Saberes
Aprendizajes desclasados e inclasificables
17
Jun
2014
10:20
“¡Es que no quieren aprender!”: y otros mitos sobre los alumnos pobres y la educación
Por Fuera de clase

 

 

Puede resultar más fácil culpar a los estudiantes de los problemas existentes en un instituto. Para algunos profesores, esto es, sin duda, menos estresante que culparse a sí mismos y mucho menos incómodo que cuestionar los fundamentos de las macro-estructuras educativas, aunque lo cierto es que la gran mayoría del profesorado hace también esto último. Aún así, los estudiantes son cada día identificados como los principales responsables de su deficiente aprendizaje. Esta es una explicación simplista de una realidad compleja, creencias sociales normalizadas que dan lugar a  múltiples discriminaciones como son el clasismo y el racismo. Lo cierto es que ninguno de estos profesores que justifican las desigualdades educativas atendiendo sólo a factores individuales admitirían, ni mucho menos, comportarse de forma 'clasista' o 'racista'. La mayoría son, de hecho, bienintencionados y quieren lo mejor para sus alumnos. Pero se encuentran frustrados, y tienen pocas ganas de analizar las causas que están detrás de la apatía, pereza y mal comportamiento de sus estudiantes. En su lugar, prefieren recurrir a estereotipos culturales sobre determinados colectivos que están plagados de explicaciones simplistas sobre el fracaso de la educación en ciertos institutos o grupos de estudiantes.

 
Una de las explicaciones del fracaso educativo que con más frecuencia se escucha es del tipo “simplemente no quieren aprender.” Este comentario se repite continuamente de manera peyorativa en la sala de reuniones y en las continuas discusiones entre profesores y alumnos que cada día tienen lugar en las aulas. He de confesarlo, yo también lo he dicho. Pero aún así, sé que es una explicación simplista de la realidad. De hecho, no es verdad en absoluto. Cada uno de nosotros tiene el deseo de aprender cosas que nos interesan, siempre dentro del contexto adecuado y, a pesar del aparente desinterés total e incluso de la resistencia al aprendizaje de una parte del alumnado, yo sé que estos jóvenes sí desearían aprender cosas en el ambiente correcto. De hecho, no resulta muy complicado demostrarlo: al dar clases interesantes y dinámicas, no hay casi ningún problema de desinterés ni de mal comportamiento. Por el contrario, cada vez que los profesores, en aulas sin recursos, sacan aburridas hojas de ejercicios, dicen sentirse inútiles frente a lo que perciben como niños que no quieren aprender y familias que refuerzan esta actitud. La creencia de que las familias pobres o de ciertos grupos culturales, por ejemplo de origen gitano,  no fomentan, o incluso desalientan, las actitudes positivas hacia la educación, es asumida, de forma consciente o inconsciente.
 
En realidad, esta percepción está fundamentada en una premisa falsa, a saber, que existe una 'cultura de la pobreza'; un conjunto de actitudes y valores que serían compartidos por las familias con bajos recursos o en el umbral de la pobreza. Esta hipótesis ha sido refutada extensamente en numerosas investigaciones pero, aún así, sigue formando parte de lo que se entiende como 'sentido común'. Entre otros autores, Groski (referencia abajo) afirma que “no existe una cultura de la pobreza. Las diferencias de valores y comportamientos que encontramos entre personas pobres son igual de grandes que las que existen entre personas pobres y adineradas”.  Es decir, resulta igualmente probable que los padres con bajos salarios mantengan actitudes positivas hacia la educación que los padres acaudalados. Aunque sí es posible que los padres con menos recursos asistan menos a eventos del instituto o a reuniones con profesores, esto no tendría por qué ser producto de su indiferencia sino de las circunstancias laborales o familiares de muchos de ellos. Es posible que no puedan permitirse dejar a sus hijos pequeños en guarderías o costearse el transporte. O quizás compatibilicen múltiples empleos, con horarios de trabajo nocturnos, o tengan que cuidar de familiares dependientes. Groski afirma que, por lo tanto, es tarea de los institutos tomar en cuenta las realidades a las que se enfrentan las familias de bajos recursos en vez de criticarlas por no preocuparse suficientemente de sus hijos.
 
