Minusvalorar la sobreformación fue su primer error. Pensar que ya estaba todo inventado fue el segundo. Para cuando quisieron darse cuenta ya tenían un pie de diez metros enfundado en un zapato de tacón cubano atravesando el techo de sus palacios presidenciales, de los edificios de empresas públicas subcontratadas, los despachos con vistas de asesores políticos y dirigentes de partidos con tres sueldos y de las residencias de verano de los ex altos cargos con pagas vitalicias.
Mientras, en un laboratorio rural clandestino un grupo de investigadores y científicas en paro daban saltos de alegría y gritaban hurras encendidos. Por fin habían hecho algo de lo que sentirse orgullosos desde que acabaron su segunda carrera y sus cuatro cursos del paro. Habían resucitado a La Paquera de Jerez redimensionando su cuerpo, ya de por sí poderoso, hasta convertirla en un King Kong flamenco capaz de trepar al Empire State Building cantando a grito pealo ¡¡¡alialialia alianda!!!!
Sólo con contarle por encima el tema de las tramas de Gürtel sin condena, la condena al juez Garzón, la reforma laboral y lo de Ana Botella como alcaldesa de Madrid, a La Paquera le subió un regusto a sangre a boca que presagiaba lo mejor. Luego proyectaron para ella el “King Kong” de 1939, explicándole el cierre de Megaupload (de donde habían sacado la copia del film) y haciendo después del visionado un vídeo fórum con la participación de la gigante de Jerez, en el que se habló mucho del simbolismo del monstruo como representación de la Imaginación, que puede maravillar y destruir a partes iguales nuestra sociedad, pero que es la constatación de nuestra naturaleza no estática, no permanente, de lo artificial del inmovilismo. Una vez que se debatió amablemente sobre el tema y después de haberse tomado unas cañas para distender la espesura del tema, La Paquera se despidió de sus resurrectores y se encaminó a paso retumbante a los centros de negocios y núcleos de poder que la llamaban como cantos de sirenas de furgones antidisturbios.
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Escribirá MrBettedemille después de haber leído a Javier Pérez Andújar eso de “El humorista convierte la metáfora en disparate, ve la ilación entre dos conceptos de diferente rango, de distinta clase social. El humorista es un lírico metido en la lucha de clases” y haber pensado: Amén.
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