Jose Ramón Páez Pareja es de Pedrera, miembro del SAT y de la CUT, Es diplomado en Empresariales, máster en Desarrollo económico y sostenibilidad, y doctorando en Desarrollo y ciudadanía por la Universidad Pablo de Olavide. En la actualidad trabaja como asesor en el Ayuntamiento de Cádiz.
Los resultados obtenidos de las pasadas elecciones generales han vuelto a poner de manifiesto la necesidad de confluir políticamente como único garante para el éxito de un proyecto transformador. Una confluencia a priori indispensable si se quiere poseer un Gobierno, que no el poder, para luchar y velar por los intereses de la ciudadanía y no de las élites. A la izquierda, aunque ahora se llame centralidad del tablero, nunca le fue fácil aunar esfuerzos en torno a un proyecto común. Menos aún si ésta debe producirse desde el desinterés partidista y personal, el abandono de arcaicos postulados y rencores, y aparcando a un lado los grandes egos de los líderes de la fragmentada izquierda en favor del procomún De ello, además de los hechos, los numerosos artículos de opinión y las reflexiones de políticos, politólogos y aficionados (entre los que me incluyo) dan buena fe. Observando los resultados del 20D se puede afirmar que donde Podemos ha confluido, éstos han sido buenos. Aunque lo más interesante es que esa confluencia se ha dado en aquellos territorios considerados como nacionalidades históricas salvo en Andalucía; manifestándose nuevamente dolencias y diferencias territoriales que nos discriminan una vez más. Como ya sucediese antaño, toca volver al 4D y pelear para equipararnos.
¿Por qué territorios históricos como Galicia con En Marea, Cataluña con Podem, País Vasco con AHAL DUGU, e incluso el País Valenciano con Comprimís, han llegado a confluir y Andalucía no?
Aparentemente existen condiciones objetivas y subjetivas para que ésta se hubiese alcanzado. Somos el segundo mayor territorio de la península, 17’2% del territorio. Somos la comunidad más poblada de este país plurinacional con más de 8’4 millones de habitantes. Somos el único territorio que ha conseguido el estatus de comunidad histórica por el artículo 151 tras pelearlo en las calles y ganarlo en las urnas. Además, Andalucía posee líderes y lideresas fuertes y solventes para conseguir el tan ansiado maná, incluso tenemos grandes Ayuntamientos del cambio que están siendo gobernados ejemplarmente. Tenemos mucha, rica y diversa historia política; de aquí han salido gran parte de los grandes políticos del país.
En mi opinión son diversos los procesos simultáneos que acontecen y vienen a impedir ésta. Por un lado la propia dinámica partido que es totalmente reacia al proceso; en unos territorios más que en otros. Por otro lado, y al margen de los males endémicos de la confluencia, la lucha de poderes interna del partido para convertirse en el líder y el referente territorial. Y finalmente, la deriva política en la que se ha subsumido el nacionalismo andaluz; independentista, o no.
Para muchos la extinción del Partido Andalucista supuso dejar huérfano de padre, no así de madre, al nacionalismo andaluz y al andalucismo. Somos muchos los que siempre hemos creído que el sentimiento andalucista y el nacionalismo solidario eran mucho más amplios que aquello que el PA, o el último PSA de Pacheco, llegaron a propugnar. Sin ir más lejos y a bote pronto se podrían nombrar organizaciones como: Nación Andaluza, Jaleo, Asamblea de Andalucía, o la Candidatura Unitaria de Trabajadores-Bloque Andaluz de Izquierdas (CUT-BAI), entre muchas otras formaciones. Sin embargo, a tenor del amplio espectro político en torno al nacionalismo andaluz, este ha tenido una relativa representatividad dentro y fuera de nuestros límites territoriales. Nótese que en alguna ocasión el PA llegó a conformar gobierno en la Junta de Andalucía con el PSOE, y que gobernó en algún Ayuntamiento importante. Aunque su rol no fue trasgresor ni transformador de la sociedad, más bien conservador, lo que hizo que difícilmente nos pudiésemos identificar con él, y fuese desapareciendo. Por otro lado, el resto de formaciones políticas con sentimiento andalucista y/o nacionalista, difícilmente consiguieron abrirse paso y ser relevantes en cuanto a representatividad institucional; paradigmático es el caso de la CUT, el brazo político del SOC, quien tras integrarse como socio fundador de IU-CA en 1986 (hoy desvinculada de ella), no se bate en duelo desde las primeras elecciones democráticas.
En perspectiva histórica, tanto el SOC como la CUT, han significado para el medio rural andaluz mucho más que un sindicato de clase jornalero o un partido político nacionalista, eco-pacifista, anticapitalista, de clase, defensor de los derechos humanos y de las necesidades del pueblo andaluz. Ambas formaciones hermanas durante años han desempeñado para Andalucía el rol de movimiento social vertebrador de los territorios en los que ha tenido implantación, y han enarbolado la bandera andaluza en todas sus demandas. Hecho que las dota de la mejor base para convertirlas en el motor, levadura y pieza clave e indispensable en Andalucía para formar y forzar un proceso de convergencia con cariz verde y blanco y tintes morados. Años de lucha y movilización social han conseguido que la CUT y el SOC posean una trayectoria y poder institucional que nos sitúa como fuerza política de referencia social en el medio rural de Andalucía; visión que fuimos capaces de proyectar a la ciudad. Muestra de ello es el resultado obtenido el 20D en los territorios de plantación de la CUT, donde tras nuestra apuesta por Podemos, hemos ganado al PSOE o hemos pasado a ser la segunda fuerza política más votada. Nuestras organizaciones poseen un cariz romántico que otras muchas sueñan, anhelan y aspiran tener. Nos hemos anticipado a los acontecimientos político-sociales, hemos puestos los puntos sobre las íes, hemos señalado a los responsables de las injusticias contra el pueblo, y nunca lo hemos traicionado. Es el momento de encauzar nuestro potencial, nuestra visión, nuestro bagaje y experiencia para reclamar nuestro espacio como referente político indispensable, convergente e integrador. Es la hora de regenerarnos y apostar decididamente por ocupar nuestro lugar en el cambio.
Sin embargo, no podemos acometer esta tarea sin repensar lo interno. Es obligatorio abrir de manera urgente un proceso de diálogo, debate y reflexión que perfile nuestra estrategia política. Nuestras bases son sólidas, nuestros principios y fundamentos incuestionables, de ello se encargaron nuestros líderes y fundadores. No obstante, nuestro futuro aparentemente incierto está por escribir; a ello de manera incuestionable, e imperdonable de no ser así, están llamados nuestros cuadros medios y jóvenes.
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Pensar la tierra es un espacio abierto de reflexión, debate y análisis del contexto de las luchas sociales rurales y los movimientos de transformación desde el campo en Andalucía. Pensando desde el sur, junto al resto de luchas y pueblos que entienden sur como rumbo de emancipación. Construyendo nuestra Andalucía desde sus luchas, sus latidos y sus sueños de tierra y libertad, sabiendo que hay ya un mundo que nace a cada paso de un pueblo que camina.
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