Siempre he pensado que, estando el mundo como está, repartido en tanto para tan pocos y tantos para tan poco, sería verosímil creer que mucha de esta poca gente que lo maneja todo tenga que desdoblarse y vivir múltiples vidas paralelas para poder abarcar el poder sin ceder ni un ápice de su tanto por cierto. Cuando vi la película “Holly motors” descubrí que no era el único que lo había pensado.
Las limusinas, los jets privados, los correctores de ojeras y los massa media se habrían inventado para eso. Igual que los cargos de asesor y consejero independiente en multinacionales. Evidentemente nos engañan, por lo menos espero que se diviertan haciéndolo. Y si no es así, ¡qué desperdicio de posibilidades tan grande, la verdad!
Poniéndonos en el caso que nos ocupa, lo primero sería analizar quién fue primero ¿el huevo o la gallina? Yo diría que Sara Montiel es el huevo y La Thatcher la gallina. Esa niña manchega analfabeta a la que descubre un cazatalentos mientras ella canta una saeta a la virgen de su pueblo, es el principio de una carrera política de derechas escrito con letras de oro.
El punto de inflexión en el que SaraHuevo pasó a ser también, y al mismo tiempo, MargaretGallina debió ocurrir en algún punto entre 1957 y 1959. Y las fechas cuadran perfectamente. 1957. Sara ha subido de cero a cien en treinta añitos -esto ya no pasa, no se fustiguen, no hay necesidad- entrando a Hollywood por la puerta de atrás -véase México- y consciente de que su rostro perfecto y palpable talento le van a dar de comer a, por lo menos, tres o cuatro generaciones de su humilde estirpe… ¿No es extraño que rechace un contrato millonario en USA para venir a rodar a su tierra “El último cuplé” por la que nadie daba un duro, literalmente? La explicación: ya había entrado en la secta de los selectos, y seguro que le dijeron: Sara, ¿Quieres, además de cantar y bailar, dirigir ejércitos a la batalla y fumarte puros con Felipe, Ronald Reagan y Pinochet? Y seguro que ella contestó despegando los labios despacio: Seeee. 1959. Margaret Thatcher se convierte en miembro del Parlamento Británico.
Dos décadas increíbles por delante. En Madrid dando directrices a los directores de fotografía con más aplomo que el productor. Cuando quería un foco extra apuntando a su pómulo, lo señalaba y decía “tengo frío aquí.” Un vuelo chárter, unos dientes postizos, pelucón rubio…repasar cuatro frases y al Parlamento, al congreso del partido…una foto en la puerta de un colegio, una entrevista en televisión en la que advierte que si das de comer a un pobre, vivirá y se reproducirá…y a la media noche se quita la piñata falsa y la deja en un vaso de ginebra en el camerino de los Rolling Stones. Los Rolling están demasiado flacos para Sara. Podría tumbar a los cuatro juntos de un tetazo. Pero son amigos, porque con ellos puede hablar de todo y reírse. Eso ya apenas pasa.
Van a empezar los ochenta en España. SaraMargaret viene del camerino de los Rolling así que colocarse, a estas alturas, no es la gran cosa para ella. Cambia el Bloody Mary en Chicote por el Bloody Sunday en Irlanda. Los que la encumbraron le piden cuentas. Ella misma había sido privatizada a los cinco años, no iba abrir guarderías subvencionadas ahora. Con las Malvinas prueba la sangre y quiere más. Se apunta al Golfo Pérsico. Los transexuales y travestis hacen giras por provincias con el antiguo repertorio de Sara. A Margaret la reeligen por tercera vez como Primera Ministra. La ley de los tantos por cientos sigue siendo de hierro. El resto es Historia.
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Escribirá MrBettedemille después de haber leído a Javier Pérez Andújar eso de “El humorista convierte la metáfora en disparate, ve la ilación entre dos conceptos de diferente rango, de distinta clase social. El humorista es un lírico metido en la lucha de clases” y haber pensado: Amén.
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