Saberes
Análisis y propuestas para una transformación democrática
27
Ene
2015
10:44
El final de los consensos en Francia
Por Fundación de los Comunes


Foto de Peru Iparragirre @nomadagaldua

 

[Legitimidad y religión]

8 de enero de 2015. Un día antes han matado a 12 personas en la sede y los alrededores del semanal satírico Charlie Hebdo. Un día más tarde atacan el supermercado kosher.

8 de enero y el periodista de Euskadi Irratia (una de las 5 radios públicas vascas) hace la crónica de las concentraciones del mediodía en la República francesa. Han guardado un minuto de silencio, interrumpido por dos sonidos: las campanadas de la catedral de Notre Dame al comienzo, la Marsellesa al final.

Notre Dame es una iglesia. Desde 1905 Francia tiene una ley que separa el Estado de la iglesia, pero cada cuarto de hora suenan las campanadas cristianas: de ocho de la mañana a nueve de la noche.

La Marsellesa es el himno de la República francesa. Sobre este y otras canciones de la Revolución francesa Gallimard publicó una antología en su sección de poesía (Chansonnier révolutionnaire, París: 1989). La colección se publicó en el segundo centenario de la revolución. Pero también el año de la caída del Muro de Berlín, la descomposición de la URSS y las democracias populares. Se clausuraba el bicentenario de las revoluciones democratizadoras, insurrecciones libertarias, movimientos democráticos burgueses o proletarios. Tras los grandes fracasos de la emancipación, los 90 se inauguraban con las tesis del fin de la historia. Sin URSS, la guerra fría no tenía sentido y se inició una guerra entre religiones, entre civilizaciones, el capital adaptó su discurso para reinar mejor en la política internacional.

8 de enero de 2015 y las campanas abren el paréntesis de silencio que se cierra con «¡A las armas, ciudadanos! ¡Formad vuestros batallones! ¡Marchemos, marchemos! ¡Que una sangre impura inunde nuestros surcos!». Religión y política –revolucionaria– sangrienta. Cabe preguntar cuál es la legitimidad que tiene la República francesa, que emplea estos elementos simbólicos para proponer desde la laicidad y las soluciones políticas no-sangrientas. Antes de cualquier consideración geopolítica o histórica, estos son los elementos rituales acompañantes.
 

[Un 11M invertido]

11 de marzo de 2004 y 192 personas matadas y 1.858 heridas en Madrid. Sucedió la administración del relato contraria a la de Charlie Hebdo.

La gente en Madrid no creyó a Acebes, ministro del interior. Mediante SMSes se concentraron ante la sede principal del PP: solidaridad con las víctimas y crítica al gobierno. El poder establecido no pudo controlar las emociones. El gobierno pidió unidad en torno a la Constitución de 1978: razón de Estado.

Tras lo de Charlie Hebdo, Hollande pidió unidad en torno a la laicidad y la democracia (excluyendo al Frente Nacional). Una laicidad y una democracia en la que caben 17 jefes de Estado que acosan a periodistas, los encarcelan, cierran periódicos o los matan.

Fue enorme la manifestación que tenía Aznar al frente en Madrid tras el 11M. Ibarretxe dijo que los de ETA «son alimañas, son asesinos». Toda la representación política se alineó con la versión oficial (excepto Arnaldo Otegi).

Pero en 2003 hubo una fuerte oposición a la guerra en todo el mundo. También en el Reino de España y en Madrid. El movimiento contra la guerra no sirvió para hacer juego a Saddam Hussein. Fue un movimiento contra cierta política exterior global. Contra la posibilidad de hacer la guerra a otros países. Estaba en contra de la «guerra contra el terrorismo» que Bush capitaneaba, porque era de amplio espectro –basada en falsedades como antes en Rumanía o en Bosnia–, porque mataba a civiles y porque era neocolonial.

«No a la guerra» era un lema vacío. Aglutinó a gente diversa. Aquel movimiento –el 11M– desplazó a Rajoy y dio la victoria a Zapatero. Pero Zapatero fue el inicio de la falta de legitimidad del PSOE. Tenía las mismas recetas que el PP para la crisis. Amador Fernández-Savater ha repetido que aquellas lejanas movilizaciones del 2003 fueron las que culminaron en el 15M de 2011. El 11M aunque fue breve en el tiempo sí que fue descentralizado, con lemas amplios, apasionados, una suerte de 15M antes de tiempo.
 

[¿Y el París de 2015?]

Los atentados de París suceden en un ambiente opuesto. En Francia no ha habido oposición a bombardear Libia: 30.000 muertxs y desaparecidxs en ocho meses, destrucción generalizada de las infraestructuras.

No ha habido críticas a que el gobierno ayudara en Siria primero a los muyahidines –presentados como resistentes–, para terminar apoyando a Assad.

Y, sobre todo, la sociedad civil no ha sido capaz de movilizarse contra la guerra ni con Sarkozy –en su participación en Costa de Marfil o en Libia,– ni con Hollande –en Siria o Ucrania–. En las guerras que validan el choque de civilizaciones, Francia no solo ha colaborado, sino que ha inspirado, promovido y querido estar en la vanguardia en Libia. Laurent Fabius se esforzó en que se hiciera una coalición para atar a Siria, y fue la incapacidad bélica de Obama la que frenó la hipótesis. También en Ucrania, pese a que el interesado occidental principal del conflicto sea Alemania, Bernard Henri-Levy ha sido una de las vedettes más militantes de la guerra.

