas preguntas fundamentales: ¿De qué modo queremos vivir juntas y juntos? ¿Qué significa lo común hoy? ¿Cómo podemos construirlo sin obviar que se trata de una cuestión no solo política y organizativa, sino también subjetiva y ética? En definitiva, queremos preguntar cuál es esa vida que pensamos merece la pena ser vivida, cuidada, sostenida, deseada, rescatada.
Vidas Precarias es una herramienta para hacernos estas preguntas en compañía.
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Hoy, en medio de una de las tantas tormentas de la lluvia ácida del capital, mezclamos voces, deseos y miradas feministas para interrogar la realidad desde otros lugares que no sean el sujeto obrero-blanco-heterosexual-urbano que hace tiempo dejó de representarnos. Aquí nos encontramos amaia orozco, Haizea M. Alvarez, Martu Langstrumpf, Sara LF y Silvia L. Gil, partiendo de nuestros cotidianos para conversar entre nosotras y con otras en las fugas y resistencias que visibilizan conflictos y generan otras formas de vida.
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