En los últimos años del reinado de Isabel II la situación para la reina resultaba ser insostenible al igual que la deuda de la hacienda pública del país. Debido a esto último, el 20 de febrero de 1865 se presentó en el Congreso un Proyecto de Ley en el que se ponía a disposición del Tesoro Público tres cuartas partes del patrimonio de la Corona. Aquel movimiento sobre el tablero le aportó algo de oxígeno al sistema, la reina fue aclamada con vítores por una parte de la Cámara. La prensa conservadora dibujó una aureola de benevolencia y sentido de Estado alrededor de Isabel II.
“Esa Reina que tiene tales rasgos de generosidad, es la Reina de España, es la madre de todos los españoles: si estos conservan todavía la noble sangre que siempre ha corrido por sus venas, tenemos la íntima convicción de que responderán con su abnegación, con sus sacrificios, con su patriotismo, al patriotismo, al sacrificio y a la abnegación de que tan levantado ejemplo les ha dado su cariñosa madre y augusta señora”. (El Contemporáneo 21 de febrero de1865, Año VI. Núm. 1164).
No todas la reacciones fueron positivas como por ejemplo la de Emilio Castelar, catedrático de Historia de España desde 1857, ligado a la corriente krausista como tantos otros que trabajaban en el marco universitario, escribió un artículo llamado El Rasgo en el periódico La Democracia. Desgranemos algunos aspectos más relevantes del texto. En primer lugar el artículo pone el enfoque en la prensa cortesana:
“Los periódicos reaccionarios de todos los matices nos han atronado los oídos en últimos días con la expansión de su ruidoso entusiasmo, de sus himnos pindáricos: verdadero “delirium tremens” de la adulación cortesana”.
Seguidamente Castelar arremete contra la “anticonstitucionalidad” del Patrimonio Real:
“Vamos a ver con serena imparcialidad qué resta en último término, del celebrado rasgo. Resta primero una grande ilegalidad. En los países constitucionales el Rey debe contar por única renta la lista civil, el estipendio que las Cortes le decretan para sostener su dignidad. Impidiendo al Rey tener una existencia aparte, una propiedad, como Rey, aparte de los presupuestos generales del país, se consigue unirlo íntimamente al pueblo”.
El catedrático finaliza de manera arrolladora:
“Los bienes que se reserva el Patrimonio son inmensos: el veinticinco por ciento desproporcionado; la Comisión que ha de hacer las divisiones y el deslinde de las tierras, tan tarde como la que deslindan los bienes del clero; y en último resultado, lo que reste del botín que acapara sin derecho el Patrimonio vendrá a engordar a una docena de traficantes, de usureros, en vez de ceder en beneficio del pueblo. Véase, pues, si tenemos razón; véase si tenemos derecho para protestar contra ese Proyecto Ley, que desde el punto de vista político, es un engaño; desde el punto de vista legal, un gran desacato a la ley; desde el punto de vista popular, una amenaza a los intereses del pueblo, y desde todos los puntos de vista uno de esos amaños de que el partido moderado se vale para sostenerse en el Poder que la voluntad de la nación rechaza; que la conciencia de la nación maldice”.
Las palabras de Castelar fueron un dardo envenenado de lucidez que el gobierno no se podía permitir, no era la opinión de un individuo, sino de una corriente de pensamiento que llevaba germinándose desde la década de los 50 en los ámbitos intelectuales y académicos, ligados a la Universidad y al Ateneo como Francisco de Paula Canalejas, Fernández y González, Moret y Salmerón, entre otros. La reacción fue inminente, el ministro de Fomento pidió al rector Juan Manuel Montalbán que cesase a Castelar de su cátedra, y ante la negativa Montalbán fue sustituido por el Marqués de Zafra. La respuesta en la calle del sector estudiantil y demócrata adquirió una gran presencia los días 9 y 10 de abril siendo la actuación policial desproporcionada en la noche de San Daniel, dando como resultado un elevado número de heridos y un total de 9 muertes.
La actuación descontrolada de la policía fue diana para la opinión pública, llegando a las propias Cortes. Cánovas y Posada Herrera afirmaban que se había llevado a cabo una grave infracción dentro de las normas legales que garantizaban la seguridad de los ciudadanos. El aviso previo y alerta de carga por la parte policial no se cumplió. El 27 de abril se presentó una proposición que rezaba lo siguiente:
“Pedimos al congreso se sirva de declarar que ha visto con sentimiento que en los sucesos del 8 y 10 de abril del presente mes, los delegados de la autoridad han vulnerado las leyes que protegen la seguridad personal de los ciudadanos y que excita al gobierno de S.M. para que adopte las medidas necesarias a fin de que tan lamentables sucesos no puedan repetirse”.
La dimisión de Narváez era cosa hecha, el orden político y social establecido se derruía y en tres años Isabel II tuvo que salir del país para salvar el pellejo.
Realizando un ejercicio de lectura histórica podemos sacar algunas conclusiones sobre la materia expuesta. Por un lado tenemos la relevancia del Krausismo en España, una corriente de pensamiento que con matices a los de su gestación original, consigue dentro de nuestras fronteras ser permeable en universidades y centros de pensamiento crítico, trasladándose en mayor o menor medida a todas las capas de la sociedad –el espíritu krausista llega hasta la II República con la misiones pedagógicas-. El enfoque cambiará y la mirada posada sobre el sistema será crítica, poniendo las bases para una ruptura con el reinado de Isabel II. Por otro lado, Castelar pone sobre la mesa el estado jurídico de la Corona dentro de una monarquía constitucional, un planteamiento interesante y que nada gusta, provocando una reacción de censura por parte del poder fáctico dando como resultado una serie de manifestaciones a favor de Montalbán y el propio Castelar que se saldará con un golpe represivo policial de gran calibre, síntoma de la debilidad del propio no ya gobierno, sino sistema. El artículo de Castelar fue efectivo pues nunca se ha de subestimar el poder de las palabras, máxime cuando tras ellas se atisba acción tras un ejercicio de análisis.
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La cuestión es navegar entre los mares del conocimiento pretérito, surcar la Historia y sus ramas de pensamiento. Reflexión crítica y algo punzante, mostrar que el presente ya fue antes. Recuperar voces empolvadas, pues el ser humano es repetición consonante y cae en espirales anteriormente dadas. Conocer, aprender y no volver a tropezar.
Javier F. Negro / @JFeNegro
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