Apuntes sobre PODEMOS y las candidaturas de confluencia desde la perspectiva de la complejidad
Asamblea ciudadana Si Se Puede de Podemos en Vista Alegre. Foto DisoPress
¿Qué comporta la irrupción masiva de las tecnologías de la información y de la comunicación en las dinámicas políticas de producción de sentido y de consenso?
Durante estos últimos años, la izquierda ha formulado al menos dos respuestas a esta pregunta.
Por un lado, que cabría definir como la perspectiva de la izquierda clásica, sólo se reconoce un cambio cuantitativo en la posibilidad de las personas de acceder a la información y al debate público pero ningún cambio cualitativo en las dinámicas de producción de consenso. De ahí que las prácticas de estos sectores —entre los que se incluyen la mayoría de los partidos y colectivos de la vieja izquierda, así como los sindicatos mayoritarios— no hayan cambiado y sigan utilizando las redes de la misma manera en que antes difundían panfletos en las calles.
Otros sectores, en su mayoría —pero no exclusivamente— compuestos por gente joven, se han lanzado a la experimentación de prácticas de comunicación política relacionadas con la Red y con la web social. Son los llamados tecnopolíticos. A partir del 15M hemos asistido a una explosión tanto del número de personas implicadas como de la escala de alcance de sus prácticas.
Aunque relevantes, han sido contadas las ocasiones en que se ha buscado comprender la complejidad de este fenómeno y su estructura, de los que sin embargo emergen factores cualitativamente nuevos que afectan a la dinámica social y, por lo tanto, a la esfera política.
PODEMOS se puede incluir en la familia de organizaciones políticas post-15M que más atención dedica a los circuitos tecnológicos de la comunicación. No cabe esperar menos de una organización que fundamenta su proyecto político, un proyecto de hegemonía, precisamente en la producción de sentido a través de la producción de discurso.
Validada en Vista Alegre, la estrategia de PODEMOS prevé un uso táctico de los medios de comunicación —analógicos y digitales—, cuyo objetivo sería inyectar en el cuerpo social, fluctuante y sin referencias, fragmentos de discurso que, puestos a circular, deberían ocupar los significantes vacíos y formar una nueva mayoría social.
Aunque rehúya, retóricamente, una conceptualización vanguardista de la acción política, la versión errejonista de PODEMOS entiende la comunicación como un hecho bipolar y asimétrico. Por un lado habría un emisor constituido por una intelectualidad más o menos difusa pero reunida bajo la insignia de la organización, a la que competería representar las instancias subrepresentadas del cuerpo social y organizarlas discursivamente en un nuevo relato, posteriormente inyectable en los circuitos comunicativos de la sociedad. Por otro lado habría un cuerpo social encargado de viralizar y amplificar el discurso y fragmentos del discurso hasta rellenar todos los vacíos de la estructura de significado, hecho que coincidiría con la construcción de una nueva universalidad capaz de aspirar al poder.
La lógica de esta estrategia de comunicación política es la del marketing del capitalismo cognitivo y como tal necesita erigirse en el único agente constructor de la rejilla de circulación de lo posible, de las interpretaciones. Todo lo demás es sencillamente residual o representado como tal.
Este esquema tiende a minimizar el hecho de que la producción de información no puede circunscribirse a la estructura emisora. La producción de información es más una instantánea del estado alcanzado por el intercambio relacional en un momento dado. Esto es debido a que el intercambio comunicativo se organiza cada vez más a través de infraestructuras comunicacionales horizontales como la Red. Además, la convergencia de distintas tecnologías conduce asimismo a la inserción de estructuras más verticales, como la televisión, en redes horizontales de comunicación. Y esto es así tanto en el tramo distributivo del ciclo, desde las organizaciones hacia el cuerpo social, como en el tramo de captación por parte de éstas de lo producido de manera espontánea e incesante en la sociedad.
La relación entre la materia prima informacional y los aparatos de producción de sentido se configura en términos de conflicto producción/interpretación. En Vista Alegre se sancionó la normativa de resolución de este conflicto apelando a una nueva autonomía de lo político. Ésta se configura como una forma de censura, de adaptación teledirigida de la producción de sentido, que es producción de consenso. Pero eso no resuelve el conflicto, sino que lo oculta, lo rehúye.
Los momentos electorales representan una instantánea del grado de consenso alcanzado en la dinámica de producción de sentido. Si no existen espacios institucionales en los cuales el conflicto producción/interpretación pueda expresarse, se materializará en estos momentos bajo la forma de balcanización de la estructura significante.
Frente a la hipótesis de Vista Alegre, las candidaturas de confluencia han representado la experimentación de la autonomía no tanto de lo político como de lo social. Estos aparatos se configuran como protocolos de gestión del conflicto producción/interpretación, pero sin ocultarlo, ni rehuirlo. No se conciben ni fuera y por encima de la red de circulación de sentido, ni en el centro, sino en tanto aparatos de coordinación entre el cuerpo social productor de la materia prima informacional, de sus interpretaciones y de las máquinas de producción de consenso que extraen la información, la representan y la ponen en circulación; una circulación donde el conflicto de interpretación se reabre y el ciclo vuelve a empezar.
En estos términos, la lucha por la existencia de espacios autónomos de producción de sentido que se está expresando estos últimos días a través de una multitud de manifiestos por la confluencia y mediante resoluciones de consejos ciudadanos “rebeldes” no es —o no solamente— la reivindicación de un elemento de pluralismo democrático, sino la única garantía de construcción de la existencia de un sentido común.
Esta autonomía debería interesar también a quienes defendieron la lógica de Vista Alegre, ya que lo único que puede garantizar la revitalización de la materia prima informacional y permitir la emergencia de un consenso posteriormente manifestable en el momento electoral, es una producción conflictiva de la interpretación.
Asumir la lógica horizontal de las redes relacionales de comunicación no es una cuestión ética, sino la expresión de una política materialista ajustada al espíritu de los tiempos.
Emanuele Cozzo
@ecozzo
Fundación de los Comunes
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