Saberes
...y así se las hemos contado
18
Feb
2016
23:49
El contexto es el contexto
Por J. Garín

El martes 16 de febrero un grupo de policías municipales protestaba frente al Ayuntamiento de Madrid por la eliminación de la unidad de antidisturbios municipal. Tras la protesta, unos doscientos agentes concentrados perseguían a través de la calle Mayor al Concejal de Seguridad, Javier Babero. El edil era increpado al salir del bar en el que se tuvo que refugiar hasta su coche, que fue zarandeado y pateado por los manifestantes cuando él ya estaba dentro.

Un día después, El País tenía  una peculiar manera de denunciar los hechos. Lo hacía con un editorial que llevaba por título "Un escrache es un escrache" pero que, por lo que se desprende de su lectura, bien podría haberse llamado "Ahora te jodes".

"Es necesario que quede claro: la práctica del escrache no puede tener cabida en una sociedad democrática, ni debe ser justificada en ninguna circunstancia. Da igual si la persona objeto de la intimidación es un concejal de Podemos en la calle, un alcalde del Partido Popular, una vicepresidenta del Gobierno —ambos lo sufrieron en sus respectivos domicilios— o cualquier otro ciudadano".

Da igual, vale, pero vaya usted a saber qué estaríamos leyendo y dónde si la palabra escrache no hubiese llegado aquí de la mano de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Desde luego el editorial, de haber sido escrito, no hubiese podido difuminar la responsabilidad de los policías municipales en las supuestas acciones de otros ni hubiese obviado sus motivaciones para perseguir al concejal.

Efectivamente lo que El País dice que es un escrache no debería valer para nadie pero, puestos a comparar, el contexto es importante. La diferencia aquí no tiene nada que ver con la filiación del político escrachado, y las motivaciones de las protestas dirigidas a los políticos del PP que cita el editorial están bastante lejos de parecerse en algo a las de un grupo de policías enfadados porque les van a destinar a otra unidad.

"Y no existen atenuantes, ni laborales ni ideológicos" es la única referencia al telón de fondo de las protestas comparadas en el artículo. Traduciendo: cambio de unidad por una reestructuración de la policía municipal, laborales; defender el derecho a la vivienda para que deje de ser papel mojado en la constitución, ideológicos.

De afectado a diputado

Era febrero de 2013 y la PAH lanzaba la campaña #HayVidasEnJuego. Tras cinco años de crisis, más de 400.000 familias habían sido desahuciadas. Para frenar esta sangría, desde la plataforma y otras organizaciones se había presentado una Iniciativa Legislativa Popular con el respaldo de casi un millón y medio de firmas.

La ILP recogía tres medidas de mínimos para garantizar el derecho a la vivienda reconocido en la Constitución: dación en pago retroactiva, alquiler social y paralización de los desahucios. Las encuestas del momento llegaron a dar al proyecto de ley un respaldo de hasta el 90%.

A pesar de ello, la ILP tenía pinta de ir a correr la misma suerte que 55 de las 66 iniciativas presentadas hasta el momento en el Congreso de los Diputados que ni siquiera llegaron a ser aceptadas a trámite. El mismo día que se votaba su tramitación, un representante del PP, por aquel entonces con mayoría en la cámara, había manifestado a los impulsores de la iniciativa esa intención.

Finalmente, tras una tarde de concentraciones en las sedes populares de todo el Estado y con la triste constatación de que, efectivamente, había vidas en juego que traía consigo la noticia del suicidio en Mallorca de una pareja de jubilados amenazados de desahucio, el grupo mayoritario aceptaba tramitar la iniciativa.

Quedaban meses por delante para que el Congreso debatiese el proyecto de ley y, ante la intuición posteriormente confirmada de que sería rechazado, la PAH decidía poner en marcha la primera campaña de escraches en el Estado con el lema Sí Se Puede Pero No Quieren.

Después de dos años de manifestaciones sistemáticamente ignoradas, la idea era llevar la protesta a los responsables de tomar la decisión tras haberles enviado una carta en la que se les instaba a hablar con la plataforma para conocer de primera mano los casos de los afectados. 

Si el diálogo hubiese tenido algo que ver con las siete reuniones que dice el concejal haber mantenido con los sindicatos policiales, el escrache no hubiese tenido sentido. No lo hubo y las protestas, según el editorial del miércoles de El País, resultaron ser algo así:

"Insultar, atemorizar, coaccionar con expresiones y gestos violentos, dar patadas a un automóvil con el agredido dentro... no tiene nada que ver con la libertad de expresión".

Que como descripción de lo que el grupo de policías que no quiere cambiar de unidad hizo el otro día no está mal pero poco tiene que ver con los que se organizaron en su momento para defender la ILP. 

"Organizaron" es una palabra importante aquí porque aquello nada tuvo que ver con una turba enfurecida con sed de venganza. El protocolo creado por la PAH para hacer escrache incluye recomendaciones como éstas:

- Los escrache deberían realizarse en días laborables y en horario escolar, para cerciorarnos de que los niños no están en casa, sino en la escuela.
- Las pegatinas no se deberían pegar en cualquier sitio. Las señoras o señores de la limpieza no tienen por qué pasarse todo el día siguiente quitándolas. Es un/a trabajador/a y una ciudadano/a igual que nosotros. Se pueden colgar papeles de "sí se puede" y colgarlos con celo "blanco", que es fácil de quitar.
-Si nadie nos abre el portal, se meterán las postales por debajo de la puerta. Eso sí. Porque es la única manera de hacérselas llegar. Pero, en ningún caso, la zona debe quedar sucia y llena de papeles, porque eso puede provocar el enfado de los vecinos.
-No se debería pitar durante todo el tiempo, sólo al principio para hacer eco de que estamos allí, porque también puede molestar a los vecinos el ruido constante y eso no es lo que pretendemos.
-Se deberían explicar los casos sin insultos ni amenazas, simplemente, narrando el drama de cada caso y apelándolos, para que escuchen los problemas de una sociedad. 

Revisando vídeos de los escraches realizados en aquella campaña, queda bastante claro que las premisas, exceptuando algún insulto aislado, se cumplieron de manera mayoritaria. Los afectados explicaban con un megáfono sus casos, se ponían las pegatinas y se gritaban consignas a favor de la ILP.

Los momentos de mayor tensión se vivieron en el escrache frente al domicilio de Soraya Sáenz de Santamaría y tuvieron que ver con las retenciones y empujones de la Policía Nacional para identificar a los asistentes. Recordemos, por seguir la senda de la comparación que marca el editorial, que la Policía Nacional no hizo nada ante lo ocurrido con el concejal madrileño.

Por gestos violentos y patadas a un automóvil sólo nos sale lo que le hicieron a Barbero el otro día. Algo tan grave, un escrache que es un escrache según El País, y se queda sin denuncia explícita en sus páginas por mezclar churras con merinas para cobrar una cuenta pendiente de hace tres años, 250.000 familias desahuciadas después.

Lo mismo lo de la filiación política no daba tan igual.

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