Saberes
Análisis y propuestas para una transformación democrática
08
Jul
2013
10:18
Diario de la crisis. ¿Estamos frente a un cambio de fase? Apuntes libres
Por Fundación de los Comunes

Desde principios de año han aumentado las declaraciones sobre la necesidad de suavizar las medidas de austeridad (que no de abolirlas, cuidado). En noviembre de 2012 el jefe economista del FMI, Olivier Blanchard, admitió que los efectos recesivos de las políticas de devolución de la deuda en algunos países europeos han sido infravalorados. Los primeros datos de 2013 han confirmado que Francia (tras Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España, es decir, los PIIGS) también ha entrado oficialmente en recesión, después del segundo signo negativo consecutivo en los últimos dos trimestres. Tampoco Alemania está pasándolo mejor, es más, el 4º trimestre de 2012 dejó una caída del PIB alemán del 0,7% y una subida en el primer trimestre de solo el 0,1%. Gracias a esta reciente pequeña subida, no se puede hablar de recesión (los medios de comunicación serviciales italianos han evitado hacerlo, a diferencia del caso francés), aunque en los últimos seis meses la hoja de resultados económica alemana ha sido peor que la francesa.

El 5 de mayo Holanda anunció que renunciaría al programa de austeridad que debía reducir el déficit de un 0,8% del PIB, después de que en pocos meses el desempleo haya pasado del 6% al 8,1%. Algunos días antes (el 25 de Abril), el secretario europeo para los asuntos económicos, Olli Rehn, había confirmado que “la desaceleración de la consolidación [reducción del déficit y deuda pública, N. del Ed]) ahora es posible gracias a los esfuerzos de los Países en dificultades, al compromiso del BCE y a políticas presupuestarias fiables”. En palabras más claras, las políticas de austeridad se pueden suavizar. En Francia, Hollande no pierde ocasión para denunciar el exceso de austeridad (aunque luego concretamente aprueba una ley financiera que está perfectamente en línea con los dictados de la austeridad).
En el plano académico, el fundamento teórico de la validez de las políticas de austeridad, (que se basaba en el trabajo de dos distinguidos economistas de Harvard, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, en el que se muestra, analizando series históricas de las economía de diferentes países, que la relación deuda/PIB superior al 90% lleva a una fase de recesión) ha sido estrepitosamente invalidado por algunos jóvenes economistas de la Universidad de Massachusetts (y no de Harvard) que detectaron un error de cálculo en el proceso de estima y cuya corrección llevó a resultados opuestos: el llamado excelgate que tanto debate desató en Estados Unidos y que fue ocultado totalmente por los medios de comunicación italianos.
 

Están presentes, pues, todos los ingredientes para proceder a un cambio de ritmo en la gobernanza económico-financiera de Europa.

El proceso de financiación y la situación de crisis que de él ha surgido pueden ser leídos como el pasaje de la centralidad de la relación capital-trabajo (modelo fordista de la producción material) a la de la relación deudor-acreedor como base de la acumulación-valorización. No es otra cosa que el proceso de desmantelamiento del Estado del bienestar, de las privatizaciones y de la individualización en la relación laboral, como el surgir de nuevas formas de disciplina del trabajo, fundadas en la precarización del trabajo y de la vida.

Dicha relación deuda-crédito se ha desarrollado en diferentes niveles, desde lo privado a lo exterior, según la conjunción económica e histórica. Prescindiendo de la forma, nos encontramos frente a un sistema de valorización que se basa en todo caso en la economía de la persona (y de la sociedad) endeudada, parafraseando a Maurizio Lazzarato. La novedad introducida por el biocapitalismo cognitivo no es tanto la presencia del endeudamiento que da paso a la acumulación por medio de la producción de mercancías, sino más bien del endeudamiento que se extiende a todo el ciclo de la vida (uno se endeuda para acceder a los servicios de base: educación, formación, movilidad, sociabilidad, sanidad, previsión, etc.) como fuente directa de valorización, ya sea a nivel micro o macroeconómico.
 

