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Pensando desde el sur, construyendo nuestra Andalucía
04
Abr
2016
13:45
Reforma agraria y desarrollo en Andalucía
Por Pensar la tierra

Manuel Rodriguez Guillen es sindicalista del SAT y secretario de organización de la Candidatura de Unidad de los/as  Trabajadores/as  de Andalucía.

Un medio rural sin agricultura está condenado a desaparecer, los que vivimos en los pueblos pequeños lo sabemos bien. El turismo rural, los servicios y el pequeño comercio es totalmente insuficiente para mantener a la población en los municipios de menos de 20.000 habitantes.

La agricultura es indispensable, ahora bien, la agricultura debe tener tres grandes objetivos: proporcionar alimentos de calidad a la población, producir la cantidad suficiente para todas y al mismo tiempo proporcionar una vida digna a los agricultores.

En la actualidad la agricultura andaluza no cumple ninguno de estos tres grandes objetivos puesto que la UE, a través de la Política Agraria comunitaria (PAC), ha acabado con la diversidad agrícola andaluza potenciando únicamente el sector del olivar y en menor medida las fresas de Huelva, el melocotón y la naranja en la vega del Guadalquivir  y los invernaderos almerienses. Los grandes calmos,  donde maduraban las mieses bajo el generoso sol de Andalucía,  casi han desaparecido de nuestros paisajes. Prácticamente no se ven en nuestros campos las legumbres, las parras que daban dulces uvas de mesa,  los nogales, las higueras o los almendros. Hoy por hoy las patatas nos llegan de Francia, los garbanzos de México, la leche de centroeuropa... mas del cincuenta por ciento de los alimentos nos viene de fuera incluido el forraje para nuestra diezmada ganadería.

Según la Junta de Andalucía cada andaluz gasta tres euros diarios en comer, eso supone mas de nueve mil millones de euros al año y resulta que mas de la mitad de ese dinero se va fuera, con la falta que hace dentro,  y eso teniendo tierras de primerísima calidad, ríos en abundancia y uno de los mejores climas del planeta para la agricultura.

En el medio rural de Andalucía conviven los grandes terratenientes occidentales, los pequeños y medianos  campesinos del oriente andaluz y los mas de medio millón de jornaleras y jornaleros sin tierra. Los primeros bienviven de sus tierras y sus rentas, los segundos sobreviven y los terceros malviven. Estos últimos son los jornaleros de Blas Infante, los que siguen paseando su precariedad por las plazas semivacías de los pueblos.

El olivo es lo que ha quedao en nuestra tierra; ocupa mas del 40% de toda la tierra cultivable y como todos los monocultivos este también empobrece a la gente. Todos los monocultivos necesitan reducir cada vez mas los costes de producción (sobre todo la mano de obra), utilizar mas y mas pesticidas y concentrar mas tierra para hacer economía de escala con el único objetivo de ser mas competitivos. Todo esto permite a las multinacionales dedicadas a su mercantilización y a las grandes superficies chantajear a los agricultores comprando aceite en otros países donde la mano de obra es aun mas barata y al no tener diversificada la explotación tienen que ceder a dicho chantaje y vender el producto por el precio que les imponen.
No somos oficialmente una colonia pero nos comportamos como tal. Tenemos las tierras pero no la agroindustria, tenemos veinticuatro puertos pesqueros en mil kilómetros de costa pero no las conserveras, tenemos las dehesas pero no la ganadería y sus productos, tenemos las minas pero no la industria que transforma los metales, tenemos el algodón pero no la industria textil… No somos oficialmente una colonia pero cuanto parecemos una de ellas.

Necesitamos soberanía política en Andalucía para poder hacer las necesarias transformaciones que nos permitan desarrollarnos y como primera medida una Reforma Agraria que adecue el tamaño de las explotaciones a unas dimensiones que permitan su rentabilidad social y económica y a la vez emplee a los mas de medio millón de jornaleras y jornaleros sin tierra.
El dos por ciento de los terratenientes poseen casi el 50% de las tierras y mientras tanto el otro 50% se reparte entre miles de familias campesinas que sobreviven a duras penas llevando sobres sus haciendas una impagable deuda bancaria que no saldarán hasta que no vendan la tierra y pasen a la fila de las jornaleras y jornaleros. Los andaluces necesitamos como el aire soberanía política para hacer los cambios necesarios en el medio rural, cambios que indefectiblemente van a repercutir  también en las grandes ciudades.

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