No es paradójico que sea el Frente Nacional el que muestra la oposición más férrea a la guerra de Libia. Tanto antes de que comenzara, como ahora en la gestión del relato.

No hay izquierda en Francia. El líder del Frente de Izquierdas hizo campaña a favor de Maastricht, ante lxs periodistas es tan arrogante y faltón como Sarkozy. Denunciaba con la boca pequeña la colaboración de Francia con Israel hasta el verano de 2014. No es capaz de ligar lo sucedido estos días en Francia con las banlieues –se quemaban comisarías y mezquitas–. No pasa de la retórica su denuncia de la segregación, no ve que la dicotomía entre el laicismo republicano y el fundamentalismo religioso es falsa. No tiene plan económico, el paro asciende, el modelo de Estado fracasa desde la escuela, el modelo territorial no es sostenible, la última reforma territorial jacobina no ha tenido ninguna participación ciudadana –ley 2010-1663 sobre colectividades territoriales–, no tiene proyecto para las zonas castigadas por las reconversiones industriales, no entiende que la política internacional termina poniendo en jaque la convivencia de sus ciudadanxs.
 

[El marco lo hace Le Pen]

En 2002 Jean-Marie Le Pen llega a la segunda vuelta con Chirac. Pero en 2007 hay una clara apuesta mediática para que la socialista Ségolène Royale y el centrista François Bayrou se posicionen en cabeza para minimizar a Le Pen.

En 2005-2009, el sociólogo Alain Soral (ex-PCF) participa en la dirección del FN. Quiere posicionar al partido en un eje nacional-republicano. Hay una voluntad electoral de que los jóvenes de las afueras se aproximen al Frente. Y otra voluntad de que instalando un discurso social en áreas históricas de la izquierda –en el norte, por ejemplo– golpeadas por las reconversiones industriales (en 2014, el FN consigue la alcaldía de Hénin-Beaumont, un hito).

El Frente Nacional consigue –y cuidado con Maroto en Vitoria-Gasteiz– dar una imagen de disidente en un momento en que la política oficial tiene mala fama. Han previsto la catástrofe social desde hace tres décadas. Defiende más mediáticamente el Estado del Bienestar que el PS, que sigue pidiendo austeridad. Ante las nuevas generaciones de franceses de origen magrebí tienen un discurso contra el choque de civilizaciones y la guerra. Y el discurso anti-inmigración se aplica a lxs que vienen “ahora”. Como otros partidos europeos, representan la identidad nacional extrema: las nuevas generaciones pueden demostrar con su adhesión que son tan franceses como los indígenas. El FN reivindica con eficacia el discurso de la seguridad, psicologista. Le Pen padre es el original, Sarkozy y el primer ministro Valls –ex ministro de interior– son copias.

La izquierda carece de proyecto. Porque no tiene ni crítica ni proyecto económico: no dice lo que Europa quiere, no tiene propuestas para la política de fronteras. El Frente de Izquierdas apoyó a Hollande y Hollande llegó al poder y profundizó los recortes de Sarkozy, con la misma política internacional. Uno de los terroristas de París decía que en 2014, 800 personas han sido asesinadas por drones en Yemen. Son marginales las críticas al conflicto neocolonial de Costa de Marfil.
 

[El fin del paradigma de la Quinta República]

«El arco republicano» era una obsesión de Chirac. Era una enunciación post Segunda Guerra Mundial: demócratas contra populistas (de izquierdas o derechas). Desde los ochenta era una táctica electoral para que el centro-derecha apoyara al centro-izquierda para que el FN no llegara al poder local, y viceversa. Sarkozy lo puso en duda por primera vez –queriendo atraer votantes del FN– y en las municipales y regionales de 2014, el Frente ha tenido resultados históricos.

Esa ha sido la única polarización seria de la Francia de las últimas décadas: o demócratas o fascistas. Otro fracaso de la izquierda.

Lxs periodistas han despreciado sistemáticamente a lxs portavoces del FN. Pero las élites culturales progres también desprecian al francés común. Entre los éxitos del FN también está la identificación con lxs portavoces del FN: son gente corriente y la gente sofisticada se ríe de ellos. El FN tiene todo que ganar: nunca ha gestionado el poder, no tiene equivalencias internacionales, no tiene a nadie por la izquierda con mayor legitimidad para los discursos sociales o igualitarios, no tiene a nadie a la derecha para recibir lecciones securitarias.

En la manifestación del domingo de París estuvo Netanyahu. No estuvo Marine Le Pen. Netanyahu es responsable de 2.192 asesinatos de palestinos en 2014 (entre ellxs, 13 periodistas, como ha subrayado el periódico israelí Haaretz). Marine Le Pen no puede ser acusada de nada similar pero no le dejan integrar el club de los demócratas. Jean-Marie dijo en twitter que su siguiente movilización no es una manifestación, que son las elecciones: Keep calm and vote Le Pen. Hollande insiste en que no tiene label democrático.

La semana pasada Hollande envió el portaaviones Charles-De-Gaulle al Golfo Arábico, para que la guerra siga. 580 personas se suicidaron en Francia en 2014 por el paro.
 

Hedoi Etxarte @hedoi_etxarte
Katakrak/FdlC

Versión original del artículo en euskera:
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