Saberes
Análisis y propuestas para una transformación democrática
19
May
2014
19:05
Coyuntura y estrategia. El 15M, tres años después
Por Fundación de los Comunes

Vamos despacio porque vamos lejos
Lema zapatista
 

Foto de José E. Cabrera

 

Se cumplen en estos días que estamos tres años desde que miles de personas se manifestaran por las calles de las principales ciudades españolas, un soleado domingo de primavera, al grito de ¡Democracia real ya!

No está de más que, tras todo este tiempo, hagamos balance. Antes de continuar, en cualquier caso, me parece oportuno precisar, como señalan los enfoques poscoloniales, el lugar desde donde enuncio*. Familia obrera y católica. Padre funcionario y madre profesora, de izquierdas; no votaron la Constitución de 1978, pero leen El País desde hace más de treinta años. Jesús Gil me daba mucho miedo. Licenciado en Historia y arqueólogo. Clase media. Becario FPU en la Universidad de Málaga. Pago cuota de afiliación sindical a la CGT. Devenir precario. Aborrezco el trabajo. Sentir libertario. Activista prematuro. Movimiento autónomo. Contradicciones. Identidad líquida y posicional, cambiante. Todavía joven. Concibo el 15M como fuerza destituyente y poder constituyente. Dicho todo esto, apuntaré que lo que a continuación voy a escribir es fruto de las reflexiones que he ido madurando los últimos meses tras múltiples diálogos, charlas y debates fundamentalmente con mis compañeros y compañeras de Málaga, ciudad muy peculiar a nivel político y subjetivo, aunque se añaden también ideas surgidas del encuentro con otras activistas y amigos de Sevilla, Madrid, Zaragoza, Iruña, Barcelona o Tarrassa, muchos de ellos integrantes de la Fundación de los Comunes. Debo señalar, de igual manera, que aunque en el terreno ideológico haya defendido a lo largo de toda mi vida como activista, los planteamientos libertarios y más puramente anarquistas –sigo haciéndolo–, siempre preferiré trabajar en favor de un proyecto común de autoorganización, apoyo mutuo y democracia directa/autogobierno que integre y sobrepase fronteras, como ha pretendido ser el 15M y sus devenires, que avivar proyectos cerrados, excesivamente identitarios o repletos de dogmas y prejuicios prefijados, algo que, por otra parte, no casa nada bien con el pensamiento ácrata.

 

1. Los mantras en torno al 15M: indefinición, ausencia de programa y fracaso

Las exigencias desde los mass media y la vieja política al 15M para que se definiera políticamente y diera respuestas inmediatas han sido una constante. La izquierda clásica, la rancia izquierda anclada en 1917, entendió desde el principio que esa falta de definición era una clara muestra de tibieza y cobardía por parte de los que acampábamos y nos reuníamos en asambleas en las plazas. Los zapatistas, sin embargo, nos enseñaron a decir: «respeten nuestros silencios». Tres años después, sin duda, podemos decir que tenemos un proyecto común: construir democracia. Ese es el programa que con tanto ahínco se nos reclama, que además tiene la gran virtud de hacer converger en su seno a luchas muy distintas entre sí.

Democracia es que por fin todas las personas tengan acceso a una vivienda digna; democracia es terminar con la precariedad y explotación laboral; democracia es entender la vida como un problema común; democracia es acabar con el patriarcado y asumir que «la revolución será feminista o no será». El 15M, en tanto movimiento o potencia constituyente, nos otorgó de nuevo la posibilidad de llevar la teoría a la práctica. Situacionismo. Mayo de 1968. Política prefigurativa: en nuestros modos de hacer, estrategias y formas de organización se proyecta ya la sociedad futura que reivindicamos. Nuestra lucha no solo pasa por la demanda concreta de una democracia más participativa, directa y desde abajo, autoorganizada, unida a la instauración de espacios de autonomía donde hacer las cosas de manera diferente, sino también, como no podría ser de otro modo, por acabar de una vez por todas con el proyecto neoliberal basado en la austeridad depredadora y en la acumulación por desposesión.

Téngase muy presente que el 15M, además de sus exigencias democráticas, su rechazo a la representatividad y su crítica a la corrupción política generalizada, desde el principio se configuró también como un movimiento de resistencia al poder financiero que controla el destino de la ciudadanía imponiendo austeridad, lo que confiere al movimiento una importante dimensión anticapitalista –o de rechazo de la desigualdad, si se prefiere–, cuyos ecos se dejaron sentir en otros muchos lugares del planeta como Grecia, Israel, México o Estados Unidos, donde surge el movimiento hermano Ocuppy Wall Street. La movilización a nivel global del 15O es, sin duda, la máxima expresión de este movimiento de contestación y oposición a las élites financieras neoliberales.

