Este texto (cuyo contexto* explico al final en más detalle) parte de la convicción de que necesitamos tener un debate amplio y responsable sobre qué hacer con lo que se llama en distintos espacios gestación subrogada o vientres de alquiler. Idealmente, este pudiera ser parte de un más amplio debate sobre la reproducción en general, vinculado al aún más amplio de qué vida queremos vivir, qué vidas merecen la pena ser vividas. Más en concreto, el tema que planteo abordar aquí, que podríamos entender como la externalización del embarazo y el parto, presenta varios problemas que, si bien no le son únicos, sí considero fundamental partir de ellos al debatir sobre esta cuestión. Mi intención es partir de dos de esos problemas y, después, esbozar una serie de ideas que considero importante tener en cuenta.
Primero, dado que en su práctica más común en la actualidad, la gestación subrogada se construye en torno a fuertes relaciones de poder, para que el debate se guíe por principios mínimamente justos, este debería realizarse mediante una corrección o compensación fuerte de las posiciones de privilegio: potenciando y visibilizando las posiciones que tienden a tener mayor dificultad para hablar y que su voz sea escuchada y no permitiendo a aquellas voces privilegiadas copar el discurso público (y legitimado). Para esto nos encontramos con un segundo problema, de bien difícil solución, como es la de la distancia geográfica, cultural y social con muchas de las partes implicadas, y una duda: ¿podemos realmente entender, pensar y decidir prescindiendo de esas voces? ¿Tenemos mecanismos reales para contar con ellas? ¿Cómo podemos hablar sin caer en portavocías? ¿A costa de qué juegos de (in)visibilidades? ¿Qué urgencias, qué necesidades y qué vidas terminamos primando?
Partiendo de estas dudas, y sin tener una posición clara al respecto, ahí van los siguientes apuntes:
· No, claro que no somos vasijas. Las mujeres que aquí o allí buscan y/o ejecutan estrategias diversas de subsistencia siempre tienen agencia. El problema, que creo que sí lo hay, es otro, más profundo, más sistémico, menos individualizable que la capacidad de agencia. Quizás enredarnos en debates teóricos sobre la libertad de elección de las mujeres en un ámbito reducido en el que sabemos que más elección no es necesaria ni automáticamente más libertad nos permita ahondar discusiones teóricas y abstractas, pero no parece que vaya a llevarnos a permitir tejer hilos de debate y acción dirigidos a agarrar y gestionar las cuestiones que afectan a las personas implicadas en la externalización del embarazo y el parto.
· Necesitamos salir del pensamiento dicotómico de “sí a todo” y “no a todo” y ser capaces de ir viendo conjuntamente qué cuestiones sí pueden resultar problemáticas del hecho de que una mujer* geste los futurxs hijxs de otra persona. Para ello, considero fundamental separar los casos en los que la gestación se hace por motivación laboral o económica y aquellos en los que se hace por vínculos de amor, amistad o vínculo emocional de otro tipo. Esto no creo que debamos hacerlo asumiendo, ni mucho menos, que las cosas realizadas de forma altruista o “por amor” sean puras y las que se hagan con mediación económica no lo sean. Simplemente significa que estaríamos hablando de cosas diferentes, guiadas por lógicas distintas y que requieren una consideración disímil.
· La gestación subrogada no es una técnica. Es una práctica social, socio-técnica si se quiere, pero no es una técnica de reproducción asistida más sino una práctica relacional sólo posible por la existencia de una serie de técnicas concretas (vinculadas a la hormonación, preparación endometrial, fecundación in vitro, transferencia embrionaria, etc.) Hablar de ello como "técnica" y no como "práctica", introduciéndolo como una 'más' dentro de la reproducción asistida, lo sitúa en un terreno de aparente "neutralidad" científica que cierra el debate y no reconoce su complejidad.
· La comercialización de la gestación, su inclusión explícita en el mercado capitalista en el momento actual de globalización, externalización generalizada desde el denominado “norte global” al “sur global” y crecimiento de la financiarización de la economía es una comercialización particular y particularmente configurada en torno a estas tendencias. Necesitamos pensarla ubicada en este contexto para poder pensar sobre de dónde viene, cómo funciona ahora y hacia qué lugares puede ir (y más allá: hacia qué lugares queremos o no que vaya).
