07
Oct
2014
12:42
Preguntan ¿qué industria viene?, respondemos ¿qué vida queremos?
Por Fundación de los Comunes

 

Bochum. Cuenca del Rühr. Alemania. 2014. La ciudad afronta una gran transformación con el anunciado cierre de su planta Opel a finales de este año. Más de 45.000 puestos de trabajo amenazados. Un extenso terreno dedicado a usos industriales desde el origen de la ciudad: de la mina de carbón a la producción de automóviles en los 60. Las instituciones deciden abrir un proceso de reflexión sobre el futuro de la ciudad y organizan un gran festival de arte urbano, el This Is Not Detroit, que invita a participar a varias ciudades europeas (Liverpool en Reino Unido, Gliwice en Polonia y Zaragoza en España). Algunas voces locales son críticas con el carácter de “gran evento” de la iniciativa y destacan la precariedad laboral de los jóvenes en el país y la región, aunque al mismo tiempo se percibe una confianza generalizada en el sistema de representación política.

Zaragoza. Aragón. 2014. La planta de Opel es uno de los principales motores económicos de esta pequeña metrópolis. Si en Bochum cae el modelo industrial, aquí lo que ha caído es el ladrillo, dejando varios barrios de nueva expansión inacabados -como Arcosur- y llevándose por delante parte de lo conquistado con el Estado de Bienestar en forma de recortes. Una de las respuestas institucionales, de una escala mucho menor al proyecto Detroit, es la puesta en marcha del Open Urban Lab, un dispositivo que promueve la colaboración personas-instituciones-empresas y que apenas acaba de arrancar. Todo ello atravesado por un momento de diversidad de opiniones sobre el qué hacer, el mito de la emprendiduría extendiéndose sin freno y síntomas de cambio político que no sé sabe bien hacia qué lugar van, pero que por su aspecto apuntan hacia una transformación profunda.

En este contexto, los componentes del grupo de estudios A_Zofra participamos en el proyecto This Is Not Detroit, animado por Basurama, con una investigación-acción que parte de la pregunta “¿Cómo una vida digna sin salario?”. Lo primero que nos viene a la lengua es que “no hay vida buena sin salario” y que “a todo el mundo le gusta vivir bien”. Así que pronto vimos que la pregunta debía reformularse: ¿Qué necesitamos para vivir bien? ¿Esperar la próxima burbuja económica para, esta vez sí, montarnos en ella? ¿Reforzar un Estado de Bienestar basado en privilegios de otro siglo? Claramente, no. Pero entonces, ¿qué es vivir bien? La crisis, la que nos ocupa en este proyecto, la de una Opel que cierra para no abrir otra cosa y la de una economía financiarizada caída por los suelos, nos coloca ante la oportunidad y la obligación de hacernos esta pregunta y no solo como personas, sino también como comunidad.

Con este planteamiento, teníamos que enfrentar antes otra cuestión. Ante “¿Qué industria/s en el futuro?” planteamos “¿Qué vida/s en el futuro?”. Afortunadamente, no estábamos inventando nada nuevo, sino que ahí teníamos el trabajo de Amaia Pérez Orozco que apuesta por poner la vida en el centro para, desde ahí, reorganizar el resto de instituciones sociales y económicas. Entonces, ¿cómo han de organizarse las cosas para poner la vida en el centro y que socialmente logremos una buena vida?

Paralelamente, nos interesamos por eso del Buen Vivir, guiados más por intuición que por certezas, lo que nos llevó a mirar, desde lo más micro, qué están haciendo algunas de las iniciativas locales para crear un buen vivir (aunque no siempre lo llamen así) en su realidad cotidiana.

Con la matriz de necesidades humanas de Max Neef en una mano y la Carta de los Derechos Humanos en la otra, tratamos de describir una serie de dimensiones humanas que creíamos debían ser cubiertas para poder hablar de un buen vivir en 2014 en Zaragoza. Pronto nos dimos cuenta de que no es posible definir las dimensiones del bienestar de forma rígida y sin atender a las subjetividades. Algo parecido debió de pensar la OCDE cuando lanzó el proyecto Better Life, un mapa interactivo sobre la calidad de vida con una mirada global, que se enriquece con los índices aportados por los propios usuarios.

Hasta ahora hemos realizado 14 entrevistas a proyectos comunitarios de Zaragoza que ya intentan enfocar su actividad a lograr un buen vivir para todas las personas. Si bien en algún momento imaginamos poder describir que ‘x’ iniciativa cubre ‘y’ necesidades de ‘z’ personas, más tarde encontramos más sugerente poder atisbar un cierto esqueleto de lo que podría ser un futuro de vida en el que no todas las necesidades deban ser cubiertas mediante el salario y, por tanto, no por el mercado y, por tanto, no por la industria. ¿Significa esto que la vida comunitaria puede sustituir las industrias que se caen? Evidentemente, no. Pero ¿es que acaso era buena la vida que sostenían hasta hace poco esas industrias?

¿Tal vez las iniciativas comunitarias que estamos investigando pueden prefigurar la institución de un nuevo y mejor orden socioeconómico? Al menos pensamos que pueden ayudarnos a resituar los deseos y necesidades que realmente tenemos como individuos y como sociedad. Podría ser este un primer paso no solo para entender, sino también para empezar a practicar la idea de que el trabajo debería estar al servicio de la vida, y no al contrario.

En este momento, seguimos avanzando en la elaboración de un inventario con las iniciativas que hemos entrevistado. A falta de trabajar más a fondo sus resultados, ya encontramos algunos retos comunes que afrontan muchas de ellas. Puesto que todas tienden a la horizontalidad en su funcionamiento interno, han de plantearse cómo fomentar la confianza necesaria para eludir unos farragosos mecanismos de control. Un buen ejemplo es el “Certificado participativo de garantía” de la Ecored Aragón. Quizás mimar la trasparencia y el grado de interacciones entre los diferentes miembros de la comunidad puedan ser dos fructíferas medidas para solventar este problema. Aunque, a su vez, esto plantea un serio límite cuando se pretende aumentar de escala considerablemente.

Otra cuestión interesante es la relación esquizofrénica con la Administración. Limitarse a pedirle que no ponga palos en las ruedas de los proyectos comunitarios no parece la medida más efectiva para garantizar la continuidad y progresión de estos. Exigirle que tome la iniciativa en la promoción de este tipo de proyectos parece impensable en este punto del ciclo político-institucional pero quién sabe si llegaremos a ver esa opción convertida en realidad a corto plazo. Hay quien mira ya al espejo latinoamericano para imaginar cómo puede ser esa posible promoción pública de lo común.
Aún nos queda mucho por reflexionar y debatir en la propia investigación y en foros compartidos con colectivos y ciudadanas, pero de momento el pasado viernes 2 de octubre presentamos un primer avance de esta investigación-acción en el International Lab celebrado en el Centro de Arte y Tecnología Etopia de Zaragoza, acompañados por reflexiones y experiencias que nos enriquecen en esta producción colectiva de conocimiento como el Observatorio Metropolitano de Barcelona, que también contó su investigación sobre comunes urbanos y REAS Aragón (Red de Economía Alternativa y Solidaria de Aragón).

Es una discusión abierta, y no podemos permitirnos el lujo de dejar a nadie al margen de ella.

 

Félix Rivas @felixarivas y Marta Cambronero @fuina
Grupo motor de la investigación No Job Lab y miembros del Grupo de Estudios Metropolitanos A Zofra

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