A pesar de lo conseguido durante estos tres años, que no resulta nada desdeñable en mi opinión, persiste la idea de que el 15M ha sido un absoluto fracaso, ya que todo sigue más o menos igual. Esta suposición se asienta, sobre todo, en la vieja izquierda. De entrada, diré que el cambio subjetivo que la irrupción del 15M trajo aparejado consigo constituye un tremendo éxito. Hace tres años descubrimos que a través de la lucha podemos lograr muchas cosas que antes creíamos imposibles; aprendimos a decir alto y claro ¡Sí se puede! Es altamente improbable, asimismo, que antes del 15 de mayo de 2011 en los grandes periódicos y en la televisión se hablara de desahucios, de la responsabilidad de los bancos, de precariedad, de represión policial, de empoderamiento ciudadano, de los privilegios de la casta política…

El movimiento 15M intenta huir del vanguardismo y el narcisismo colectivo pero no ha desaparecido, sigue ahí a pesar del vacío informativo: mutando, construyendo alternativas, confluyendo. Las corralas, muy presentes en Sevilla y Málaga, son otro buen ejemplo de ello y dan muestra del trabajo constante para realojar a familias sin recursos y en situación de necesidad de la Obra Social de la PAH y STOP Desahucios.

El triunfo del 15M, en definitiva, ha sido conseguir que la «sociedad civil» se convierta en principal actor político para impulsar el cambio más allá de partidos y sindicatos.

 

2. Organizarse para ganar en la actual coyuntura

Hasta aquí todo está muy bien, pero hay una cuestión que no para de darnos vueltas a la cabeza: ¿cómo ganamos? Es un pregunta a la que durante todo este tiempo hemos intentando dar respuesta millones de veces. Se ha debatido, se han organizado seminarios y se han lazando propuestas de muy diverso tipo, las cuales han tenido poca o nula repercusión hasta hace poco tiempo, cuando han entrado en la escena política, dentro de una lógica electoralista, iniciativas como el Partido X y Podemos. Ciertamente, después de tres años, la estafa neoliberal –la mal llamada «crisis»– persiste, aunque Rajoy se esfuerza en decir que lo peor ya ha pasado. Nada más lejos de la realidad. Como explica E. Rodríguez en su último libro, Hipótesis Democracia. Quince tesis para la revolución anunciada, no hay salida posible a la crisis dentro del actual capitalismo financiero, puesto que su perpetuación tan solo conduce a mayores cotas de pobreza, desposesión y expolio por acción de la aplicación prolongada de las políticas de austeridad que impone la Troika. Es decir, únicamente un cambio radical de sistema puede revolucionar la situación política, social y económica que hoy conocemos.

El 15M, su carácter destituyente-constituyente, nos muestra el camino para ello, puesto que, como antes he dicho, nos ha permitido creer en la materialización de las demandas de transformación social, en la posible existencia a través de las luchas y reivindicaciones desde la base de un cambio hacia un régimen favorable al 99%. En esto consiste básicamente ganar o, al menos, empezar a ganar. No estoy hablando de terminar con el poder, sino de subvertirlo mediante la creación de dispositivos que posibiliten su ejercicio en igualdad, desde abajo y autónomamente. «Mandar obedeciendo», como, de nuevo, dicen los zapatistas.

Sea como fuere, lo que arriba nos preguntábamos no era qué es ganar, sino más bien cómo hacerlo. ¿Cómo nos organizamos para ganar? Empezaré diciendo que a día de hoy son muchas las estrategias en términos organizativos que se están planteando con muy distinto enfoque y que, sin duda, ninguna puede ser despreciada, aunque sí ponderada en su justa medida. Creo que se entiende por dónde voy. Sinceramente, a estas alturas mi confianza en la hipótesis electoral es nula. Puede, empero, que ya no nos valga solo con construir autonomía, que ante la existencia de poderes fácticos –poder financiero, poder estatal, poder mediático– a veces una de nuestras máximas más repetidas «cambiar el mundo sin tomar el poder» se nos quede corta. Son muchas las voces que, en este sentido, están reclamando que ha llegado la hora de saltar al ruedo institucional, de participar en el terreno de juego de la política tradicional, aunque sea con nuevas armas.