En relación a la aparente apatía de los estudiantes, acusar a los niños que proceden de entornos desfavorecidos de su falta de interés en la educación es simplemente culpar a la víctima. Estos jóvenes a menudo tienen suficientes problemas personales y familiares, y señalarlos a ellos como los únicos responsables de su fracaso educativo – aún a pesar de soportar programas de asignaturas tediosos e irrelevantes, recortes en recursos, profesores desbordados de trabajo o la ausencia de libros de texto– es regresivo, dañino y peligroso. Hay una resistencia a admitir que la indiferencia de algunos estudiantes tiene poco que ver con 'quienes son' como personas (con la connotación de determinismo genético clasista que ello conlleva), y esto supone una barrera para lograr un verdadero progreso en la educación. A nivel estatal, se podrían implementar políticas que ayudaran superar la desigualdad educativa (y socioeconómica) para una generación entera, pero el impacto dañino de la exclusión social y la desigualdad debe ser también abordado desde las escuelas y las propias aulas.
 
Como subraya Groski, 'si creemos, aunque falsamente, que las personas pobres no valoran la educación, eludimos cualquier responsabilidad de rectificar las desigualdades educativas globales a las que se enfrentan, además de asumir la noción del 'pobre que no se lo merece’. Al aferrarnos a estas ideas, intentamos justificar un sistema que favorece a los estudiantes económicamente privilegiados a expensas de los estudiantes de clase obrera y pobres. Es más, estas creencias perpetúan la desigualdad al justificar la distribución desigual de los recursos en la educación. El artículo de Groski describe la disparidad de niveles educativos entre estudiantes pobres y los de entornos privilegiados: “Es más probable que los estudiantes pobres asistan a institutos que tienen menos financiación, con sueldos más bajos para los profesores, con un acceso limitado a recursos informáticos e internet, con clases más grandes, ratios profesor-alumno más elevadas, con un currículo menos riguroso; [...] es más probable que los institutos con una alta proporción de alumnado de bajos recursos [es] sufran infestaciones de ratones o cucarachas, servicios sucios o que no funcionan, mayor número de puestos vacantes y profesores suplentes y sin acreditación para la asignatura que imparten, materiales de aula insuficientes o anticuados e instalaciones de aprendizaje inadecuadas o inexistentes, como laboratorios.” Aunque esta investigación fue realizada en los Estados Unidos, podría haberse tratado de España o de muchos otros países. En este sentido, la escolarización segregada o en ghettos amplifica los ciclos de desigualdad. En Madrid, los padres con suficientes recursos normalmente envían a sus hijos a institutos concertados o privados. El resultado es que la variedad de orígenes sociales que atiende a los institutos públicos disminuye drásticamente, estando estos en su mayoría compuestos por estudiantes de entornos socioeconómicos desfavorecidos y, en ciertas áreas, especialmente por aquellos de origen inmigrante o gitano. Peter Mortimore, anteriormente director del Institute of Education en la Universidad de Londres, califica a esto un ‘sistema polarizado, en el que el alumnado de clase media o alta asiste a institutos que están a años luz en niveles de recursos y calidad del entorno educativo de los  centros a los que asisten los estudiantes con menos recursos. Una situación así […] significa que los alumnos […] no tienen la oportunidad de mezclarse con personas diferentes a ellos. Esta situación […] acaba por afectar a la sociedad, ya que perpetúa la existencia de diferentes 'tribus' que viven vidas paralelas, recelosos los unos de los otros y que evitan mezclarse. Esto [es] otro paso hacia una sociedad de urbanizaciones cerradas y de ghettos.'
 
