Artículo escrito por Ana Martínez Serrano, integrante del Grupo de Estudios Juan Díaz del Moral estudiante de Derecho en la Universidad de Jaén, militante del Sindicato Andaluz de Trabajadores/as y de Podemos Andalucía. Fotografía de Santi Donarie.
“Nadie combate la libertad a lo sumo combate la libertad de los demás. La libertad ha existido siempre, pero unas veces como privilegio de algunos, otras veces como derecho de todos”
Karl Marx
Es importante empezar estas líneas dejando claro que el sentido común no existe porque sí, como expone la teórica feminista Amelia Valcárcel, todo lo que se dice que es de sentido común ha sido el resultado de muchas luchas y esfuerzos de la gente.
La sociedad actual es resultado de un proceso histórico protagonizado por el conflicto, fruto de las lucha de clases. Sí, todavía quedamos personas que hablamos de lucha de clases, ponemos nombre a esos enfrentamientos entre esclavas, vasallas, obreras contra la clase dominante en las diferentes etapas históricas, a pesar de que parte del pensamiento postmoderno defienda que esta lucha de clases ha sido superada y relegada a la subalternidad.
Esto es, sin más, resultado de nuestra derrota, la derrota en la batalla de las ideas de la llamada clase obrera. Las élites han conseguido imponer como hegemónica su ideología, no sólo sus intereses de clase sino que el simple deseo de pertenecer a esa clase dominante se impone a la materialidad de sus condiciones vida. Las clases populares no se cuestionan el relato histórico que imponen las élites.
La derrota en la batalla de las ideas no se debe, simplemente, al buen hacer en este conflicto de los poderosos sino que desde la organizaciones obreras no se ha sabido mantener el nivel de conflicto debido principalmente a la destrucción en las conciencia de las nuestras de la identidad de clase. La materialidad en sus condiciones de vida (siguen generando la riqueza y siguen desposeídas de ella) no se corresponde a la identificación de ellas mismas en dicho estrato social. Es decir, como introdujo el filósofo marxista húngaro György Lukács, la conciencia de clase en sí ( reconocimiento como trabajadores y trabajadoras y la necesidad de esta realidad para subsistir) no se corresponde a la conciencia de clase para sí (identificación como grupo social con capacidad de transformar su propia realidad).
En este sentido el capitalismo ha dirigido su mensaje directo a las clases populares creando el concepto de clase media, ofreciendo la posibilidad de participar en el desarrollo económico como propietarios. De este modo ha convertido a gran parte de las personas trabajadoras en cómplices de los intereses de la minoría dominante, alejándolas de cualquier horizonte de crítica, contestación o defensa de intereses de clase.
Desde finales de los años 60 y con la crisis del petróleo de los años 70 se acaba con la idea del progreso económico continuo. El capitalismo vende la idea de que para mantener la estructura básica del famoso estado del bienestar, las trabajadoras y trabajadores deben renunciar a parte de los derechos conquistados. La socialdemocracia sindical y política, se hace cómplice de esta idea, fundamentalmente porque previamente habían desarmado ideológicamente a la clase obrera. Ya no se encuentra en ella la capacidad de una respuesta masiva y la clase dirigente de la socialdemocracia se han convertido en aparato de la minoría dominante.
El estado del bienestar no está amenazado por razones económicas, el problema no es la imposibilidad de financiarlo sino la incapacidad de las organizaciones obreras de intimidación a las élites económicas. No es una cuestión simple, y hay que analizar diferentes aspectos, pero lo que está claro es que si a principio de los años 60, el estado de bienestar era claramente financiable con una renta per cápita muy inferior a la actual, hay formas para mantenerlo. El principal problema es que no hay fuerza que amenace a las actuales hegemonías y, por tanto, ninguna necesidad del capitalismo en hacer concesiones.
La crisis sistémica del 2007 es la culminación de la hegemonía conservadora, pero también el desastre que hace cada vez más difícil la doble ocultación: la ocultación de la clase derrotada condenada en Andalucía a la temporalidad y precariedad laboral más absolutas, y al desempleo y emigración cada vez más estructuralizados. Así como a una clara concentración de la riqueza en unas pocas manos, dos claros ejemplos de ello: como muestran los datos del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía el PIB per cápita no solo se ha mantenido desde el 2007 sino que ha aumentado; o como lo muestra la concentración de la tierra donde el 2% de la población controla más del 50% de la tierra cultivable.
Frente a esta, se encuentra la ocultación de la clase vencedora: el crimen organizado, el fraude sistémico, el abuso de poder y la corrupción.
A pesar de esta cruda realidad, no nos pueden hacer olvidar.
No podemos olvidar que somos las herederas y herederos de quienes fueron todo, siendo nada. Somos las hijas y los hijos de quienes conquistaron las 8 horas de jornada laboral diaria en la Canadiense, de esas mujeres que alcanzaron el derecho al voto en el 1931, somos las hijas de Mariana Pineda, de Blas Infante, del Frente Popular. Somos quienes perdimos la Guerra Civil, y aún así seguimos convencidas de que otro mundo es posible.
Por eso, no podemos renunciar al sentido común, porque lo conquistaron las nuestras y los nuestros. No podemos aceptar que Andrés Bódalo esté en prisión por defender unas condiciones de vida digna para su pueblo. No podemos aceptar como normalidad la criminalización de las luchas sociales, porque venimos de ellas.
Tenemos la obligación histórica de transforma la necesidad en compromiso, y este en conciencia. Como dijo Miguel Hernández , jamás renunciaremos ni al más viejo de nuestros sueños.
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Pensar la tierra es un espacio abierto de reflexión, debate y análisis del contexto de las luchas sociales rurales y los movimientos de transformación desde el campo en Andalucía. Pensando desde el sur, junto al resto de luchas y pueblos que entienden sur como rumbo de emancipación. Construyendo nuestra Andalucía desde sus luchas, sus latidos y sus sueños de tierra y libertad, sabiendo que hay ya un mundo que nace a cada paso de un pueblo que camina.
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