¿Es posible? No llego a tenerlo claro del todo. Primeramente, creo que resulta más que evidente que la regeneración política está tan acabada como el propio sistema representativo. Cabe apuntar, en segundo lugar, que los dispositivos surgidos desde el propio movimiento para presentarse a las próximas elecciones europeas, los no sé si bien llamados «partidos del 15M», como el Partido X y Podemos, hasta el momento no han demostrado gran desapego de la forma-partido clásica, aun cuando es obvio que están planteando cosas para superar el déficit de democracia, como la revocabilidad y el mandato imperativo. Cabría decir que todavía no han tenido tiempo para demostrar nada, que sería justo darles una oportunidad. En esas estamos, de verdad, pero no conviene olvidar tampoco ciertos detalles que nos han puesto en alerta, detalles que desgraciadamente van mucho más allá de seguir recurriendo al personalismo y la figura carismática –Falciani, Pablo Iglesias, Jiménez Villarejo– para conseguir tirón mediático y hacer llegar el mensaje con mayor facilidad.

Así, llama muchísimo la atención que los resultados del proceso de primarias abierto en ambas formaciones, y del cual se ha hecho bandera como marchamo democrático, no hayan diferido en nada de la apuesta previa hecha por la burocracia. Pablo Iglesias ganó, como no podía ser de otra forma, en el caso de Podemos, el no-partido que ya sí lo es ideado, organizado, impulsado y liderado por él mismo. Algo parecido ha ocurrido en el caso del Partido X, con la salvedad de que Raúl Burillo, el segundo candidato más votado, ha cedido su puesto a una de las promotoras del partido y líder de facto, Simona Levi, con menos votos que él.
No estamos para hacer simulacros de democracia.

Entrar en las instituciones rompiendo la lógica de la representación, democratizando y abriendo la toma de decisiones a la ciudadanía para propiciar la instauración de un nuevo marco social es el gran desafío al que se enfrentan estas nuevas organizaciones si quieren transformar nuestra desconfianza en apoyo. No existe otra elección; la manera tradicional de hacer política ya no vale. Habrán de tener, además, la mirada fija en el horizonte, pues más allá de las elecciones al Parlamento Europeo del próximo 25 de mayo no deberían perder de vista las municipales de 2015 y las estatales, a finales de ese mismo año. No solo para seguir ahondando en el proceso constituyente reclamado desde el 15M a fin de acabar con los pasmosos límites democráticos impuestos por el texto constitucional de 1978 y los tratados europeos, sino también porque cada vez está más próximo el momento de abrir nuevos debates, tales como qué hacer ante la cuestión nacional o cómo abordar la más que interesante apuesta municipalista, que poco a poco vuelve a cobrar fuerza.

Todo esto vendría a traducirse más o menos en lo siguiente: si un partido político quiere contar con el respaldo mayoritario de la calle, de los movimientos sociales y del 15M, sea el Partido X, Podemos o la mismísima IU, no va a tener más remedio que poner a disposición del proceso destituyente-constituyente su maquinaria organizativa, supeditarse a la escucha y al diálogo permanente, dejar que el ritmo se marque desde abajo. La vieja forma-partido queda así descuajeringada y comienza a ser absorbida por la forma-red. Solo el Partido X, de momento, parece estar acercándose a esta idea, sin demasiados formalismos todavía, según mi propia impresión. En cualquier caso, centrar la estrategia en las elecciones, aunque la coyuntura parezca exigirlo y no se haga de manera exclusiva, resulta bastante problemático porque podemos caer en el grandísimo error de dejar de impulsar con toda la fuerza que se precisa nuestro programa común, es decir, la construcción de democracia real, o de hacerlo siempre supeditados en exceso a dinámicas estatistas.

El 15M nos ha enseñado que hay una forma distinta de hacer las cosas, que se puede pensar y actuar más allá de los límites predeterminados por el sistema, que se puede ir más allá de la lógica de la representación. La adopción de esta idea, por cierto, nos imbuye de un gran espíritu libertario. Si se opta por la vía electoral, si va a volcarse tanta fuerza y trabajo en este tipo de estrategia, es para ganar. Lo contrario equivale a más de lo mismo, a seguir apostando por la democracia representativa. Una quimera. No digo que la voz crítica de Falciani en el Parlamento Europeo, aunque fácilmente absorbible por el sistema, no pueda resultar beneficiosa, un caballo de Troya, pero creo sinceramente que lo que la actual coyuntura demanda, lo más efectivo, es seguir creando empoderamiento ciudadano, seguir abriendo corralas, seguir construyendo democracia desde abajo, seguir impulsando alternativas y nociones comunes frente a la férrea ortodoxia neoliberal. Si no existe movimiento, desde luego, ninguna opción electoral va a llegar muy lejos; si no existe movimiento todo queda en el terreno de lo posible, de lo asimilable.

