Culturas
Comentarios de un estilita
04
Nov
2013
20:51
La casa del estilita
Por Gonzalo Abril

Rara es la semana en que algún visitante, turista o curioso, no me pregunta desde el  pie de mi elevada columna (y por tanto a gritos) acerca de mi profesión estilita y de quiénes fueron mis maestros. Directos, sólo uno, he de confesar: el Simón que, magistralmente interpretado por Claudio Brook, protagonizó hace ya casi medio siglo la última película mexicana de Luis Buñuel. Fuentes más antiguas, conozco varias, en particular las mismas que inspiraron al director aragonés: la Historia Monachorum in Aegipto, de A. J. Festugière y Les saints stylites, de H. Delahaye, un destacado hagiógrafo de la corriente jesuítica de los “bolandistas”.
Se cuenta que Buñuel tuvo noticias de algún relato sobre estilitas en La leyenda dorada de Santiago de la Vorágine (siglo XIII), del que le habló su amigo García Lorca.  También se dice que el cineasta se sintió fascinado por la imagen supuestamente descrita en esa obra (que a mí no me consta) de los excrementos del santo anacoreta deslizándose desde lo alto de la columna como la cera derretida de un cirio. En la propia película se desmentirá la posibilidad de tal efusión, pues ingiriendo apenas lechuga (la misma dieta que mi suave y perseverante lector/a sabe que yo practico), Simón apenas produce brevísimas deposiciones secas, como de cabra. Y esta cualidad esferoide, árida y escasa no se ve modificada en mi caso personal por la ingesta de algún que otro astringente vinillo blanco.
Pero por abordar temas menos escatológicos diré que mi columna, a diferencia de la de mi maestro Simón, sirve de soporte a una frondosa hiedra cuyo ápice no tardará mucho en alcanzar el capitel. Tal como la describe Don Pío Font Quer en El Dioscórides renovado, esta hiedra es ya “un bejuco de base tan recia como el muslo de un hombre, con infinitas ramificaciones”, y no está lejano el día en que en su crecimiento circunde y reabsorba mi cuerpo todo, devolviéndolo del modo más orgánico a su destino cósmico.
Pero no me daré mayor importancia por un sino que es el de todos. A fin de cuentas puede que yo no sea sino ese inquilino indeseable al que se alude al final de la película de Buñuel. Como recordará mi dócil lectora/or, cuando Claudio Brook-Simón quiere abandonar la discoteca neoyorkina donde suena “Carne radioactiva”, Silvia Pinal, que es el demonio, o quien demonios sea, le informa de que su casa “la habita ya otro inquilino” y que “tendrá que aguantar hasta el fin”. Frases todas sumamente enigmáticas, que no me atrevo a intentar descifrar. Pues sospecho que “casa” no quiere decir precisamente columna en medio del desierto, ni siquiera habitáculo exterior a la propia mente de un personaje que tampoco es ya igual a sí mismo. ¿Casa fuera del mundo o por el contrario interior, incluso sinónima de alma o mente, si es que cabe alguna interioridad resistente a aquel afuera mundano que ya parece haberlo penetrado todo, hasta los sueños?
Sólo se me ocurre responder con otro enigma, el que mi paisano Felipe Boso enunció en su poema “Pounds equation”:
 
                                   Una jaula es
                                   cuando se tiene todo el mundo fuera
                                   Una celda es
                                   cuando se tiene todo el mundo dentro
                                   Mi jaula
                                   es una celda.

comentarios

0

Gonzalo Abril

Gonzalo Abril es el seudónimo literario de Paulino el Estilita, un anacoreta que se mandó mudar a lo alto de una columna después de ver cierta película de Buñuel, de estudiar el Libro de Job y de caer en la cuenta de que llevaba ya mucho tiempo habitando en medio de un desierto, el desierto de lo real. No vive aislado ni atrapado en red social alguna. Se mantiene en contacto con otros hermanos estilitas, como Wenceslas el Severo, su único lector conocido, que frecuentemente discrepa de sus opiniones. Se mantiene también, en el sentido alimenticio, de pura lechuga. Sobra decir que aborrece el mundo del que, por ello mismo, se considera contemporáneo.

Tienda El Salto