En los últimos treinta años, podemos notar tres fases que marcan la dinámica y la “forma” de la relación deuda-crédito:

Fase I o de la reestructuración capitalista (posfordismo), desde la década de 1980 a principios de la de 1990 (la Guerra del golfo marca su fin). En esta fase la relación deuda-crédito es arrastrada por la deuda exterior, en un contexto de cambios flexibles, donde las políticas monetarias se utilizan como políticas anticíclicas capaces de compensar políticas monetarias restrictivas (de tipo monetarista). Dichas políticas restrictivas son funcionales a la reestructuración y a la marginalización de la relación capital-trabajo como fuente primaria del proceso de valorización capitalista, cuyo fin es el tránsito hacia el bio-capitalismo cognitivo.

Fase II o del desarrollo del capitalismo financiero-cognitivo, desde la década de 1990 hasta la crisis del 2007-08. Dicha fase se puede dividir en dos subperiodos, de los cuales la crisis del 2007-08 marca la línea divisoria. En la década de 1990 la relación deuda-crédito toma cada vez más la forma de un endeudamiento individual y microeconómico. El peso de la deuda exterior se reduce dando paso a la especulación financiera y aventajando así al desarrollo de un multiplicador financiero que alcanza (sobre todo en Estados Unidos) su valor más alto. Eso deriva del efecto riqueza que encuentra su origen principal en la renta financiera (la conversión en renta de beneficios y de cuotas crecientes desde la renta de aquella franja de trabajo vivo más especializada y activa en los sectores del conocimiento o net-economy), en el desmantelamiento del Estado del bienestar y en el inicial endeudamiento progresivo del trabajo vivo menos cualificado. Notamos que en esta época, tanto en Estados Unidos como en Europa, el problema del déficit y de la deuda pública desaparece de hecho, en presencia en casi todos los países de la OCDE de fuertes superavits primarios.

Después de la explosión de la burbuja de Internet que pone de manifiesto la configuración de la naturaleza estructural (inestable) del biocapitalismo cognitivo y del nuevo proceso de valorización fundado en el D-kn-D’ (donde kn quiere decir knowledge), la gobernanza financiera trata de repetir la hoja de resultados de la década anterior de dos modos. Por un lado, aumenta el proceso de endeudamiento individual-privado (en Estados Unidos) y de precarización y privatización del Estado del bienestar (en Europa), por otro, opera en la urgencia de la guerra contra el terrorismo (el conocido “golpe del Imperio” basado en un keynesianismo militar, con un incremento inicial -aún contenido- de la deuda pública). Se pasa a la adopción de políticas monetarias expansivas como sustento no del crecimiento económico (como en un esquema tradicionalmente keynesiano), sino de la liquidez financiera y de la expansión de la deuda privada.

Fase III o de la crisis de la gobernanza financiera desde el 2007 hasta hoy. Como es sabido, la crisis económico-financiera nace como crisis de los créditos subprime (endeudamiento privado) para luego trasladarse a las deudas soberanas europeas y no solo a estas (endeudamiento público). La estrategia perseguida para gobernar la crisis (sin resolverla) ha sido una mezcla de políticas de austeridad (es decir, políticas fiscales recesivas) y de políticas monetarias expansivas. Las primeras han favorecido ulteriormente el proceso de expropiación del estado del bienestar con finalidades especulativas y de precarización de una relación laboral atrapada entre las garras del endeudamiento privado (con riesgo de insolvencia) y las del chantaje de la renta (precariedad y/o desempleo). Las segundas tienen la finalidad de crear liquidez para los mercados financieros, pero no persiguiendo el aumento de la demanda y de la reactivación de las inversiones (penalizadas por los efectos recesivos de la austeridad), sino más bien con el objetivo de salvaguardar los estados patrimoniales y permitir inversiones financieras en títulos públicos (privatización y financiarización creciente de las deudas públicas europeas).
 

¿Estamos a punto de entrar en una nueva fase?

