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Pensando desde el sur, construyendo nuestra Andalucía
28
Ene
2016
02:02
Te lo juro semilla
Por Pensar la tierra

Ivana Belén Ruiz Estramil es uruguaya de nacimiento y socióloga de formación, una de sus líneas de trabajo son los temas relacionados con los retos que enfrenta la agricultura en pleno siglo XXI.

Hay comunidades indígenas que al nacer un bebé entierran su cordón umbilical en la tierra, gesto de agradecimiento a la Pachamama por el nacimiento de la criatura, también su fruto.

Mercedes Sosa, nos lo dejó muy claro “cuando tenga la tierra, te lo juro semilla, que la vida será un dulce racimo, y en el mar de las uvas, nuestro vino…”.

Años después llega a nuestros oídos que la tierra parece no ser tan buena madre, y que prometerle lucha y rebeldía a una semilla no valdría de nada, pues no son los “suficientemente productivas para las demandas actuales del mercado”. Nos lo dijo Monsanto. Sí, sí, Monsanto, la del agente naranja en Vietnam, herbicidas cancerígenos y fuente de contaminación masiva.

El cinismo convertido en credo hace que se hable de poca productividad al tiempo que se desperdician miles de alimentos por no ser “vistosos” o “no cumplir con las demandas del consumidor” como sostienen las empresas del sector.

-“Se necesitan plantaciones extensivas altamente tecnologizadas para aumentar la productividad”, también nos dicen.
- “¿Para qué?”
- “Para impulsar la economía y crear puestos de trabajo”
-“¿Dónde?, no se ven”

Falacias cotidianas, no por muchas veces repetidas se convierten en verdad y nos dejan una escena de millones de personas alrededor del mundo alejadas de su sustento, sin posibilidad de subsistencia tal y como la concebían, y la tendencia va en aumento, el número de campesinos desplazados, despojados directa o indirectamente de sus tierras no deja de crecer alrededor del globo. Expulsados del campo y no acogidos en la ciudad, van a parar a ese limbo periférico de la incertidumbre, los bordes de la carretera que conduce a un gran cartel de “bienvenidos a…”, pero que no es para ellos.

Ya no es solo la tierra, es la simiente, plantas con copyrights. ¿Qué hay de aquella metáfora tan bella de las esclavas huidas que  fecundaban nuevas tierras, nuevos sueños, con las semillas que escondían en sus cabellos? Un movimiento de melena convertía en vergel el horizonte, como nos recordaba Eduardo Galeano en “Memorias del Fuego”. El horizonte hoy parece duro, pero cuándo no lo fue para los desposeídos de su fruto, y eso lo saben los miles y miles que se organizan en sus comunidades, defendiendo su sustento, pero también su modo de vida, su futuro con la mirada puesta en la historia.

“Artistas del cultivar la tierra” que es a lo que nos remite el término de agricultores. Campesinos que son cada vez más escasos, sacrificados en el nombre del “progreso” son sustituidos por maquinas de alta tecnología capaces de trabajar inmensas extensiones de cultivos que paradójicamente no irán a parar a ningún estomago, ya que son destinados a llenar depósitos de vehículos que se pretenden “menos contaminantes” por abastecerse de biocombustibles. O sí llenarán estómagos, pero de vacas, cerdos y pollos, por ser cultivos destinados a producir comodities, como la soja que se empleará para pienso (entre otras utilidades) para ganado que dará carne a miles de kilómetros de donde quita el pan.

Grandes extensiones de cultivos que se camuflan como zonas agrícolas, aunque es este un término que no encaja muy bien con lo que verdaderamente es. La tierra se ha convertido tan solo en un eslabón más de una cadena productiva interminable, en donde paradójicamente, puede que ni siquiera haya intervenido mano alguna, directamente hablando claro. Tierra en donde se siembra, se cosecha, se saca hasta la última gota de lo que se puede brindar, pero a la que no se toca tan siquiera, ya no media tacto humano. Aquel proceso en el que se seleccionaba y almacenaba la semilla que la propia planta brindaba, se trabajaba la tierra con maquinaria también por supuesto (el problema no son las maquinas, sino la forma y los objetivos con las cuales se utilizan), se sembraba y meses después se cosechaba para volver a nosotros en forma de alimento, ha pasado a contextos en los que perfectamente puede pasar de laboratorio a laboratorio, desde una semilla genéticamente modificada en su inicio, hasta la manufactura química del fruto final para la fabricación de otros productos. ¿La tierra? Un ente de paso, ¿el campesino? prescindible.

“Astronautas de trigales” como llamó Mercedes Sosa a los campesinos, ven sus tierras invadidas por productos abrasivos para el suelo, pero también para su cultura e historia. “Somos gente de maíz” , decían desde México las comunidades que están viendo en grave peligro este preciado alimento, que es mucho más que eso y no solo para el actual México, sino para toda la región. El libro sagrado del Popol Vuh recoge que el ser humano viene de la planta del maíz, los pobladores de la región lo llamaban to-nacayo, “nuestra carne”. Cierta o no la historia, eso es lo de menos, esta planta, el maíz, no puede reproducirse sin intervención humana, de ahí nuestra relación ancestral, vital. Pero no parece importar mucho al tratado de libre comercio entre Canadá, Estados Unidos y México que pone en jaque a la historia y sus gentes, una vez más.

Reforma agraria, tierra para quien la trabaja, eterna causa pendiente que desde todos los rincones, día a día, dan forma a movimientos pequeños haciendo cosas muy grandes. Y desde todos esos movimientos, desde la construcción de un modelo alternativo de vida en este planeta, se unen las manos de miles, millones de campesinas y campesinos guiados por la misma promesa de Sosa, tierra para la semilla, semilla para la vida.
 

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Pensar la tierra

Pensar la tierra es un espacio abierto de reflexión, debate y análisis del contexto de las luchas sociales rurales y los movimientos de transformación desde el campo en Andalucía. Pensando desde el sur, junto  al resto de luchas y pueblos que entienden sur como rumbo de emancipación. Construyendo nuestra Andalucía desde sus luchas, sus latidos y sus sueños de tierra y libertad, sabiendo que hay ya un mundo que nace a cada paso de un pueblo que camina.

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