Saberes
Análisis y propuestas para una transformación democrática
21
Ene
2014
12:22
Túnez, tres años después (II Parte)
Por Fundación de los Comunes

Reflexiones en torno a la revolución democrática desde la orilla sur del Mediterráneo

@Project_Kairos y Fundación de los Comunes

 

Este 14 de enero hace tres años que los tunecinos consiguieron echar a Ben Alí del país. Después de tres años nos preguntamos ¿qué ha pasado con la revolución?, ¿qué podemos aprender de la revolución tunecina que nos sirva para comprender los envites de una revolución democrática, una transición o un proceso constituyente? A continuación resumimos una serie de aprendizajes de la revolución tunecina, que no son leyes universales pero pueden servir (a partir del caso concreto de Túnez) para abrir reflexiones en otros contextos y, en concreto, en el contexto europeo y el del Reino de España. Este artículo acompaña la entrevista con Ramy Sghayer, publicada el 14 de enero en este mismo blog (Asaltar los Cielos, de la Fundación de los Comunes), bajo el título Túnez, tres años después: Entrevista con Ramy Sghayer, joven revolucionario tunecino. A su vez, el artículo forma parte del Proyecto Kairós, un archivo audiovisual en fase de desarrollo sobre los distintos movimientos que están emergiendo en el Mediterráneo, que puede consultarse en www.projectkairos.net.
 


 

Procesos destituyentes y procesos instituyentes. Para echar a Ben Alí hubo un gran consenso entre sectores muy distintos de la sociedad, si bien es verdad que solo una parte de la sociedad –jóvenes desclasados y empobrecidos, y sindicalistas de base– salieron a la calle a derrocarlo cuerpo a cuerpo. Justo después de la partida de Ben Alí, sin embargo, la participación en las protestas y movilizaciones se multiplica exponencialmente: todo el mundo sale a la calle, todo el mundo quiere ocupar el vacío político, y es en este momento cuando empiezan las discrepancias y divisiones, incluso dentro del mismo movimiento. Echar a Ben Alí era un significado claro y conciso, un agregador social con gran fuerza centrípeta capaz de generar consensos amplios y cuyo meme fue el conocido degage! (¡vete!). Ahora bien, ¿y después de 14 de enero qué? Las virtualidades y posibilidades que se abren una vez se ha echado al dictador generan un efecto centrífugo que puede hacer perder la direccionalidad del movimiento-red. Esto es un problema siempre que el movimiento-red no tenga capacidad de anticiparse y tenga un plan para la segunda parte de la revolución: el proceso instituyente.
 

Revolución y contrarrevolución. Toda revolución tiene su contrarrevolución. A todo proceso revolucionario le siguen los procesos de las fuerzas de la reacción. Estos procesos contrarrevolucionarios pretenden o bien volver al punto de partida y anular los efectos de la revolución, o bien desestabilizarla para romperla, o apropiarse de ella y rentabilizarla. En Túnez la contrarrevolución ha optado por la tercera vía. El gobierno actual de Ennhada (de tipo islamista y neoliberal, y elegido por el 37% de los votos en unas elecciones con el 48% de abstención) ganó las elecciones para la formación de la Asamblea Constituyente en octubre del 2011, usando en gran medida las demandas de la revolución. Desde entonces Ennhada ha continuado imponiendo las mismas políticas neoliberales contra las que se desató la revolución tunecina y ha incumplido sistemáticamente sus promesas electorales. En otras palabras, las fuerzas de la reacción en Túnez se han apropiado de la revolución para imponer su particular régimen. Los jóvenes que hicieron la revolución se encuentran ahora luchando contra este segundo régimen: es por ello que algunos hablan de la necesidad de una segunda revolución.
 

¿Destituir el gobierno o destituir el régimen? La revolución tunecina acabó con el gobierno de Ben Alí, pero no con su régimen. Régimen es una noción más amplia que concierne el conjunto de normas e instituciones que conforman un sistema social-político-económico. En Túnez permanece el mismo poder judicial que con Ben Alí, la misma policía, el mismo ejército, las mismas élites, las mismas normas sociales, las mismas relaciones internacionales. El proceso destituyente tunecino disolvió la figura de Ben Alí (que ahora se encuentra en Arabia Saudí pasando las vacaciones más largas de su vida con el oro y los miles de millones de dinares robados a los tunecinos), pero no disolvió su régimen. Todo proceso destituyente debe implicar necesariamente la disolución de todos los elementos (normas e instituciones) del viejo régimen, para luego reconstituirlos bajo una nueva forma.
 

Ocupar la transición, gobernar la caosmosis. Quien ocupa una transición no es necesariamente quien es más reconocido socialmente, sino quien está más organizado en un determinado momento y quien sabe ocupar una posición concreta en un momento de caos. En Túnez, el gobierno de Ennhada ha ocupado la transición teniendo un mínimo soporte social (15% de la población). Esto lo ha conseguido siendo el partido político más consolidado (como los Hermanos Musulmanes en Egipto, llevaba años consolidándose en la clandestinidad), canalizando el voto-protesta contra el antiguo régimen y contra occidente, mintiendo en las elecciones y evitando que por medio de mecanismos realmente democráticos hubiera una verdadera participación en las elecciones (tras 23 años de dictadura solo votó el 52% del electorado debido, sobre todo, a la poca confianza de la población en las nuevas estructuras políticas y de participación, basadas en una simple repetición de la democracia liberal y representativa). Exactamente lo mismo ha sucedido en Egipto con los Hermanos Musulmanes; ausencia de reconocimiento social que les ha costado un golpe militar el pasado mes de junio. Más allá de las particularidades sociales y políticas de Túnez y Egipto, lo que se demuestra es que efectivamente las fuerzas capaces de ocupar una transición son las que en un momento determinado de caosmosis (entendida como estado de tensión entre lo actual y lo virtual) están mejor organizadas y son capaces de generar confianza en su capacidad de gobernar dicha caosmosis.
 

