¿Te imaginas todos juntos?: presentación de Ahora en Común el viernes 10 de julio de 2015, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid
Quien haya leído Frankenstein sabe que el monstruo eterno, intemporal, creado por Shelley, es también esa criatura que, por ser diferente, se convierte en uno de los muchos Otros que diaria, biográfica e históricamente, generamos. Monstruos que la imaginación social y política inventa para separarnos de la diferencia, para ahorrarnos el afecto político que implica la pluralidad, para librarnos del esfuerzo de cambiar o para defendernos del miedo a lo desconocido.
Que también estamos hechos de miedo, pereza y debilidad es evidente, pues éstas son algunas de las miserias que hacen del mundo lo que es y seguramente, seguirá siendo. Pero en la pancarta vertida sobre una de las fachadas de la Puerta del Sol, tras la manifestación del 15M, algunos escribieron, y todos leímos y nos sentimos, “Sin miedo”. Entonces llegó la insurrección.
Sin miedo se acampó en Sol, sin miedo se tomaron las calles en forma de múltiples mareas, sin miedo se rodeó el Congreso y se inició, finalmente, el salto a las instituciones. En este sentido, Podemos dio el paso con resultados más claros e ilusionantes en las elecciones europeas de Mayo del 2014. El monstruo, hasta entonces ninguneado o menospreciado, fue recibido con afiladas puñaladas de pavor y envenenados dardos de amenazas por parte de los defensores de los intereses que la nueva fuerza política había colocado en su punto de mira: el bipartidismo, la corrupción, la falta de democracia hacia dentro y hacia afuera de los partidos tradicionales, las políticas de recortes al servicio de unas élites económicas voraces. Lo más suave que expresaron los voceros mediáticos de esos mismos privilegios y privilegiados fue que tales frikis sin experiencia no llegarían muy lejos. Se impugnó a la nueva fuerza política por antisistema, por colaboración con “dictaduras” latinoamericanas, por proximidad con Le Pen.
Se les acusó, sobre todo, de radicales, como si esto fuera algo de lo que avergonzarse en vez de motivo de orgullo. Una radicalidad que, esperada literalmente como agua de mayo, llegó con la vocación de afrontar la raíz de los problemas sociales, políticos y económicos, irreversiblemente visibilizados por la crisis-estafa, así como con el empeño de abordarlos desde un objetivo de transformación profunda y estructural.
Podemos se convirtió así en el principal instrumento en manos de quienes apostamos por este tipo de transformación de fondo, radical en un sentido democrático, de nuestras formas de entender la vida en común y la política. De mayo a mayo, y nuevo tiro porque ahora toca, en las elecciones locales y autonómicas volvieron a arreciar, tenaces, fuertes vientos de cambio. Sorprendentemente, esta vez no fue tanto Podemos como las iniciativas municipalistas de confluencia —Barcelona en Común, Ahora Madrid, Zaragoza en Común o las Mareas Atlánticas— las que demostraron que el envite de la sociedad empoderada, desvestida de miedo y valientemente implicada en un camino de transformación, las que asestaron un nuevo golpe al bipartidismo y a los adalides de las políticas de austeridad. Los intereses amenazados, desde todos sus puestos de poder institucionales, atacaron, de nuevo, con la misma crudeza de cualquier bestia herida antes de morir: el caso Zapata es una de las cabezas que consiguieron arrancar.
Pero el calendario electoral no da tregua y continúa marcando el ritmo de avance de los nuevos monstruos políticos. Y es en este momento, con las elecciones generales ya a la vista, cuando Podemos protagoniza un giro brusco en el que, en vez de mantenerse firme en su papel de palanca de cambio, se pone a echar el freno a través de operaciones de conservación y cierre de filas. De la osada ofensiva se pasa a la defensa timorata. De instrumento de todos a triquiñuelas de simple reproducción. Mediante su reglamento de primarias, y por los problemas ya expuestos en este artículo de Contraparte, Podemos echa mano del viejo escudo del miedo, la pereza y la debilidad.
La irrupción de Ahora en Común viene a demostrar, una vez más, que ahora mismo no hay cerrojo capaz de bloquear la pulsión de cambio. Si se cierra una puerta, se abre una ventana. Es puro oportunismo, en esto coincido plenamente con Monedero. Un oportunismo que, como tantas otras buenas lecciones, nos llega también de Grecia, desde el concepto griego de Kairós como virtud de aprovechar la ocasión fugazmente abierta de conseguir un objetivo. En palabras de Eric Charles White «el instante fugaz en el que aparece, metafóricamente hablando, una abertura —o sea, el lugar preciso— que hay que atravesar necesariamente para alcanzar o conseguir el objetivo propuesto».
Se llame como se llame, y sin despreciar el poder de las marcas y los capitales de identificación y referencia que se construyen en torno a ellas, la confluencia de la unidad popular entendida, no como reflotamiento de ningún partido concreto, sino como convergencia desde abajo de una pluralidad monstruosa y representiva de ese deseo de transformación constituyente, es la oportunidad que no nos podemos permitir desaprovechar. Podemos ha sido hasta ahora uno de sus agentes principales y debería continuar abanderándola sin blindarse irresponsablemente frente al monstruo del que, a fin de cuentas, es una pieza principal. Debería, en pos del objetivo de transformación compartido por todas las fuerzas de cambio, erigirse en una pieza más y, a la vez, esencial, del nuevo Frankestein oportunista que sabe que los tiempos de transformación son fugaces y que del cuidado e inteligencia compositiva del proceso depende no solo la potencia del fin a alcanzar, sino la propia posibilidad de alcanzarlo.
Los 4 pasos sencillos que, invitando a una réplica del proceso experimentado en Ahora Madrid, propuso Pablo Soto en la presentación de Ahora en Común en Madrid, en el Círculo de Bellas Artes, el pasado viernes 10 de julio de 2015, no parecen malas pistas a tener en cuenta: 1º un llamamiento a la confluencia sin imposición de marca; 2º unas primarias que acojan la pluralidad; 3º la confección de un programa colaborativo y elaborado desde el saber de la gente; 4º el sumarse al desborde con alegría.
Porque, como el concejal de participación del Ayuntamiento de Madrid recordó: “esto no es nuestro, esto es de la gente”. Asumamos el reto, de nuevo, SIN MIEDO.
Marisa Pérez Colina @alfanhuisa
Ganemos Madrid, Ahora Madrid y Ahora en Común
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