· Una de las diferencias clave entre la externalización de esta y otras prácticas o servicios es que requiere de un trabajo biológico con pocos precedentes, extendiendo un concepción particular -y particularmente occidental- del cuerpo: quizás si tratásemos de detallar las funciones, junto con los riesgos potenciales, horas y niveles de dedicación, ocupación y control corporal y psíquico, la gestación subrogada estallaría las nociones actuales sobre el trabajo. Este tipo de dedicación/trabajo tiene similitudes con el realizado en ensayos clínicos (generalmente asociados, al menos en el norte, con un nivel de riesgo infinitamente menor y, cuando no, duramente criticados), el realizado por las denominadas “amas de leche” o en parte la venta y comercialización de sangre y algunos órganos humanos no vitales. Cada uno de estos ejemplos es muy diferente del anterior, y su aceptación (o no) social depende de los límites que cada sociedad decida acoger e imponer como legítimos. Más allá de las diferencias en su evaluación, la lógica de un trabajo realizado 'por el cuerpo' y no 'a través del cuerpo' creo que puede ser interesante para pensar sobre esta cuestión, aunque aquí esté cogido con pinzas. Repito que esto no es cuestionar la agencia (el cuerpo no es sin ella). Obviamente todas las personas utilizamos el cuerpo para trabajar, si bien de formas distintas, desde lxs obrerxs de una construcción, a lxs trabajadorxs del sexo o todas las personas que lo pegamos a una pantalla y un teclado para funcionar. Pero en este caso, la generación de 'valor' está más vinculada a lo biológico, a un proceso interno del cuerpo (inseparable de lo cultural, por descontado, pero que si bien requiere toda la agencia por parte de las gestantes, sus riesgos y éxitos escapan hasta cierto punto del control personal, adquiriendo la función biológica un lugar claramente determinante que lo diferencia de otros trabajos).
· Al igual que múltiples prácticas dentro del ordenamiento actual del mundo, considero que la externalización del embarazo y el parto tal y como se está configurando en los últimos años, está vinculada a una naturalización muy encarnada de la hipersegmentación social en términos de clase, de raza, de nacionalidad, de sexo. Creo que estaría bien reflexionar sobre los niveles de naturalización de las desigualdades que pueden estar sucediendo por todas las partes implicadas, que ocupan posiciones muy difícilmente intercambiables: tanto los potenciales padres/madres, como las gestantes y, de manera especialmente relevante, lxs niñxs y futurxs adultxs gestados en unos cuerpos distintos tanto a los de su crianza como los de su genética. No olvidemos que este es un nicho de mercado de muy reciente creación del que quizá no haya por qué dar por hecho su existencia a largo plazo, al menos no en la forma que hoy se conoce. Especialmente flagrante en este sentido es la cuestión de la selección 'fenotípica' diferencial de donantes de óvulos y gestantes, ¿Cómo pensar estas cuestiones desde lo decolonial?
· Todo esto está necesariamente interrelaciona con una modificación de la concepción del cuerpo y del yo encarnado que modifica los imaginarios de lo posible dentro de la consideración de, por un lado, lo que puede ser mercantilizado y, por otro, lo que puede ser comprado. Así, la propia existencia y la extensión de un mercado vinculado a la gestación subrogada puede ya estar modificando la percepción de sí de millones de mujeres* en el mundo. Esto fue ya estudiado en relación a la existencia de mercado (si bien en este caso ilegal) de venta de órganos y las consecuencias que tiene el generar la idea de que siempre habrá un “algo más” que se puede hacer (y que te pueden hacer) por conseguir dinero para, por ejemplo, alimentar a una familia en condiciones de extrema pobreza. Ampliar el ámbito de lo mercantilizable tiene consecuencias materiales y simbólicas que van mucho más allá de las personas que materialmente están involucradas en un quehacer, y estas deben, al menos, estar presentes en el debate.
· Resultaría de gran interés pensar estas cuestiones en diálogo con debates más amplios y trabajados (o en proceso de) como aquellos vinculados al empleo de hogar, especialmente lo relativo a las personas que trabajan en calidad de internas, por un lado, y el vinculado a la venta y donación de órganos, por otro. Cada una de estas realidades es muy diferente, no obstante, ambas pueden funcionar como esas fronteras discursivas/simbólicas que ayuden a definir ese algo del que estamos intentando hablar pero que aún no sabemos perfectamente definir. Sin duda, tanto las valoraciones más hegemónicas de ambas prácticas/trabajos como las miradas críticas a las mismas pueden resultar enriquecedoras en diálogo con este tema.