Proceso constituyente y poder constituyente. Un proceso constituyente –entendido aquí como producción de un nuevo ordenamiento jurídico constitucional– sin un poder constituyente sostenido que lo ponga en tensión y lo redefina constantemente, no es un proceso, sino la mera redacción de una carta constitucional que nace directamente muerta. En Túnez se ha abandonado la redacción de la nueva constitución a manos de los partidos de la Asamblea Constituyente (en particular, el ya nombrado Ennhada). Después de más de dos años de promesas, este Enero se ha empezado a votar la nueva constitución*, artículo por artículo. Por un lado es necesario constatar que la nueva constitución está siendo votada por un parlamento con una composición de hace dos años y elegido con un 48% de abstención. Por otro lado es importante tener en cuenta que es muy probable que las demandas de la revolución –libertad y justicia social–, que de forma laxa se expresan en la nueva constitución, tengan solo una expresión formal pero no material. Lo que se pone en evidencia es que el cierto aflojo del poder constituyente durante estos tres años ha marchitado enormemente el proceso constituyente. Esta desincronización genera constituciones meramente formales e instituciones estáticas. También pone en evidencia que un proceso constituyente entendido como un nuevo catálogo de normas explícitas, no es posible sin un proceso constituyente entendido como transformación de las normas implícitas y de la subjetividad. La nueva constitución tunecina está condenada a la mera formalidad a menos que el poder constituyente, única garantía de la verdadera democracia, se imponga.
 

Movimientos-red y procesos instituyentes. Todo proceso revolucionario consta de momentos destituyentes e instituyentes. Durante estos tres años de #globalrevolution se ha hecho evidente la potencia destituyente de los movimientos-red: una potencia inaudita debido a su enorme viralidad y su capacidad de mutación, expresión y multiplicación. En Túnez derrocaron un gobierno de 23 años en tan solo 29 días. Las redes que se compusieron en un momento determinado para echar a Ben Alí estaban formadas mayoritariamente por sindicalistas de base y jóvenes desclasados con una organización laxa. Organización laxa no por cuestiones culturales (como reza el mito orientalista de los demócratas liberales), sino por la fuerza aplastante del régimen, durante décadas, sobre cualquier forma de organización desde abajo, presión que ha generado un importante déficit en cuanto a la cultura de la organización. Sin bien es cierto que Internet** ha posibilitado en gran medida la coordinación de un proceso destituyente sin cultura de la organización, las redes que se configuraron para echar a Ben Alí no se anticiparon lo suficiente como para gobernar el proceso instituyente. El carácter distribuido y en gran medida espontáneo del proceso destituyente no fue capaz de mutar en un momento determinado para efectuar un proceso instituyente. Esta cuestión abre debates (que no dudas) importantes sobre las formas de implementación de las demandas de los movimientos-red. Podemos decir que estamos perfeccionando los procesos destituyentes en red, pero en relación a los procesos instituyentes en red aún nos queda mucho por experimentar y aprender.
 

Gobierno inmediato y gobierno geopolítico. Tras derrocar el gobierno inmediato –el de Túnez, el de Ben Alí–, los jóvenes revolucionarios tunecinos se están topando con el verdadero gobierno geopolítico, transnacional. Tras Ben Alí es necesario enfrentarse con el gobierno de los EEUU, Israel, Arabia Saudí, Qatar, la UE, Francia, el FMI, los bancos y hedge founds, o las empresas multinacionales que explotan el país. Dicho de otra forma: tras derrocar el gobierno de iure es necesario enfrentarse al gobierno de facto, esto es, es necesario enfrentarse con quienes realmente gobiernan. Esto pone en evidencia que si un proceso revolucionario no se da directamente a escala transnacional, no tiene futuro a medio plazo. Aspectos como el impago de la deuda, la eliminación de FRONTEX (ahora EUROMED), la expulsión de las multinacionales, la distribución de la riqueza, la abolición de los privilegios de clase o las demandas tunecinas de la dignidad y la justicia social, son hoy irrealizables en un solo país como es Túnez. La revolución en un solo país no solo es hoy una tarea reaccionaria, sino sencillamente imposible.
 

Adriá Rodríguez de Alos-Moner

 

*El proceso de votación y la nueva constitución pueden consultarse en www.marsad.tn/fr/constitution

**Facebook (1,8M de usuarios activos en un país de 10M) y la blogosfera tuvieron un papel muy importante, sobre todo entre los jóvenes, pero es importante destacar la casi inexistencia de Twitter (10.000 usuarios activos, un 0,1% de la población). La revolución propulsó el uso de estas herramientas cuyos usuarios activos se han triplicado en el caso de Facebook y cuadruplicado en el de Twitter. La blogosfera a su vez también ha crecido exponencialmente. Estos elementos implicarían necesariamente perfilar de las nociones de tecnopolítica y de movimiento-red para el caso tunecino, cuestión sobre la cual no nos extenderemos aquí.

 

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