Claramente, esta situación no tiene por qué darse. Finlandia, por ejemplo, es uno países con mejores niveles de desempeño académico según la OCDE y, como era de esperar, su sistema funciona de modo totalmente distinto. La enseñanza es allí una profesión prestigiosa y bien remunerada, las matrículas escolares están prohibidas, la escolaridad obligatoria empieza a los siete años y los exámenes a los dieciocho; el currículo es flexible y la pedagogía importa. Los estándares invariablemente altos y la educación pública universal favorecen la movilidad social y evitan el círculo vicioso de la pobreza y la exclusión fomentado por una educación desigual y socialmente segregada. Adoptar un sistema educativo como el de Finlandia supondría un giro radical en España y, evidentemente, no es la única opción. Son urgentes cambios profundos pero estos parecen aún muy lejos de realizarse, y los estudiantes en nuestro instituto parecen ser conscientes de ello. Se declaran en huelga con frecuencia y, mientras algunos profesores señalan esto como un indicio más de su apatía hacia la educación, yo pienso lo contrario. Es cierto que algunos estudiantes hacen huelga tanto por los días libres como por razones políticas pero, como dijo un alumno: “Por lo menos si no vamos al instituto el gobierno podría darse cuenta de que este tipo de educación es inútil para nosotros. Claro que quiero aprender, pero aprendo más fuera del instituto que dentro de él.”

Por:  Sophie Hemery
 
 
Referencias
 
Gorski, P. (2010). The myth of the ‘culture of poverty’. In K. Finsterbusch (Ed.), Annual Editions: Social Problems. Boston, MA: McGraw-Hill.
 
Mortimore, P. (2013) Education under siege: Why there is a better alternative, Bristol: Policy Press

 