· Por último, considero que este debate debe alimentarse y alimentar a otro gran debate que quizás tenemos pendiente muchas de nosotras, y para el cual nos pueden ayudar ciertas perspectivas decrecentistas, que es el de los límites. Este, además, se relaciona con el de qué decisiones queremos tomar a nivel individual y cuáles queremos tomar a nivel colectivo (y no tener que enfrentarnos a ellas a nivel personal). Por cerrar con un ejemplo: yo quiero poder decidir sobre los tratamientos que recibo en un momento de enfermedad teniendo, por ejemplo, acceso al testamento vital o a que se reconozca mi autonomía mientras pueda expresar mis deseos. Pero no quiero, siguiendo con otro ejemplo, tener que elegir en un momento dado si compro o no un riñón porque el mío está fallando. Esa segunda decisión preferiría que no existiese dentro de mi imaginario de lo posible. Para ello, tendría que estar previamente regulado (como de hecho lo está) porque colectivamente tomamos la decisión de no permitirlo.
En todo este maremágnum de ideas, ¿Cómo agarramos el debate sobre los vientres de alquiler/gestación subrogada/externalización del embarazo y el parto? Seguimos en ello...
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*Con-texto: En las últimas semanas se han ido sucediendo diversos artículos, comentarios y discusiones en torno a la cuestión de la denominada por unxs y otrxs gestación subrogada o vientres de alquiler. No he leído todo lo que ha salido o no con suficiente detenimiento, por lo que corro el riesgo de repetirme, pero ante la abundancia de opiniones y textos y la limitación del tiempo, me gustaría aportar para el debate una serie de ideas, muy esquemáticas, que a mí, a un esperado nosotras, me ayudan a enfocar estas cuestiones. Son borradores, apuntes, que surgen de una reflexión más pausada en los últimos años en torno a las bioeconomías reproductivas desde un ámbito sobre todo académico. Mi intención aquí, sin embargo es la de introducir algunas ideas con voluntad fundamentalmente política, en línea y continuación con debates mantenidos desde hace tiempo con Martu Langstrumpf, (ver este artículo anterior suyo) y con el encuentro que ambas organizamos dentro del orgullo crítico en Madrid sobre 'Reproducción y disidencia sexual en tiempos de precariedad'. Si bien, por tanto, no están aquí desarrolladas en detalle, estos apuntes sí parten de una (intentada) coherencia reflexiva en torno a este ámbito socioeconómico que se está configurando bajo unas lógicas fuertemente neoliberales y de naturalización de las desigualdades (heteropatriarcales, entre otras) muy preocupantes para las miradas feministas, para las miradas anticapitalistas, necesitadas de miradas decoloniales. Sobra decir que ninguna de las ideas anteriores se plantea como verdades absolutas, como argumentos indiscutibles o juicios absolutos, más bien lo contrario. Pretenden ser puntos de apertura, que debemos considerar juntas si nos sirven o no y de qué maneras.
*Sobre el uso de la palabra “mujer(es)”* en el texto: si bien es obvio que cualquier persona con útero podría gestar, no parece ser muy común que esta práctica, en los términos mercantilizados sobre los que se centra este post, lo hagan personas que no se identifican o son leídas como mujeres. De hecho, esta posición “mujer” tiende a ser muy enfatizada y los discursos de altruismo que se construyen en torno a la práctica tienden a estar altamente generizados, por lo que me parecía importante visibilizar el término.
SaraLF
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Hoy, en medio de una de las tantas tormentas de la lluvia ácida del capital, mezclamos voces, deseos y miradas feministas para interrogar la realidad desde otros lugares que no sean el sujeto obrero-blanco-heterosexual-urbano que hace tiempo dejó de representarnos. Aquí nos encontramos amaia orozco, Haizea M. Alvarez, Martu Langstrumpf, Sara LF y Silvia L. Gil, partiendo de nuestros cotidianos para conversar entre nosotras y con otras en las fugas y resistencias que visibilizan conflictos y generan otras formas de vida.
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