En este sentido, el reciente caso de la Corrala Utopía (Sevilla) es bastante ejemplificador, puesto que, como se apunta aquí con acierto, IU no ha mostrado en ningún momento interés por la extensión de su acción política e institucional, posibilidad que queda así únicamente en manos de los movimientos. No debemos olvidar, de hecho, que la potencia del 15M está también en sus propios dispositivos organizativos, como la PAH o las mareas, que están sabiendo combinar muy bien en su acción militante contención y proposición, rechazo y alternativas. Se trata de lo que algunos, puede que de forma excesivamente poética, han llamado «hacer plaza». El cortoplacismo es nuestro gran enemigo. Lo hemos repetido mucho durante estos tres años, pero ahora parece que lo hemos olvidado. Con esto no quiero decir, repito, que no haya que abrir brecha en el sistema desde todos los frentes posibles, aunque sí entiendo que no es bueno tomar atajos. Si antes decía que la facticidad del poder nos hace plantearnos algunas de nuestras ideas en cuanto a la transformación de la sociedad, no es menos cierto que la entrada de las instituciones, las mismas instituciones que velan por la reproducción sistémica, no vale de nada si el fin no es acabar con ellas. Es decir, que la sociedad vuelva a tener plena capacidad de decisión y acción sobre todo lo que le concierne pasa inevitablemente por la creación de nuestras propias herramientas para ello.

El Movimiento por la Democracia (MpD), así las cosas, nace para seguir ahondando en el camino que abrió hace apenas tres años el 15M. Es potencia constituyente. Es el asiento necesario para una práctica política prefigurativa, sin la cual muy difícilmente puede hablarse de democracia. La apuesta del MpD, al que poco a poco se van sumando tanto personas como iniciativas, entre las cuales está Málaga Despierta, espacio de confluencia donde participan las distintas mareas y muchos colectivos surgidos al calor del 15M de la ciudad malagueña, es la Carta por la Democracia, una propuesta programática básica enraizada en el sentir que se originó en las plazas, asambleas y redes tres años atrás. Es un documento vivo, no cerrado, en constante proceso de elaboración y debate, que ante todo pretende contribuir al proceso de radicalización democrática, empoderamiento y búsqueda de alternativas al caos neoliberal, para empezar, por fin, a superar el horizonte capitalista. Cuanto por más gente sea asumida, mejor, incluso partidos y sindicatos afines y de verdadero cariz democrático, siempre sin olvidar que la fuerza constituyente emana al crearse movimiento, al margen de la representación y las viejas formas de hacer política. Son muchos, como es lógico, los retos a los que el MpD se enfrenta, así como también los interrogantes que está generando su propuesta, aunque aquí y aquí se pueden encontrar algunas respuestas. Podría continuar, en fin, enumerando las cosas que no me gustan de la Carta por la Democracia, pero muchas de mis opiniones al respecto se encuentran ya contenidas en la crítica de José Luis Carretero Miramar y en la de Tomás R. Villasante. Solo añadiré, para terminar, que el peso otorgado a la representatividad es todavía verdaderamente importante, aunque es cierto que además de la manifiesta referencia a mecanismos de revocabilidad y control, lo que se plantea es en términos de transicionalidad y siempre reconociendo a la ciudadanía su propia capacidad para organizarse de forma directa.

Curro Machuca @curromp
La Casa Invisible

Texto completo en: http://lineasdefugablog.wordpress.com/2014/05/10/coyuntura-y-estrategia-...

 

*Esta idea-método, extremadamente sugerente y necesaria, la he tomado prestada de un interesante texto del compañero Antón Fernández de Rota, que a su vez la toma del teórico poscolonial Homi K. Bhabha.

 

Referencias bibliográficas

Fernández-Savater, A., «Emborronar la CT (del «No a la guerra» al 15-M)», en CT o la Cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española, coordinado por G. Martínez, Barcelona, Debolsillo, 2012, pp. 37-51.

Guattari, F., Plan sobre el planeta. Capitalismo mundial integrado y revoluciones moleculares, Madrid, Traficantes de Sueños, , 2004.