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comentarios

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    FDC
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    Mar, 06/24/2014 - 14:53
    JM: quienes hacemos Fuera de Clase querríamos comunicarnos contigo para invitarte a escribir un artículo contándonos cómo veis vosotrxs todo ésto que pones sobre la mesa. si te interesa, escribe a la siguiente dirección: mafemosquito@gmail.com
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    Carlos D. Benjumea
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    Mié, 06/18/2014 - 00:22
    Yo creo que decir &quot;<span style="font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 15px; line-height: 20px; text-align: justify;">Este comentario se repite continuamente de manera peyorativa en la sala de reuniones y en las continuas discusiones entre profesores y alumnos que cada día tienen lugar en las aulas. He de confesarlo, yo también lo he dicho. Pero aún así, sé que es una explicación simplista de la realidad&quot; sí que es una explicación simplista. Yo soy profesor en un instituto en el que la mayoría de los alumnos proceden de clases sociales más desfavorecidas (por usar un eufemismo, en lugar de decir &quot;alumnos pobres&quot;, como usted hace), y veo a diario niños y niñas que no quieren aprender, pero es que nuestra sociedad les está&nbsp;&quot;sugiriendo&quot; que sigan haciendo eso. &iquest;Para qué aprender? &iquest;Para llegar a tener un buen trabajo, ganar dinero suficiente para tener una buena vida? No lo necesitan. Mi alumnos y alumnas tienen teléfonos móviles que rondan los 400 euros (!), tienen varias pantallas de televisión en sus casas (incluso de 40 y más pulgadas en sus habitaciones), todos tienen internet en casa, fuman, visten ropa de marca... Da igual, a sus familias les basta con solicitar subsidios atendiendo a su condición social, o a ONG&#39;s que atienden las necesidades alimenticias de gentes sin recursos (!!). Y éso es lo que aprenden mis alumnos y alumnas. Que no necesitan esforzarse. Y eso es lo que tan peyorativamente&nbsp;debatimos los&nbsp;profesores de manera continua en nuestras reuniones. Ni siquiera necesitamos llegar &quot;a&nbsp;</span><span style="font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 15px; line-height: 20px; text-align: justify;">cuestionar los fundamentos de las macro-estructuras educativas&quot;.</span>
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    Sophie Hemery
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    Mar, 06/17/2014 - 16:54
    @#1Sophie La frase refiere concretamente a&nbsp;<em>&quot;los estudiantes en nuestro instituto&quot;</em>&nbsp;y como tal no pretendo referir al cuerpo estudiantil&nbsp;del país. Ni mucho menos. Conociendo personalmente el alumnado en nuestro centro, puedo decir con confianza que algunos no conciben de las huelgas desde un punto de vista político; me dicen abiertamente que no saben por que existe la huelga pero que quieren jugar en el&nbsp;Play&nbsp;y estar en el parque. De esta manera, es cierto, como dices, que &quot;no están fomentando la critica, ni ayudando a alcanzar las reivindicaciones&quot;. Sin embargo, yo no marginaría su no asistencia en días de huelga como un acto totalmente apolítico: sus opiniones sobre la enseñanza son política, sus experiencias vitales en el sistema educativo son política y sus esperanzas para el futuro (muchas veces decrecientes) son política también. Entiendo muy bien que la política es mucho, mucho mas que los partidos políticos. Me disculpo si eso no ha quedado claro - quizás por mi español (no soy hablante nativa). Un saludo, &nbsp; Sophie
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    Sophie Hemery
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    Mar, 06/17/2014 - 16:52
    La frase refiere concretamente a <em>&quot;los estudiantes en nuestro instituto&quot;</em> y como tal no pretendo referir al cuerpo estudiantil&nbsp;del país. Ni mucho menos. Conociendo personalmente el alumnado en nuestro centro, puedo decir con confianza que algunos no conciben de las huelgas desde un punto de vista político; me dicen abiertamente que no saben por que existe la huelga pero que quieren jugar en el Play&nbsp;y estar en el parque. De esta manera, es cierto, como dices, que &quot;no están fomentando la critica, ni ayudando a alcanzar las reivindicaciones&quot;. Sin embargo, yo no marginaría su no asistencia en días de huelga como un acto totalmente apolítico: sus opiniones sobre la enseñanza son política, sus experiencias vitales en el sistema educativo son política y sus esperanzas para el futuro (muchas veces decrecientes) son política también. Entiendo muy bien que la política es mucho, mucho mas que los partidos políticos. Me disculpo si eso no ha quedado claro - quizás por mi español (no soy hablante nativa). Un saludo, &nbsp; Sophie
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    JM
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    Mar, 06/17/2014 - 14:34
    <span style="font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 14.857142448425293px; line-height: 20px; text-align: justify;">Creo que la siguiente frase debiera ser rectificada o matizada: &quot;Es cierto que algunos estudiantes hacen huelga tanto por los días libres como por razones políticas&quot;. Los estudiantes que hacemos huelga no la hacemos por tener días libres. Yo perfectamente como una persona madura, si quiero faltar a clase lo hago si lo creo conveniente, no por una actitud irracional. En cuanto a los que &quot;hacen huelga por los días libres&quot; hay que dejar muy claro que esas personas no están haciendo huelga. No están fomentando la crítica, ni ayudando a alcanzar las reivindicaciones. Y otro tema es lo que se dice de &quot;razones políticas&quot;. Me ha sonado muy mal, como si se quisiera dar a entender que hay personas que hacen huelga contra el partido X del gobierno solo por ser el partido X y no por motivos legítimos. Quienes hacemos trabajo &quot;político&quot; desde el ámbito estudiantil (nótese que entiendo perfectamente lo que significa la palabra, algo que no veo en quien escribe), sabemos que defender la educación de los recortes y los ataques es también hacer &quot;política&quot;, comprendemos el significado. Hacer política no es solamente pertenecer a un partido político con representación parlamentaria ni mucho menos. Ni mucho menos. Si solo eran imaginaciones mías, ruego se me disculpe.&nbsp; Un saludo.</span>
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