Podemos decir que estamos en una fase de transición, que probablemente termine el próximo septiembre, al día siguiente de las elecciones alemanas, al menos en lo que atañe a Europa. Por un lado, la restricción crediticia sigue operando en la economía real, de forma dependiente de las dinámicas que se determinan en los mercados financieros, situados hoy en día en el centro del proceso (inestable) de valorización. Por otro, la creación de liquidez en los mercados asiáticos, gracias al giro realizado por el nuevo gobierno japonés (la llamada Abeconomics), inmediatamente seguida por el de Corea del Sur y forzosamente por la Reserva Federal de EEUU, si es verdad que en ciertos aspectos financia la especulación financiera, genera de todos modos inestabilidad en el mercado monetario, con la posibilidad de originar nuevos ámbitos de especulación en la dinámica de la deuda exterior.

Es probable que después de las elecciones alemanas de septiembre (sea cual sea el gobierno, aunque no sorprendería una ratificación de la señora Merkel, no por su mérito, sino por falta de mérito de la izquierda alemana), las políticas de austeridad se pongan en stand-by, en nombre de la necesidad de una política de crecimiento.

¿La nueva fase se caracterizará entonces por el crecimiento? Lo dudamos seriamente. Por un lado, porque la gestión de una crisis que se ha convertido en “norma” es uno de los instrumentos más potentes de la actual gobernanza social y política, por otro porque no hay en la actualidad condiciones para la estabilidad geopolítica y geoeconómica (que permitiría controlar una nueva fase de acumulación capitalista).

Las políticas de austeridad han logrado de todos modos los resultados reales que se proponían. No nos referimos aquí a la reducción de la relación deuda/PIB (falso objetivo, bueno solo para sirvientes empedernidos), sino más bien a la expropiación de lo común y a la sumisión del trabajo en el interior de una relación capital-trabajo, a su vez subordinada a los nuevos criterios de valorización impuestos por los mercados financieros (cada vez más D-D’ y cada vez menos D-M-D’). Y por lo tanto se pueden aflojar parcialmente, manteniendo de cualquier modo aquel papel de útil y funcional disciplina económica.

Estamos así frente a nuevas problemáticas, que nos devuelven a viejos nudos y que piden una respuesta cuanto antes:

a. ¿Se logrará construir aquel espacio de ideas a nivel europeo capaz de encaminar un proceso constituyente, no de Europa, sino más bien de las fuerzas políticas anti-austeridad, capaces de incidir sobre la modulación de la nueva fase que está por abrirse? Más concretamente, por lo que atañe únicamente a los aspectos económicos, ¿hay además de voluntad también capacidad política para las fuerzas heterogéneas de la izquierda europea, encajadas entre la nostalgia del pasado y el desafío del futuro, de coincidir en una respuesta unitaria de estado de bienestar de lo común, de renta básica europea incondicional, de derecho a la insolvencia y política fiscal europea común?

b. ¿Se logrará construir un espacio común de movimiento a nivel europeo capaz de incidir y modificar las actuales relaciones de poder, sobre todo en una situación social que está a punto de vivir el sexto año de crisis? No puede sorprender que también los países europeos que han sido capaces de suscitar movilizaciones importantes (Grecia y España), se encuentren hoy en una situación de debilidad y deban lidiar con una gobernanza política y opresiva, en la que que solo parcialmente y solo en algunos momentos se ha hecho mella, pero que mantiene más o menos inalterado su poder y su red de complicidad.

El nuevo panorama que se abre está caracterizado por el conflicto entre dos poderes constituyentes. El (antiguo) de la gobernanza financiera, de una manera u otra obligado a modificar, en modo parcial pero significativo, el rumbo de la austeridad torpemente perseguida hasta hoy. Y el social y del común, oprimido entre la necesidad de abrir interlocuciones con aquella parte de la representación institucional más sensible a acoger los cambios de rumbo (pero todavía incapaz de trasmutarse en hegemonía política) y el mantenimiento de instancias de movimiento, hoy cada vez con mayores dificultades por la soga de la crisis e incapaces de trasmutarse en hegemonía cultural.

Andrea Fumagalli
[Traducción del italiano de Simona Frabotta]

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