Rodríguez, E., Hipótesis Democracia. Quince tesis para la revolución anunciada, Madrid, Traficantes de Sueños, 2013.

Taibo, C., El 15-M en sesenta preguntas,  Madrid, Los Libros de la Catarata, 2011.

comentarios

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    La Kruczynski
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    Mié, 05/21/2014 - 10:34
    @#2 Es mentira que La Casa Invisible este subvencionada por ningun estado. ¿Puedes demostrarlo? ¿En qué te basas? ¿Crees que atacar de manera personal al autor es modo de iniciar algún debate? Pues a callar, purista.
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    Curro Machuca
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    Mar, 05/20/2014 - 20:37
    @#2 Por supuesto que podemos debatir sobre el tema, tienes mi correo de contacto en mi blog, al que puedes acceder en el link que aparece al final del texto. El tema aquí es otro y, en todo caso, creo que encontrarás una respuesta parcial sobre lo que te preocupa en el propio artículo. De cualquier manera, te hago varias puntualizaciones: - La Casa Invisible no recibe ningún tipo de subvención de institución alguna. Es un poco cansino ya, después de siete años, seguir teniendo que leer este tipo de cosas. No sé hasta qué punto te sientes cómodo haciendo de "caja de resonancia" de este tipo de argumentos que salen de ciertos medios derechosos que tienen como finalidad tumbar un proyecto de autonomía como el nuestro. - No todas las personas afiliadas a la CGT tienen la misma posición respecto al tema de las subvenciones, algo que creo que sabrás. El debate interno existe –algo muy sano– y, en cualquier caso, ese hecho no ha imposibilitado en ningún caso según mi experiencia que la CGT desarrolle su acción sindical y social en toda su dimensión y carácter anarcosindicalista. A día de hoy, en un mundo tan precarizado y mutable, creo que el debate y las estrategias deben centrarse en otros aspectos que tienen mucha más incidencia en nuestras vidas y prácticas que el hecho o no de recibir subvenciones, mientras que estas lógicamente no queden supeditadas a ningún tipo de requisito impuesto por parte de ente estatal que la conceda. El sindicato no se acuesta con nadie. Por otra parte, la Fundación Anselmo Lorenzo, de la CNT, también recibe subvenciones, cosa que me parece genial para así poder sacar partido a todo su gran archivo. - La Fundación de los Comunes es una dispositivo anómalo, donde hay muchos sentires y confluyen experiencias y iniciativas diversas del ámbito de la autonomía. Con mayor o menor acierto, tras un debate de muchos años para salir por fin del ghetto identitario de los años ochenta y noventa, se reciben subvenciones puntuales desde instituciones culturales para desarrollar actividades y acción política cargadas de crítica y alternativas. Se aprovecha todo lo que se tiene al alcance. Por lo demás, digo aquí lo mismo que he dicho arriba para la CGT. En fin, tampoco creo que sea muy libertario decir qué es y qué no lo es.
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    dispuesto a debatir a Curro Machuca
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    Mar, 05/20/2014 - 15:55
    Una persona que dice tener un sentir libertario (vamos anarquista) entra en una fuerte incoherencia participando en colectivos que se acuestan con las instituciones como CGT, La Casa Invisible y la fundación de los comunes.  TODAS ELLAS ESTÁN SUBVENCIONADAS  por Estado e instituciones locales. saludos libertarios.
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    Gloria
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    Mar, 05/20/2014 - 12:37
    &quot;...que la sociedad <em>vuelva a tener</em> plena <em>capacidad de decisión y acción</em> sobre todo lo que le concierne pasa inevitablemente por la creación de nuestras <em>propias herramientas</em> para ello.&quot; Un par de preguntas: <ol> <li>&iquest;cuándo &quot;la sociedad&quot; ha tenido esas capacidades? Creo que se trata de un comienzo y no de un volver, porque:</li> <li>las herramientas para desarrollar esas capacidades son políticas, y, hasta ahora, éstas han sido las de la democracia representativa, que el 15M y el movimiento de las plazas, las mareas y las diferentes formaciones políticas que están surgiendo, a manera de partidos, aún no han utilizado, o se están creando en la dinámica de utilizarlas.</li> </ol> Hay que dar tiempo al tiempo y prestar atención no sólo a la acción sino también a la reflexión. En este sentido, &iexcl;gracias por hacer el esfuerzo de pensar el 15M y compartirlo!
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