Feministas de Barcelona y Madrid en la noche previa a celebrar el 8 de Marzo o después de la manifestación de este mismo día, coincidieron en tomar el espacio público y romper el silencio para decir alto y claro que la noche y la calle también nos pertenece.
El deseo de reclamar movernos libres de miedos y agresiones sexistas por las calles cuando el sol está o no presente no ha sido fruto de la casualidad, sino más bien una necesidad recurrente para las feministas a lo largo de la historia. Sin ir muy lejos y haciendo un poco de memoria, fue una de las acciones del eje de género, feminismos y antipatriarcado de la semana de lucha social “Rompamos el silencio” de hace menos de cinco años.
La exigencia de estas acciones se comprende dado que a ninguna nos resulta ajena la sensación de vulnerabilidad en la vuelta a casa o cuando caminamos por nuestros barrios bien sea solas o acompañadas de otras mujeres. Pareciera que la ausencia de un cuerpo leído como hombre eliminara la licencia para poder andar tranquilas sin tener que vernos obligas a escuchar la miope pregunta ¿qué hacéis tan solitas?
Las calles oscuras, los pasos y murmullos de un grupo de hombres a nuestras espaldas, las siluetas desconocidas en la distancia en medio de la noche, los ofrecimientos no deseados de compañía o copa, seguramente nos han acelerado el ritmo cardíaco en más de una ocasión y puesto en alerta, si no nos han provocado algún susto innecesario o directamente una agresión.
Si todo esto sucede, si somos muchas las que hemos sentido miedo al transitar por las calles en la oscuridad, si esta sensación es vivida por muchos cuerpos leídos como mujeres por el simple hecho de serlo en muchas partes del mundo, si este sentimiento ha estado presente a lo largo de la historia, y nosotras no somos responsables, se nos vienen a la cabeza preguntas que suelen aparecer en los colectivos feministas: ¿por qué se nos recluye a las mujeres por nuestra seguridad, para que no corramos el riesgo de ser agredidas-violadas al espacio de lo privado, al calor del hogar (a pesar de ser este el lugar donde se comenten la mayoría de las agresiones)?, ¿por qué no se les prohibe a ellos también transitar por las calles a partir de cierta hora, ya que todavía no han aprendido a controlar sus "pulsiones" de modo que son potenciales agresores?, ¿por qué permitir esa masculinidad tan selectivamente indomable? Y si es así perse, ¿por qué no nos enseñan a las mujeres a defendernos de las posibles violencias?
Tal y como se se planteaba Virgine Despendes, en Teoría King Kong, a las niñas se las domestica para no hacer daño, aprendemos a no defendernos, o incluso a nunca estar satisfechas en la resolución de situaciones violentas, eso que Seligman (1975) especifica como “indefensión aprendida”. Sin embargo, la violencia es una característica que parece inherente en los niños, se les educa, incita, reconoce y aplaude desde muy pequeños una determinada relación con ésta. Tanto es así, que M en Conflicto en un artículo para Pikara citaba: uno de los criterios médicos para considerar que la identidad de género de una persona no se corresponde con su sexo diagnosticado, en el caso de las niñas transexuales, es la “aversión hacia los juegos violentos”.
Ante este binomio víctima-agresor, donde el patriarcado intenta minar nuestra agencia y enseña a los cuerpos leídos como mujeres a bloquear toda posibilidad de respuesta ante la agresión ¿cómo subvertir esas ordenes y poner en marcha estrategias individuales y colectivas para manejarnos en la noche y en la calle?, ¿cómo conquistar y resignificar la noche y la calle, como se dice en los manifiestos de estas acciones?
Tan alto se grita que la noche y la calle son nuestras como que ninguna agresión debe quedar sin respuesta. De hecho, echando la vista atrás, comprobamos que muchas han sido las respuestas que se han ido creando. Desde los grupos de autodefensa, que nos posibilitan reflexionar sobre las violencias, desactivar la indefensión aprendida, construir nuestra propia agencia y trazar estrategias individuales y colectivas para crear espacios de seguridad, a la elaboración de mapas “de la ciudad prohibida” que permiten identificar los puntos que generan inseguridad y realizar propuestas; propuestas que no tratan de colocar cámaras ni aumentar la presencia policial, si no más bien de garantizar alumbrado público, entre otras.
El origen de estos mapas está muy asociado a celebración de reclamas en los 80 cuando en más de 30 ciudades de Canadá y Estados Unidos varios colectivos de mujeres salieron a las calles bajo el lema “De noche, mujeres en la calle sin miedo”. Denunciaban las violencias a las que se veían expuestas y afirmaban así su deseo a vivir libremente, sin miedo y sin necesidad de protección. De ahí se fueron creando posteriormente los mapas de las ciudades prohibidas. Desde ahí, hasta ahora.
Hace 30 años tomaron las calles y hace menos de una de una semana volvimos a salir juntas, mujeres, bolleras y trans bajo un esquema de horizontalidad, en Madrid y Barcelona, con el deseo de que no nos acompañase ningún cuerpo leído como hombre, para que fuesen nuestras voces las que gritaran en medio de la noche: no tenemos miedo, no necesitamos (vuestra) protección. Teniendo que enfrentar la reacción de la policía, que quiere seguir relegándonos a la debilidad pero se enerva ante cualquier movimiento que no controla, y aunque la tensión estuvo presente, se consiguió teñir, sin pedir permiso, el espacio publico de feminismos. Empoderadas, juntas, fuimos dejando nuestras bragas y calzoncillos transfeministas manchados de regla para que nadie ignorase nuestro paso. Por unas horas nos hicimos visibles, aunque luego los medios no lo hayan visibilizado. Al saborearnos sin miedo, al performar esta geografía urbana nocturna por unas horas nos planteamos ¿Qué pasaría si, al igual que hacemos cuando salimos en bicicrítica, configurásemos a menudo esta geografía urbana propia, estas calles y ciudades que también son nuestras? ¿si la conciencia y la casualidad se aliaran para encontrarnos una vez al mes, en un barrio cualquiera de esta ciudad, y caminar de nuevo todas juntas?
Para finalizar, dejamos el fabuloso vídeo del pasado reclama en Madrid que ha conseguido evitar/paliar la invisibilización generalizada de la acción, por no hablar de la mani del 8 de marzo, que ni muchos medios afines la cubrieron:
Os ponemos también el de Barcelona:
El de la acción durante la semana de lucha "Rompamos el silencio" en 2007:
Haizea, Martu y Sara LF
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Hoy, en medio de una de las tantas tormentas de la lluvia ácida del capital, mezclamos voces, deseos y miradas feministas para interrogar la realidad desde otros lugares que no sean el sujeto obrero-blanco-heterosexual-urbano que hace tiempo dejó de representarnos. Aquí nos encontramos amaia orozco, Haizea M. Alvarez, Martu Langstrumpf, Sara LF y Silvia L. Gil, partiendo de nuestros cotidianos para conversar entre nosotras y con otras en las fugas y resistencias que visibilizan conflictos y generan otras formas de vida.
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